viernes, 27 de mayo de 2022

INTELECTUALES AL SERVICIO DEL PODER

 

INTELECTUALES AL SERVICIO DEL PODER

Eduardo Sanguinetti, filósofo, poeta y performer.

Los intelectuales desempeñan un papel significativo en la creación de la imagen de la actualidad, sin embargo, estos han elaborado una versión bien diferente de sus específicas funciones tras subordinarse a todas las instancias del poder corporativo. En este período de la historia, cierta “intelligentzia” se ha convertido, en amplia medida, en una especie de ‘clero secular’ al servicio del poder y de sus instituciones.

Esta “intelligentzia” se presenta ante la sociedad como disidente, iconoclasta, independiente, haciendo pensar a la población que su posición es adversa al sistema. Un análisis apropiado de los hechos revela que estas características se pueden aplicar sólo a unos pocos intelectuales, que, por otra parte, son objeto de calumnia, vilipendio o marginalización y en las sociedades más violentas, simplemente se los suprime o elimina.

 

La “intelligentzia” al servicio de este sistema creó una ideología explícita para justificar lo que fue llamado por Walter Lippmann: “fabricación del consenso” o “la planificación y manipulación del consenso” de Edward Bernays. Dicho mecanismo es considerado de capital importancia en esta sociedad, llamémosla democrática, en la que las masas no pueden ser controladas directamente por la fuerza o por la violencia explícita.

 

Esta manipulación se efectúa a través de los medios de comunicación social (gráficos, electrónicos, virtuales) que son de un inestimable valor para la fabricación del consenso.

 

Bajo diferentes modalidades se elabora un sistema de adoctrinamiento que va teniendo éxito, y la “intelligentzia” desempeña un papel central en ello, aunque siendo realistas, habría que decir, un papel subordinado, ya que el poder que ella sirve, radica por supuesto en otras instancias.

 

Un pestilente “travestismo mediático” ha sido instalado en las monopólicas corporaciones económicas de medios de ¿comunicación?, por quienes dictan y rigen nuestros destinos, en Argentina y el planeta todo.

 

Tendencia a la que intelectuales rentados y temerosos responden, con frío o con calor, con fábulas o cuentos de lo que debe ser y conformar en una Matrix, el mundo que pretenden que vivamos.

 

Estos informantes de bolsillos profundos, lanzando obviedades acerca de asuntos endémicos o escribiendo interlineados de las noticias que jamás fueron, entre publicidad de productos prescindibles y la siempre premiada farándula vernácula, hoy intelectualidad y clase política de Argentina, ponen en escena la cultura de este tiempo, “espectralizan” la cultura de este tiempo.

 

Creo que es preciso que el método del intelectual “relativizador” del accionar criminal del poder consista en calcular una justa irrupción de la verdad: “debe decir lo que se cree que no debe decirse”. Hoy, cuando me refiero a la figura del intelectual, hablo de aquellos que, más allá de toda profesión, ejercen un discurso público y opinan sobre los grandes temas de un mundo que se debate entre la mentira y el poder de quienes la imponen e instalan.

 

En mi ensayo sobre el demonismo cual metáfora de la realidad “El Pedestal Vacío” (1993, editorial Catari), amplío mis certezas acerca del simulacro y la mentira, al convocar a los fantasmas que se refirieron tantos notables intelectuales a lo largo de la historia, y que hoy, aparecen por doquier a modo de mentiras de ninguna verdad. Cima y sima, cual pliegue del espectáculo en que se debate una humanidad esclavizada.

 

El desarrollo de las tecnologías y las telecomunicaciones provoca la apertura a un espacio de una realidad fantasmal. No tengo dudas de que la tecnología de punta, en lugar de alejar fantasmas, abre el campo a una experiencia en la que la imagen no es ni visible ni invisible, ni perceptible ni imperceptible, simple y trágicamente un recuerdo escindido.

 

Uno de los mecanismos más eficaces usados por la apropiadamente disciplinada “intelligentzia”, es el mecanismo de “disentimiento aparente”. En este sistema se estimula la controversia, dentro del marco de ciertas presuposiciones. Estas jamás se expresan abiertamente en un sistema de propaganda adecuadamente concebido, pero definen los límites de lo que la burguesía considera una opinión responsable.

 

Esta técnica de disidencia aparente, contribuye notoriamente a la fabricación del consenso, con resultados espectaculares, en una población anestesiada, manipulada y seducida por los valores prostituidos del consumo y sin límites, conseguida a cualquier precio.

 

El resultado es la destrucción de toda práctica de disidencia y la imposición del consentimiento pasivo y del conformismo temeroso, en las comunidades del planeta, que ya alcanza niveles aterradoramente notorios. No olvidemos que la publicidad de productos, confeccionados por las corporaciones, solo invierten en publicidad, en medios que adhieren al sistema neoliberal. Está absolutamente vedado, por razones obvias, publicidad en medios que no adhieren al régimen.

¿Cómo es posible todo esto?

 

Una larga experiencia de censura, de renunciamiento, de exilio interior, me hace no poder dejar de abarcar estas cuestiones.

 

Necesitaría escribir un libro, que nadie publicaría, para describir cómo un intelectual que se autodetermina con coraje y dignidad, está condicionado en Argentina, cómo se le quiere imponer el silencio, cuando sus ideas, su obra, su vida misma, son molestas para los que detentan el poder e incluso para los propios consumidores de la basura, que día a día, se publicita desde todos los medios, incluso desde las marquesinas y afiches ubicados en calles y autopistas, donde este mundo del espectáculo se promociona.

 

El resultado es claro: el repliegue a una posición anárquica, cuya intensidad afectiva puede volverse inquietante, cuando la comprobación de la impotencia oscila en el sueño de la omnipotencia.

 

Esta serie de exilios, esta posición marginal del discurso, determinan una poética y una patética del intelectual independiente: una pérdida de noción de realidad inmensa, una situación donde las ideas se tienden entre dos polos extremos: entre el trabajo de la idea que absorbe la acción o, por otra parte, la acción que absorbe la idea, vuelta imposible.

 

Una poética nutrida de estremecimiento frente a una realidad que muta en una irrealidad, un despliegue a una posición al borde del silencio y una tendencia a la “ficcionalización” permanente de lo real. En el terreno en el cual se colocan los discursos individuales, cualesquiera que sean…incluso el mío.

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