BIENVENIDOS AL CAPITALISMO DE ESCASEZ
La pandemia iba a ser
algo pasajero, pero ha terminado suponiendo cambios trascendentales en nuestra
cotidianidad; la crisis inflacionaria también iba a ser algo pasajero,
vaticinaban los principales gurús económicos, pero ha provocado una
desvalorización de los salarios sin parangón en las últimas décadas;
finalmente, el periodo de ahorro o racionamiento energético también claman que
será pasajero, pero ya no es tan fácil de creer. ¿Estamos ante un episodio
pasajero provocado por la guerra de Ucrania o ante una gran mutación del modo
de regulación en la gobernanza del sistema capitalista mundial?
ÁLVARO MINGUITO
Que el sistema-mundo capitalista está en una fase crítica de cambio y cronificación de la crisis económica es asumido por todas las grandes corporaciones del capital y sus instituciones gobernantes, el Foro Económico Mundial lleva hablando desde el inicio de la pandemia de covid19 de un plan de “Gran Reset” para reconstruir la economía mundial y dirigirla a un nuevo ciclo de acumulación. Este cambio de paradigma se enmarca como la finalización y profundización lógica a lo que podemos denominar, siguiendo las palabras del sociólogo Andrés Piqueras, como la Segunda Gran Crisis de Larga Duración del capitalismo que comenzó hacia 1973 y que encontró su salida temporal en el marco de regulación en el modelo financiarizado-neoliberal. El fin de este modelo puede estar llevándonos en la actualidad hacia otra Gran Mutación del modelo de acumulación-regulación capitalista.
Sin
embargo, pese a los cantos de sirena que se lanzaron a comienzos de la pandemia
augurando un nuevo modelo de “keynesianismo pandémico”, sobre todo desde
ámbitos políticos progresistas, que se basaría en una suerte de vuelta al
paradigma del Estado redistribuidor, la actual crisis inflacionaria y bélica
demuestran que los derroteros de la gobernanza capitalista apuntan hacia un
modelo de escasez marcado por la pobreza y proletarización crecientes. Todo
esto junto al intento de control de la exclusión y sus problemas sociales vía
políticas estatales de subsistencia mínima.
Es
evidente que vivimos un periodo de transición hacia algo nuevo, y que a todos
ojos no se parece en nada a los “felices años” posteriores a la Segunda Guerra
Mundial
Tal y
como plantea Giovanni Arrighi, uno de los autores más destacados del paradigma
del sistema-mundo capitalista, cada vez que sucede una crisis por los excesos
del capital financiero sobre el productivo, esta marca la señal de la
decadencia de cierto modelo de crecimiento y de la potencia que se ha hecho
hegemónica con el mismo. En esa fase nos encontramos, a una década del
estallido del sistema financiero y con tensiones geopolíticas crecientes por el
dominio mundial. Pese a no poder vislumbrar todas las características de esta
nueva fase, es evidente que vivimos un periodo de transición hacia algo nuevo,
y que a todos ojos no se parece en nada a los “felices años” posteriores a la
Segunda Guerra Mundial.
Los cambios de fase capitalista
Como
hemos mencionado, el capitalismo occidental lleva décadas en crisis, destacados
economistas marxistas y heterodoxos hablan de una larga depresión al menos
desde la década de 1970 hasta la actualidad. Y los datos estadísticos oficiales
demuestran esta tesis; las tasas de reinversión y productividad no han hecho
más que caer en las últimas décadas, pese a que se ha tratado de mantener viva
la demanda agregada vía crédito fácil, burbuja que estalló con la crisis del
2008. Pero esta vez nos encontramos ante una nueva dimensión de la crisis, ya
que el capitalismo se acerca a lo que podemos llamar sus límites biofísicos;
por lo tanto, además de sus límites internos debe enfrentarse a los externos, a
que los recursos del planeta que han asegurado su reproducción en el tiempo son
finitos.
Arabía
Saudí ha advertido de que ya ha llegado a su techo de producción de petróleo y
que, pese a seguir siendo el principal productor de petróleo del mundo, no
tendrá capacidad adicional para aumentar la producción por encima de los 13
millones de barriles por día que se comprometió a tener para 2027. El petróleo
sigue siendo una pieza clave en todos los procesos productivos e imprescindible
para todo el sistema de transportes. La crisis no es solo un bache puntual,
sino que va a traer cambios que serán instaurados como temporales, pero vendrán
para quedarse, como el del racionamiento de energía a todos los niveles.
Pero,
además, el sistema capitalista arrastra la habitual contradicción entre el
valor ficticio generado por el entramado financiero mundial y la plusvalía y
valor real producido, lo que responde a un estancamiento de la tasa de ganancia
que vuelve a caer en nuestros días. Muestra de ello es que la producción
industrial global cayó un 2,7% en abril, tras haber caído un 1% en marzo.
Concretamente, en Alemania, la principal potencia industrial europea, el
componente de compras prospectivas e inventarios manufactureros medido por el
índice PMI (Índice de Gestores de Compras, por sus siglas en inglés) ha caído
en picado hasta los niveles de 2008, por lo que es probable que la fabricación
alemana y la demanda industrial mundial ya estén en recesión.
El fin
del ciclo financiarizado con centro en Estados Unidos lleva en declive más de
una década, pero ninguna otra zona de la geografía del sistema-mundo capitalista
muestra de momento el suficiente dinamismo como para poder arrastrar al sistema
mundial en su conjunto a un nuevo ciclo de acumulación basado en la producción
real de valor y ganancia. Además de que este nuevo ciclo se enfrentaría a los
mencionados límites biofísicos. Ante este agotamiento de reservas energéticas y
primarias vitales puede surgir un modo de regulación y gobernanza capitalista
nuevo, con la guerra por los recursos como elemento de regulación a nivel
externo y la imposición de medidas de racionamiento a la población a nivel
interno. De todas maneras, el impacto y alcance de este nuevo modo de
regulación capitalista tendría distintos efectos y formas en la periferia o en
el centro del sistema.
Capitalismo de escasez en la periferia
Está
claro que esta posible transición hacia un modelo de regulación capitalista
donde la escasez y el racionamiento sean la norma social no afectará por igual
a los países del llamado centro del sistema que a los de la periferia. Ya que
en estos segundos la escasez material real ha sido la norma más que la
excepción durante los siglos de modernización capitalista. Sin embargo, podemos
decir que, en esta fase bélica de reconfiguración de las relaciones
capitalistas globales, la llamada periferia de tardía industrialización se verá
especialmente golpeada por las interrupciones en las cadenas de suministros de
alimentos, pudiendo producirse hambrunas a gran escala como la que ya se
vislumbra por el bloqueo del trigo ucraniano y la solución que han tenido que buscar
las potencias globales para su desbloqueo provisional.
El
trigo de Ucrania y Rusia se exporta principalmente a Oriente Medio y al norte
de África. Por su parte, Rusia es el mayor exportador mundial de fertilizantes,
con un 15% del suministro mundial. En la actualidad, de los 195 países del
mundo, al menos 34 son incapaces de producir su propia comida debido a
limitaciones de agua o de tierra, de estos 34 la mayoría se sitúan en la lista
de los principales importadores alimenticios de Rusia y Ucrania, situados en la
región del Norte de África y Oriente Medio. Entre estos países también hay
claras diferencias, los países productores de petróleo del Golfo pueden acceder
a otras vías de suministro de alimento gracias a sus divisas procedentes de los
hidrocarburos, pero existen otros países africanos que no, ya que dependen de
que el trigo ruso y ucraniano es más barato por su calidad proteica inferior
respecto a otros exportadores de esta materia prima.
Por
ejemplo, Egipto, que obtenía hasta ahora más del 85% de sus importaciones de
trigo de la región del Mar Negro y necesitará encontrar proveedores
alternativos, que serán más caros. Otros países de la región, como Yemen y
Siria, están en una posición aún más grave a causa de su dependencia de las
ayudas alimentarias, ya que el Programa Mundial de Alimentos (World Food
Program) tiene también dificultades para aprovisionarse. En una época donde el
índice de precios alimenticios ha llegado a récords históricos, la predicción
del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas es que 2022 será “un
año de hambre catastrófica”.
Precisamente,
los datos de la misma FAO ya alertan de que la inflación alimentaria mundial ha
hecho subir de manera considerable y en el rango temporal de un solo año el
porcentaje de personas en situación de inseguridad alimentaria, sobre todo en
África, América Latina y el Caribe. En este contexto, los países más
desfavorecidos ya han optado por una estrategia de proteccionismo alimentario.
Uganda y Ghana han prohibido la exportación de granos y otros productos
agrícolas. Este último país ha vivido una subida repentina del 27% de la
inflación y numerosas protestas recorrieron las calles del país el mes de mayo
por la situación de hambre que empezaba a expandirse.
Al
problema del hambre se le une en la periferia global el de la deuda y la subida
de tipos de interés generalizada, que dificultará la refinanciación de los
Estados más débiles y mermará su capacidad importadora de alimentos y de otros
bienes básicos. La quiebra de Sri Lanka puso de relieve que el problema de
financiación de los países capitalistas es de máxima actualidad. Según una
información publicada por el portal de noticias económicas Bloomberg, hay al
menos 15 países con riesgo de incurrir en impago en los próximos meses, con una
prima de riesgo por encima del 10% (>1000 bps), entre los que destacan
países como Líbano, Bielorrusia, Ucrania o Túnez.
Las
consecuencias de las turbulencias económicas globales son claras, más de 260
millones de personas adicionales podrían verse sumidas en la pobreza extrema
este año 2022, según un reciente informe de la ONG Oxfam Intermón. Tal es la
situación, que la clase capitalista ha comenzado a alertarse por las posibles
consecuencias sociales de esta desigualdad creciente. Larry Flink, CEO de
BlackRock, se ha pronunciado advirtiendo de que le preocupa mucho más la subida
de los precios alimentarios que la de los de la gasolina u otros carburantes.
Capitalismo de escasez en el sistema central
En los
países del centro del sistema-mundo capitalista, como en Europa, la situación
no llegará hasta el extremo de una escasez tan generalizada, pero sí que se
instaurará un nuevo régimen regulatorio en el que los precios altos de la
energía y su racionalización de uso se instaurarán como realidades permanentes.
Pese a la intervención que distintos gobiernos puedan realizar sobre la factura
de la luz, la verdad es que el tiempo de la energía barata parece haber llegado
a su fin. Por ejemplo, y pese a la relativa prontitud para un juicio absoluto,
el tope al precio de la energía impuesto por el Gobierno de España ha rebajado
la factura de la luz, pero según datos de Facua, la factura de junio de este
año fue la tercera factura más cara de la historia: el usuario medio abonó 133,85
euros, un 65% más que hace un año.
En
cuanto a la cantidad de gas real que acumula la Unión Europea actualmente, en
total, los Estados miembros acumulan 597 TWh de gas (teravatios por hora) de
los 1.100 TWh de capacidad total con la que cuenta la UE, una cantidad cercana
al 55%. Para octubre la UE espera tener sus depósitos de gas al 90%. Para ello,
y debido a que los gasoductos provenientes de Rusia están funcionando a
capacidades bastante alejadas de sus máximos, la UE ha propuesto ya a sus
Estados miembros un plan de ahorro energético, que ha comenzado a aplicarse en
pleno verano, sin esperar al invierno.
El país
que más va a sufrir es Alemania, ya que cuenta con la industria europea más
dependiente del gas natural ruso, debido a su política de descarbonización y
cierre de centrales nucleares y escasa sustitución por otras fuentes de energía
El
objetivo es que entre familias y empresas se ahorren entre 45.000 millones y
30.000 millones de metros cúbicos de gas. Sin embargo, no es lo mismo el ahorro
que puede realizar una familia al de una rama industrial totalmente dependiente
del gas natural, como es el caso de los hornos de las fundiciones de algunas
industrias. En este sentido, el país que más va a sufrir es Alemania, ya que
cuenta con la industria europea más dependiente del gas natural ruso, debido a
su política de descarbonización y cierre de centrales nucleares y escasa
sustitución por otras fuentes de energía.
La
Comisión Europea lo ha dejado claro, por ahora, este ahorro energético no
responde directamente a ninguna política climática, el objetivo es amortiguar
la situación de emergencia que supondría un parón en la industria alemana por
la falta de energía y que supondría un “momento Lehman” de hundimiento para
toda la economía europea. Por eso los Estados miembros ya están aplicando
políticas de ahorro energético. Desde controlar las temperaturas de aires
acondicionados y calefactores en lugares públicos, hasta recomendaciones de
duchas más cortas o de mantener todos los electrodomésticos apagados en caso de
no estar usándose. Las medidas son variopintas, pero sin duda está claro que
este invierno va a ser más oscuro y frío de lo que los países occidentales
estaban acostumbrados.
El
alcance del racionamiento energético dependerá de dos factores: el primero, el
clima, ya que un invierno duro y frío podría disparar la demanda de gas natural
para calentar los hogares. El segundo factor es la demanda internacional de
gas, si países con un gran consumo industrial como China recuperan su consumo
prepandemia podemos encontrarnos en una situación donde el flujo de gas ruso se
incremente hacia el sureste asiático en detrimento de Europa. De todas maneras,
un corte total a Europa por parte de Rusia parece imposible, ya que supondría
un gran desbarajuste en los ingresos gubernamentales rusos; dado que, hoy por
hoy, los países europeos son los mayores clientes de gas ruso. Una situación
que no puede revertirse en el corto plazo, debido a todas las infraestructuras
que requeriría construir en poco tiempo.
En consecuencia,
independientemente del alcance que finalmente tenga el racionamiento
energético, lo que ya se puede vislumbrar es que de este invierno la clase
obrera europea saldrá notablemente más empobrecida, ya que la mayoría de la
población europea ha estado enfrentando durante todo el año 2022 unas cifras de
inflación cercanas al 10%. Al contrario, como ejemplo paradigmático, según
datos del ministerio de Trabajo español, los salarios subieron en el primer
trimestre una media del 2,36%, lejos de las cifras que marcaba el IPC, siempre
superior al 6%.
Por
tanto, el relato del ahorro energético también tiene consecuencias
psicosociales en el sentido de que gran parte de la población percibe que sus
ahorros se han reducido, pero ahora existe un relato en pro del ahorro y de una
vida más austera justificado por el escenario bélico. En este contexto, la tasa
de ahorro de los hogares españoles ha entrado en negativo en el primer
trimestre por primera vez en tres años, lo que presupone que los ahorros
acumulados durante la pandemia no eran tan grandes como el relato oficial
presuponía. El índice de confianza de los consumidores de la eurozona se ha
hundido también hasta niveles mínimos desde el año 2012, en plena crisis del
euro.
Este
escenario de capitalismo de escasez va a tener repercusión en las legislaciones
nacionales, que preparan un escenario de mayor castigo para controlar a una
población más pauperizada. El Congreso de los Diputados español dio luz verde
en junio a una reforma del Código Penal que prevé castigar con prisión pequeños
hurtos en caso de reincidencia. Todo ello con el objetivo de estigmatizar a
quienes más va a afectar este encarecimiento de la vida, como menciona el juez
Ramiro García de Dios Ferreiro, por regla general, de 23 juicios señalados en
el conjunto de los juzgados, 20 son exclusivamente de tentativa de hurto de
productos de menos de 400 euros en comercios.
Otros
Estados europeos preparan también un endurecimiento de su normativa legal en el
ámbito laboral. Noruega, uno de los principales sustitutos exportadores de gas
y petróleo en detrimento de Rusia, intervino el derecho a huelga de los
trabajadores de la empresa estatal energética a finales de junio por el miedo
de que las reclamaciones huelguísticas de los trabajadores por un alza salarial
pudieran disminuir en un 13% el suministro de gas del país.
Conclusiones políticas
No es
la primera vez en la historia del sistema capitalista mundial en la que
coinciden una crisis energética y una crisis inflacionaria, ya que el mismo
escenario se vivió en los años posteriores a la conocida crisis del petróleo de
1973. Sin embargo, en aquel entonces la economía capitalista mundial solamente
comenzaba a vivir el largo declive que sufriría en las siguientes cinco
décadas, con la concatenación incesable de crisis de mayor o menor medida
solamente paliadas vía crédito y crecimiento artificial, al menos en el polo
europeo-estadounidense. Ojo, que el escenario sea de escasez no quiere decir
que las grandes empresas oligopólicas que gestionen esta escasez vayan a dejar
de tener beneficios extra, ya que el precio al alza les favorece, como
demuestran las cuentas de récord de las principales empresas energéticas.
Tras el
shock pandémico, que ya introdujo nuevas modalidades en la regulación social,
bajo el escenario bélico podemos avanzar a lo que todas luces se puede
caracterizar como un capitalismo donde el consumo de energía y ciertos recursos
será el primer objetivo social a regular
Además,
al contrario que en la década de 1970, hoy no existe un movimiento obrero
fuertemente organizado en la mayoría de países occidentales. Coincidiendo con
la crisis inflacionaria de los años 70, la mayoría las patronales doblaron el
brazo de la clase obrera organizada imponiendo pactos de rentas muy por debajo
de la inflación, al estilo de los Pactos de la Moncloa. Sin embargo, lo que en
el contexto actual destaca es la existencia de una amplia capa de población
excluida temporal o permanentemente de los circuitos del trabajo asalariado, lo
que la hace todavía más dependiente de las ayudas estatales de subsistencia
mínima que se le puedan ofrecer. Tras el shock pandémico, que ya introdujo
nuevas modalidades en la regulación social, bajo el escenario bélico podemos
avanzar a lo que todas luces se puede caracterizar como un capitalismo donde el
consumo de energía y ciertos recursos será el primer objetivo social a regular.
Bienvenidos al capitalismo de escasez.
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