sábado, 14 de mayo de 2022

LA FÁBULA DE LA PRESENTADORA Y EL LEÓN

 

LA FÁBULA DE LA PRESENTADORA Y EL LEÓN

El relato de la antipolítica entra a la política como un caballo de Troya desde una opinión pública colapsada de hastío, frustrada, y carente de un espíritu aglutinador

EMILIANO GULLO

La presentadora de televisión Viviana Canosa junto

al economista y político Javier Milei.

Prime time del canal América 24. La presentadora. Cabello amarillo; lacio, marcialmente liso. La nariz respingada. La boca sobria. Los dientes blanco perla. El maquillado de bronceado constante. Es la cuarta vez que lo trae a su programa en el último año.

Ecandidato. Economista, 51 años. La cara limpia, afeitada al ras. Más: nunca afeitada, púber. El cabello revuelto y detenido en el aire; un cabello en moto. Los ojos azules –pequeños y cristalinos, acuosos– abiertos con fuerza, sostenidos. Podría ser una estatua viviente o el play de un sticker. O un escualo.

 

Faltan dos años para las elecciones presidenciales en Argentina. El candidato sabe que es un tiempo suficiente para que suceda cualquier cosa. La más disparatada. Incluso que él sea presidente. La presentadora también. Suena Panic show, de La Renga, el grupo argentino de rock tradicional más convocante y masivo, con letras que evocan a la simpleza barrial y llaman a la desobediencia y la rebelión. El candidato la adoptó como himno. Sobre los escenarios, en un estudio de televisión. Siempre se escucha:

 

¡Hola a todos! Yo soy el león,

 

rugió la bestia en medio de la avenida,

 

todos corrieron, sin entender,

 

panic show a plena luz del día.

 

Por favor no huyan de mí,

 

yo soy el rey de un mundo perdido,

 

soy el rey y te destrozaré,

 

todos los cómplices son de mi apetito.

 

La presentadora y el candidato cantan arriba de la música. Se dan la mano; se sostienen de las manos y se mueven como si estuvieran saltando, pero sentados. Se sueltan. La presentadora sonríe. Lo introduce.

 

– ¿Cuándo a vos te dicen que hacés antipolítica, además de querer ningunearte, hay otro objetivo detrás de eso?

 

– La verdadera antipolítica son los chorros de la casta. Es decir, esos que están tan nerviosos con lo que está pasando con las ideas de la libertad y están todo el día agrediéndome.

 

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Donde haya un micrófono, Javier Milei repite sus consignas como una perforadora de cemento. Una estrategia de demolición mediática basada en una ecuación simple y eficaz: exaltar demandas legítimas e irresueltas con métodos y propuestas que van exactamente en contra de esas demandas. Libertad, Libertad, Libertad, se llama el libro que Milei y su entonces socio y amigo Diego Giacomini publicaron en 2019, donde sostienen, otra vez, la necesidad de eliminar al Estado para la libertad total. Del individuo. Pero para entrar en el sistema político y así, desde adentro, eliminar al Estado –dice en la introducción– será necesario esperar diez o veinte años. La casta –estamento social inamovible, inexpugnable y rellena de beneficios– aparece más de 20 veces a lo largo del libro. El problema, para Milei y Giacomini, es que la política ha cooptado todo. El leviatán se ha reproducido para establecer un sistema de castas, corruptas, parasitarias; creadora de todas las miserias, calamidades y, sobre todas las cosas, creadora de impuestos.

 

Se lee en un pasaje de Libertad, Libertad, Libertad: “Una vez separada de la Iglesia, la casta política se alió con los intelectuales laicos, específicamente con la nueva casta de profesores, doctores, historiadores, maestros, economistas tecnócratas, trabajadores sociales, sociólogos, ingenieros”. La casta está en todos lados y su legitimidad comienza desde muy temprana edad. “La educación pública es quien nos enseña que está bien que el Estado y sus políticos nos impongan impuestos y gasten nuestro dinero en lo que ellos consideran que hay que gastarlo”. Así las cosas, la educación pública atenta contra la libertad, libertad, libertad.

 

 

La lucha de Milei y sus seguidores contra el Estado es la misma que tienen contra el colectivismo; o sea contra cualquier idea de solidaridad. La libertad aparece así más cercana a la que tienen los participantes de El juego del calamar que a la genuina posibilidad de elegir. Pero ¿quién puede estar en contra de la libertad? No hay palabra que retumbe tan positivamente como libertad. No hay civilización ni cultura que se alce contra la libertad. No hay sindicato, ni organización, ni partido político que sostenga una lucha en contra de la libertad. Libertad, libertad, libertad.

 

La lucha de Milei contra el Estado es la misma que tiene contra el colectivismo; o sea contra cualquier idea de solidaridad

 

Claro que no es una ocurrencia de Milei y su partido Avanza Libertad. Desde el liberalismo o desde el conservadurismo, la derecha siempre fue más rápida y menos escrupulosa para apropiarse, entre otras cosas, de dos conceptos básicos de la humanidad occidental: violencia y libertad. Estados Unidos invadiendo cualquier país en cualquier parte del mundo en cualquier momento de la historia. Bombas y fuego para la libertad.

 

Milei sube al escenario de una de las presentaciones de Libertad, Libertad, Libertad en la provincia de Tucumán.

 

– Viva la libertad, viva la libertad carajo, viva la libertad; grita con rabia, como esos delanteros que anotan después de meses de sequía.

 

Enseguida se presenta, habla de su identidad con ironía.

 

– Mi error es ser liberal en un país de zurdos. –Agrieta, raspa la voz. Ruge. La sala está llena. Muchos tienen menos de 30 años. Al final de la jornada lo abrazarán como a un héroe, un salvador, un profeta.

 

Antes, cuando su discurso atraviese el pasaje de los impuestos:

 

– ¡Hijos de puta, hijos de puta, por qué no se van a la concha de su madre!

 

Noviembre de 2021. Dos años después de esa presentación. Otro escenario. Esta vez, no es una sala llena ni un auditorio colmado. Avanza Libertad alquiló el estadio Luna Park como búnker de unas elecciones legislativas que están por dar los mejores resultados para los liberales. Obtienen el 17 por ciento. Milei será diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Como en un recital o una obra de teatro. Como en un show, todos sus seguidores pagaron el ticket para ingresar y ahora esperan su rugido mientras gritan contra el Estado, contra los controles, contra la política. Por libertad, libertad, libertad.

 

– ¡Dije que no vení acá para guiar corderos, sino para despertar leones, y los leones están despertando!

 

El rostro de Milei se enrojece, se hincha; la voz se le corta.

 

En la euforia de la victoria, una escaramuza entre el público. Parece que alguien está intentando sumarse al festejo con Milei y sus socios. Gritos. Un hombre vestido de saco y corbata se cruza en el escenario, corre su saco y pone la mano sobre su pistola, todavía enganchada en el cinturón. Mientras apoya su mano derecha en su arma envainada, con la otra –también– apunta al público. Un socio del candidato interviene. Para retar al público. El hombre armado es uno de los empleados de seguridad de Avanza Libertad. Los leones se aquietan.

 

Meses después, el candidato faltará a su primera actividad como diputado: el debate por el presupuesto nacional. El candidato quiere ser presidente. Quiere entrar al Estado para destruirlo desde adentro. Ser jefe del Banco Central para cerrarlo. Terminar con la educación pública. No usa eufemismos ni frases rebuscadas. Lo dice claro, fuerte. Lo ruge. Su vehemencia encuentra empatía en una sociedad desencantada con los políticos por una razón, entre otras: sus vidas no mejoran. En las villas miserias, donde muchos sobreviven gracias a la mínima presencia del Estado, Milei sacó un promedio de 17 puntos. Desde 2003 hasta, al menos, 2011 –durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner–, los índices socioeconómicos mejoraron como nunca desde la vuelta de la democracia en 1983. Pero ¿quién come de los recuerdos?

 

Hoy, frustrada la utopía colectiva, el triunfo mundial del liberalismo tracciona un nuevo horizonte: la utopía del individuo total

 

El relato de la antipolítica entra a la política como un caballo de troya desde una opinión pública colapsada de hastío, frustrada, y carente de un espíritu aglutinador. En diciembre pasado se cumplieron 20 años del Argentinazo, el estallido social que terminó con el gobierno de Antonio de la Rúa y con la continuidad de las políticas neoliberales, impulsadas por la dictadura militar con el golpe de 1976. Comenzaron las asambleas populares; la autonomía; la comuna de París. La burguesía restableció el estatus pero con varios límites: un Estado presente, repartición de la torta de ingresos, ampliación de derechos civiles, y más. Hoy, frustrada la utopía colectiva, el triunfo mundial del liberalismo tracciona un nuevo horizonte: la utopía del individuo total.

 

Milei, el profeta del individuo, enciende la envidia en la derecha tradicional, el pánico en el progresismo y la curiosidad –y también el pánico– de la intelligentzia argentina. Primero como show economista en programas de televisión, después como caricatura de candidato –siempre como consultor técnico de grandes empresas–, Milei despega desde su plataforma mediática como la figura política que más incomoda al status quo. Algo así se pregunta Pablo Stefanoni en el título de su último libro ¿La rebeldía se volvió de derecha?

 

 

 

La etimología de rebeldía –volver a la guerra– podría dar una respuesta lineal, simple y afirmativa a la pregunta de Stefanoni. Quizá la pregunta no sea tanto sobre la identidad ideológica de los nuevos rebeldes sino el horizonte sobre el que avanzan. Es decir, ¿qué es lo que está en peligro?

 

Una encuesta realizada a principios de mayo entre 2.490 personas ubicó a Milei como presidente si las elecciones primarias se hiciesen ahora, por encima de todos los competidores con un 20,7 por ciento, un punto más que la actual vicepresidenta Cristina Fernández.

 

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Otra noche de luces. Hoy no hay gritos, no hay cantos, no hay rock. El león está sereno. La presentadora lo zuza. Nada. Una explicación monetarista de la inflación. Datos anualizados. Porcentajes. Números. Proyecciones. Anulación de controles. Commodities. Brecha cambiaria. Más nada. Lo interrumpe y pide al director.

 

– Mostrame las imágenes del desabastecimiento.

 

Las imágenes: dos botellas de aceite de girasol en una góndola. Un cartel dice “máximo dos unidades”.

 

– ¿Cuándo explota esto Javier? Hoy escuché que falta arroz.

 

Le responde con un libro sobre la inflación. Otra vez. Porcentajes. Déficit. Demanda. Dinero.

 

– ¿Hay que dolarizar?

 

– Más que eso. Hay que eliminar el Banco Central.

 

Ruge la presentadora.

 

– ¡Empecemos a organizarnos! ¡Se vuela todo por el aire! ¡Estamos a un paso de la hiperinflación! ¡No hacen un carajo!

 

El candidato pide disculpas en nombre de otros economistas. Pide, también, tiempo para explicar. Explicar. Sin rugidos, no hay show.

 

– Te lanzas en la carrera para presidente. Estás más serio. ¿Es por eso? ¿Estoy hablando con el futuro presidente de los argentinos?

 

Ahora sí, las manos se juntan. No hay música ni saltos pero la presentadora y el candidato se vuelven a sostener de la mano. Primer plano sobre él. Levanta las cejas para expandir los pequeños ojos celestes. Va a decir algo importante. Anuncia que ya está armando el gabinete de ministros. Todavía quedan lugares. No quiere contar más sobre su futuro gobierno. Se detiene ahí. Se fija. Como su cabello. La estatua viviente ya se movió hacia una nueva posición y ahí se quedará. Congelado, hasta que alguien arroje la siguiente moneda.

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