GUSTAVO PETRO, FRANCIA MÁRQUEZ: EL SABROSO DESPERTAR DE COLOMBIA
JUAN CARLOS MONEDERO
Gustavo Petro celebra junto a
la vicepresidenta electa, Francia Márquez, la victoria en las elecciones de
Colombia. EFE/ Mauricio Dueñas Castaneda
En las instalaciones del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, un lugar emblemático donde se refleja la dureza vivida en Colombia en el último medio siglo, el presidente Gustavo Petro, que este domingo asumirá oficialmente el mando, recibió un documento elaborado por diferentes plataformas de derechos humanos y organizaciones sociales. El documento, un importante jalón en la dirección del Informe de la Comisión por la Verdad, incorpora un plan de choque para proteger a los líderes sociales en Colombia. Para que dejen de matarles. Porque en Colombia, a la gente de izquierda la asesinan.
En la recepción del
documento, Petro le dijo a Ruiz Masseu, jefe de la Misión de la ONU en
Colombia: "Esta violencia estalla alrededor de mercados ilegales,
controles territoriales y algo que no hemos podido resolver, que es el
narcotráfico (...) Los amigos de Naciones Unidas que están acá deben saber que
esto estalla porque hay una prohibición y Naciones Unidas apoya la
prohibición". Petro sabe que para acabar con el narco y el paramilitarismo
en Colombia hay que legalizar porque prohibir no ha servido para nada.
Petro terminó la
campaña electoral con chaleco antibalas y, al igual que Francia Márquez, la
vicepresidenta, escoltado. El narcotráfico es dinero y el dinero no sabe de
democracia. Sin embargo, un par de días después de haber ganado las elecciones,
Petro se reunió con Álvaro Uribe, el narcopresidente al que las organizaciones
de derechos humanos señalan como el responsable de la violencia paramilitar.
Petro ha decidido, como si salieran de una dictadura, pactar con los asesinos
para mitigar la violencia. Hay cosas que recuerdan a la transición española.
Ojalá aprendan de nuestros errores. La derecha entiende las cesiones como
debilidad.
Los asesinatos de
líderes sociales no han parado desde que Petro y Francia ganaron las
elecciones. Solo en el gobierno del saliente Iván Duque -amigo del PP y de VOX-
fueron asesinados 930 líderes sociales. En la derecha siempre hay gente que no
acepta los resultados electorales cuando pierden. En América Latina, llegado el
caso, tiran de pistola. En España, seguro que por la influencia europea, sólo de
policías y jueces corruptos. El ruido que acompaña a los gobiernos progresistas
no suena cuando pierde la izquierda. La izquierda no hace la vida imposible a
la derecha cuendo pierde unas elecciones. El Parlamento peruano, lleno de
corruptos de la etapa fujimorista, no ha autorizado al presidente Castillo a
acudir a la toma presidencial de Gustavo Petro, de la misma manera que Lasso en
Ecuador sigue persiguiendo al correísmo, los gorilas argentinos siguen
persiguiendo a Cristina Fernández de Kirchner, Bolsonaro en Brasil sueña con
volver a meter en la cárcel a Lula y las cloacas en España no han dejado de
perseguir a Podemos.
Petro ha propuesto
una serie de cambios que tienden la mano a los que han gobernado en Colombia
toda la vida como si fuera su hacienda. Hace falta mucho coraje para invitar a
la concordia a los que asesinaron al candidato de la izquierda Jorge Eliécer
Gaitán en 1948, provocando el nacimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC), a los que asesinaron a campesinos y líderes sociales y los
presentaron como guerrilleros para cobrar la recompensa, a los que montaron las
autodefensas y luego el paramilitarismo, a los seguidores del presidente
saliente Iván Duque que deja el país endeudado, agujereado fiscalmente y lleno
de contratos inmorales firmados con urgencia (como la compra de más de un
cuarto de millón de litros de glifosato por valor de 12.000 millones de pesos,
sabiendo que ese veneno no lo usará nunca el presidente Petro). También, y no
es menor, Petro se ha sentado con los militares que dejan sonar sus sables para
que nadie se olvide de que cuando quieran pueden dar un golpe de Estado (que
Joe Biden y Kamala Harris entenderían por las mismas razones por las que van a
visitar en Arabia Saudí al jeque asesino Mohammed bin Salman, tienen preso a
Julian Assange o arrastran a Europa a la guerra en Ucrania como si no les
bastaran las muertes que provocaron en Irak).
En la nueva
"marea roja" que está viviendo América Latina hay diferencias con la
que recorrió la región con el cambio de siglo. No solo porque aquellos
liderazgos fueron muy peculiares (Hugo Chávez, Lula da Silva, Evo Morales,
Rafael Correa, Néstor Kirchner, Fernando Lugo, Mel Zelaya, todos bestias negras
en sus países de las oligarquías tradicionales), sino también porque aquella
oleada de cambio coincidió con un alto precio de las materias primas (que
permitió redistribuir la renta), porque la crisis de 2008 aún no había hecho su
tarea devastadora y porque aquellos gobiernos contaron con mayorías sociales y
electorales para desarrollar su programa.
Gariel Boric en
Chile, Pedro Castillo en Perú, Gustavo Petro en Colombia, Andrés Manuel López
Obrador en México gobiernan con frentes amplios a menudo tensionados por su
juventud, esto es, por su falta de recorrido. Esto lleva a que a la interna no
siempre tengan la necesaria coherencia ideológica, lo que deviene en falta de
coherencia organizativa. A la izquierda siempre la dividen las ideas mientras
que a la derecha la unen los intereses. Enfrente tienen una articulación de la
derecha con la extrema derecha (a menudo liderado por esta última, como ha
pasado con José Antonio Kast, Jair Bolsonaro, Keiko Fujimori o Rodolfo
Hernández) que ha sido capaz, pese a perder las elecciones, de mantener el
apoyo de casi la mitad de los electores. Y que cuando han perdido los palacios
de gobierno no han perdido el poder. Poder económico que se traduce en poder
mediático, judicial, policial, militar. Las derechas controlan casi el 100% de
los medios de comunicación y los medios son el principal partido de la
oposición a los partidos de cambio. Que se lo pregunten en España a Inda y
Ferreras.
La Colombia que
inauguran este domingo Petro y Francia (uno definido por su apellido, la otra
por su nombre) va a estar llena de campos minados. No es el menor problema que
comienzan el mandato en medio de una recesión. Por eso el Gran Acuerdo Nacional
que ha impulsado el nuevo gobierno busca poner en marcha el Programa Colombia
Potencia Mundial de la Vida 2022-2026 (con los objetivos de la paz, la justicia
social y la justicia medioambiental). El bloque histórico de la derecha
colombiana se está resquebrajando, como demostraron las elecciones. Pero no
termina de marcharse. Si no hay colaboración fiscal de las élites no habrá
cambios. Pero las élites colombianas se van a defender como gato panza arriba
para no colaborar en la mejora del país al que dicen amar tanto. Como las
derechas españolas. La patria siempre es una excusa para atraerse a militares y
policías poco comprometidos con la democracia. La patria tiene como frontera el
bolsillo.
La izquierda debe
hacerse una pregunta: ¿qué espacio están dejándole para hacer política en las
democracias neoliberales?
En este gran
acuerdo están el Pacto Histórico (donde está el partido Colombia Humana de
Petro), los verdes, el partido Liberal, los conservadores, Cambio Radical y el
Partido de la U (quedan los restos del uribismo como oposición frontal). ¿Debe
entenderse este gran acuerdo como una suerte de ley de punto final (como fue la
Ley de Amnistía de 1977 en España o la entrega de la jefatura del Estado a Juan
Carlos de Borbón)? No creo que sea el caso. Se trata de entender la correlación
de fuerzas (o como pasó en España, de debilidades) que permitan a Petro y
Francia empezar a gobernar en el país que la derecha colombiana y los Estados
Unidos soñaron con convertir en la Israel latinoamericana. La izquierda debe
hacerse una pregunta: ¿qué espacio están dejándole para hacer política en las
democracias neoliberales? Con la caída de la Unión Soviética desapareció la
lucha armada como posibilidad política. Pero con el lawfare, el capitalismo
financiero, el monopolio mediático y la violencia se está estrechando el
espacio político para cambiar prácticamente imposible nada. No lo van a tener
fácil Petro y Francia.
Miguel Angel Ferrís
Gil, portavoz del ‘Pacto Histórico por Colombia en París’ y de la Red de
Círculos Europeos de Podemos, ha resumido las tareas que tiene el nuevo
gobierno colombiano por delante:
"Desactivar un
posible golpe de Estado y las serias amenazas de narcos y paramilitares,
entablar desde el primer momento un diálogo constructivo con el ‘vecino del
Norte’ para abordar una relación bilateral más justa, anunciar la reactivación
de los Acuerdos de Paz y el inicio de conversaciones en Cuba con el ELN,
acordar la reapertura de los 2.000 kilómetros de frontera con Venezuela
reanudando una amistad histórica e intercambio comercial, nombrar en los más
altos cargos públicos y diplomáticos a personas de reconocido prestigio y
trayectoria, de las más variadas procedencias ideológicas y con la mayor
aceptación de la opinión pública y mediática, completar exitosamente un proceso
de Empalme o transferencia entre Gobiernos con un modelo innovador,
transparente y participativo que orientará de inmediato la acción de los 100
primeros días y obtener, mediante el Acuerdo Nacional y un nuevo espíritu de
concordia y reconciliación, la confianza y respaldo de más del 70% de los
representantes a la Cámara y el Senado, son todo ello los frutos primerizos de
un Cambio profundo, anunciado y ampliamente esperado (...) La universalización
y gratuidad del acceso a la Universidad frente a la elitista privatización del
conocimiento actual, la recuperación del derecho público a la Salud con el
cambio de modelo progresivo y la reinversión, la reforma tributaria en el
camino de una necesaria justicia fiscal, la lucha contra la corrupción en la
sociedad y el Estado con sus ramificaciones internacionales, la despenalización
del consumo de drogas y la reorientación del combate contra el narcotráfico y
sus secuelas, todo esto y mucho más será abordado en el primer año de
legislatura aprovechando los vientos a favor del momento histórico y la
acumulación de fuerzas favorables".
Sin creatividad la
izquierda no va a poder convencer a las mayorías de que hay espacio para una
nueva política. De momento, lo que parecía imposible, que gobernase la
izquierda en Colombia, se pone en marcha.
Gustavo Petro, un
economista que en su juventud peleó en la guerrilla como tantos otros dirigentes
latinoamericanos (Salvador Sánchez Cerén, Lucía Topolansky, Pepe Mujica, Dilma
Rousseff, Álvaro García Linera) y Francia Márquez, una líder afrodescendiente
que fue empleada doméstica, minera, defensora de los derechos humanos,
desplazada y abogada, tienen en sus personalidades la fuerza de quienes llevan
toda la vida peleando. La firmeza política y democrática de Petro -cuando en
Colombia todo invitaba a tirar la toalla durante el uribismo- y la voluntad de
Francia de no ceder un milímetro en la defensa de los derechos humanos y de
lograr una vida "sabrosa" para todas y todos augura, cuando menos, la
certeza de que el gobierno que arranca va a dejarse la piel en cambiar
Colombia. La ceremonia de toma de posesión va a ser en la Plaza de Bolívar, con
el pueblo que ha hecho posible el cambio. Parece que Petro y Francia han
entendido que para salir del neoliberalismo hace falta el gobierno, pero que si
te olvidas de la calle es imposible el cambio. Tienen que añadir la
construcción de un relato y la defensa de la alegría. Petro es las
instituciones y el relato. Francia la calle y el entusiasmo. Ambos, la
convicción. Sin creatividad la izquierda no va a poder convencer a las mayorías
de que hay espacio para una nueva política. De momento, lo que parecía imposible,
que gobernase la izquierda en Colombia, se pone en marcha.
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