LA DANZA DE LA OSCURIDAD(NARRATIVA) 9
DUNIA SANCHEZ
Todo lo que sea limpieza hace bien. Una purificación exacta de lo que produce revolturas en tu estómago. Desintegrarse y quedarse en un puente donde te meces de manera solitaria son batallas que hay que afrontar. Nacer de nuevo con el brío de un jardín de flores nuevas debemos adoptar. Todo ha de acabar como nosotros con la muerte. La muerte de gente que nos produce una aglomeración de atropellos y caídas en la existencia. Hay que decir adiós sin más. Sin retorno solo, adiós. Arrancar todo aquello estúpido en una luz apagada.
Hay que encender
sendas donde nuestro corazón, donde nuestra razón habite en el bien, en lo
estable, en lo verdadero, en lo natural. Fingir que estamos contentos ¿eso es
verdad? Eso es antinatural, una cruz que debemos cargar y cansa. Cansa
demasiado enraizándonos en el desdén, en la desdicha, en la pobreza de nuestros
sentidos. Me acerco al pasillo de esta casa que habito, la rosa negra que
agrieta la pared. Parece que ha aumentado. Una duda se cierne tras de mí. Salgo
de casa voy al cementerio. Un cementerio en la periferia de esta ciudad, en el
horizonte diviso el océano. Un océano donde el canto de las ballenas se hace
penoso, triste. Voy caminando, no hay prisas. Las prisas son para urgencias
mientras tomo la tranquilidad en mis pisadas. Y es que el día está bonito, una
maravilla que me rindo a su perfección. Todo a de ser fluido, dejar correr el
agua en su ritmo, dejar correr las noches, los días en su curso. Un embarazo
hasta que el nacimiento es preciso en ese instante. Llego al cementerio, entre
semanas solitario, aferrado a la sonoridad de los pájaros que pacen en él.
Entro y mis cavilaciones me empujan, me atraen a la tumba de mis antepasados.
No llevo flores, ellas que crezcan en su naturaleza, en la tierra. Mis manos
vacías se conforman con esta visita solo mi espíritu, solo mi amor, solo unos
recuerdos. Frente a una lápida de mármol negro me deposito, leo los nombres de
aquellos antes de mi y una pizca de
cariño brota en mi ojos. Se está bien
aquí, hay calma, un olor a cipreses y rosales variopintos invadiéndome. Una
mezcla de sosiego y equilibrio que me busca, que me encuentra. Sin saber porqué
estoy aquí, estática, miro y miro la tumba. Mi niñez recorre cada vertebra de
mi columna y se hace ligera, garabatos en los surcos de lo natural, de lo
impredecible en aquellos años. La inocencia se posa sobre mis hombros y soy
viaje donde la niñez es miseria, donde la niñez no existe, donde la niñez es
decapitada por opresores, por vándalos, por la necesitar de asesinar y asesinar
aquello que en el mañana sostendrá este planeta. Verdes valles. Verdes prados.
Verdes barrancos. Verdes cumbres. Verdes niños. Todo verde como la esperanza.
Todo en la sincronización de nuestro mañana en las espaldas de ellos. Y qué
hemos hecho. Hemos pagado con nuestras derrotas, con nuestras convulsiones, con
nuestras obsesiones su mañana…su mañana. Y una lágrima rastrera se hace hueco
en mis mejillas. Y una lágrima ingrata me agita, me hace contemplar el dolor…y
más dolor. .Caigo donde estoy, en el cementerio. Sí, es necesario limpieza. Una
limpieza de nuestra alma, de nuestras manos sucias ante los inocentes. Paso la
mano por cada letra de los nombres escritos en la lápida, en la lápida de
mármol negro…CONTINUARÁ
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