“LOS CORDEROS DEL SIGLO XX Y
EL BIENESTAR ECONÓMICO”
Presentación
Buenas
tardes, señoras y señores, y muy bien venidos a la presentación del libro “Los corderos del siglo XX y el bienestar económico”.
Antes de comenzar quiero agradecerles la asistencia a este acto pues
nuestra presencia al mismo significa un incentivo, un apoyo y un abrazo para la
autora, mi hija María José.
Para todos nosotros, para los amantes de la poesía, la presentación de una nueva obra poética debe de ser siempre una celebración, y por ello, es para mí un gran placer compartir con ustedes la alegría de este momento. Nuestra presencia hoy aquí constata muchas cosas que ya sabíamos, y es que María José es una mujer muy querida y admirada, por su entrega como profesional de la enseñanza, por su arte poético y por estar presente en muchos eventos culturales.
El presente poemario María José lo
ha dedicado a su hija Elena, mi nieta, que ya ha hecho sus primeros pinitos en
el mundo de las letras con su poemario “El disparo de la discordia”, además de
participar en eventos y colaborar con su joven pluma en varias publicaciones literarias.
Desde aquí la animo a que continúe enriqueciendo y ampliando su interesante creación
poética.
A veces hablamos del poeta y
alabamos sus logros literarios, pero nos olvidamos de la persona y de su faceta
profesional y artística. María José es una mujer muy activa, ligada a la
enseñanza, y de forma apasionada al mundo de la literatura, participando, como
ya hemos dicho, en actos, eventos, charlas y presentaciones culturales que
pidan su colaboración. Solo hay que leer la solapa de este libro para hacernos
una idea de su amplio currículum literario. Siempre está inmersa en proyectos culturales
e ideando nuevas técnicas para conseguir una metodología más eficaz y una
didáctica de más fácil acceso para los niños. Yo mismo he sido beneficiario de
su entusiasmo cultural. Conservo con cariño el diploma que me concedió al incluir
una de mis novelas en el proyecto “Encuentros con el autor”. Los niños la
leyeron, me entrevistaron y adornaron una de las paredes de la sala Poeta
Domingo Rivero con dibujos referidos a la novela.
Al ser poeta, María José es artista, porque artista es todo
aquel que crea belleza, ya que la belleza es la esencia fundamental de
cualquier obra de arte. ¿Qué es arte?, nos preguntamos a veces. Generalmente se
le define como cualquier actividad humana hecha con esmero y dedicación. A esta
definición, el periodista Luis León Barreto en su sección Ida y Vuelta
del periódico La Provincia, en un artículo titulado “Arte para enfrentar la
pandemia”, asegura que «El arte, en su relación con la belleza y la tragedia, puede
transmitir sentimientos, complacencias y derrotas». Y es verdad. En mi primer
viaje a Roma con mi mujer, recuerdo la visita que el grupo hizo al David de
Miguel Ángel. El guía era experto conocedor de la obra escultórica de esta
figura universal. No solo nos hizo contemplar la perfección de la escultura en
sí, sino vibrar de emoción al descubrirnos y hacernos ver detalladamente el
momento en que se encontraba David, el instante de poner en marcha la honda
mortal, la intensidad de su mirada, la posición de su cuerpo, la hinchazón de
las venas del brazo antes de lanzar la mortal piedra. Un enorme sentimiento de valor
y heroísmo inundó a todo el grupo. Es verdad lo que afirma Luis: el arte
transmite sentimientos.
De las bellas artes tradicionales, la poesía ―como parte de la
literatura―, es arte con mayúscula, y así como la esencia de un perfume se conserva
en frascos pequeños, la poesía necesita de muy poco espacio para crear belleza,
que es la finalidad de todo arte. Si hablamos de las Bellas Artes, el escultor
o el arquitecto se vale de herramientas, como el cincel o el martillo para crear
su obra; el pintor, de lienzos, colores y pinceles; el músico, de instrumentos;
el cineasta, de actores, escenarios y efectos; sin embargo, el o la poeta, solo
necesita la palabra. Con pocas palabras o un solo verso es capaz de crear enorme
belleza. Para ello se aísla, medita, cierra los ojos y las busca en su corazón,
en su alma; y cuando las encuentra, experimenta un gozo tan sublime que se cree
transportado a las estrellas o encontrarse en el mismísimo paraíso o en el
cielo con Dios. Y rápidamente las incluirá en el poema y las guardará allí como
un tesoro de valor incalculable. Y nosotros, al leer el poema y descubrirlas, disfrutaremos
de un placer tan grande que nos hará vibrar y disfrutar de la belleza y
grandeza de un pensamiento divino, inapreciable, que a veces mina nuestra
conciencia y revoluciona nuestro modo de vida y forma de pensar. Porque el
poeta es innovador, es un revolucionario que ama al mundo, lo siente, lo
escucha, y es el vigía de lo que en él ocurre. Y cuando el mundo está en
peligro, el poeta le ofrece el poder de su palabra para salvarlo. El mundo
necesita su verso, su poema, palabras que alimenten su espíritu. A veces el poema es solo la expresión de un
deseo, ese deseo que tienen todos los poetas de cambiar el mundo a mejor.
Ser partícipe de la presentación de un poemario es para mí un
gran honor y todo un orgullo; sin embargo, lo considero un atrevimiento por mi
parte. Lo digo porque cuando leo un buen poema ―y creo que a muchos de los
presentes les pasa lo mismo― me siento tan dentro de él que me adueño de
emociones que no son mías, y me considero usurpador de los sentimientos más
íntimos del poeta. Y amamos la poesía porque nos da vida, es la esencia que
alimenta nuestra alma, no solo la del poeta, sino la de cualquier ser humano
que lo lea. Es el frasco que encierra el perfume de los sentimientos más
íntimos. Cuando el o la poeta escribe, lo que hace es expresar de forma
maravillosa, a veces sublime, los diferentes estados por los que su alma
atraviesa en cualquier momento trascendental de su vida: en momentos de placer,
de amor, de odio o desamor. Y ese deseo imperativo de expresar sus sentimientos
más íntimos le surge en cualquier lugar; de día o de noche; contemplando un
bello paisaje, admirando la belleza de una puesta de sol, la hermosura de una
mujer, la inmensidad del mar, o encontrándose en la soledad y tranquilidad de
su habitación.
Cuando María José me entregó el poemario me quedé unos segundos observando
la ilustración de la portada, creación de Óscar Valido. Creí ver un hombre
lobo, o un lobo disfrazado de hombre. De pronto pensé: “Este poemario debe tratar
del hombre acaparador; el que destruye; el que esclaviza; el que humilla; el empoderado;
el que derrota al débil y lo devora”. Sin duda, se trata del hombre lobo, me
dije. Y me vino a la mente historias que me contaron parientes gallegos de mi mujer,
ocurridas en las oscuras Fragas del Eume, esos bosques aislados y de
difícil acceso de Galicia desde donde los lobos hambrientos salen durante la
noche y devoran el ganado. E hice un paralelismo con el hombre de la portada en
mi subconsciente. Pero en cuanto comencé a leer este poemario, comprendí que el
gráfico de la portada no representaba al hombre lobo, sino al hombre cordero.
¿Quién será este ser para erigirse protagonista en muchos de los poemas? ¿A
quién representa?, me pregunté.
“Ahora,
en silencio, el mundo llora la ausencia de los corderos…” afirma la autora
en el Exordio, que más que un comienzo parece un final. ¿Se
habrán extinguido? El estudio de este personaje tentó mi curiosidad y lo he
seguido a lo largo del poemario. Por eso centré todo mi interés en descubrirlo.
Los 74 poemas se presentan separados
por páginas en negro conteniendo textos con caracteres en blanco que parecen ser
resúmenes o esencias de los poemas que le siguen: “Me estaba matando. Dulce
cordero”, o “Camino sin rumbo, acariciando el momento”, se lee en
algunas. En otras, la autora nos ofrece frases de interés social, como una
invitación para ser debatidas: “Y la enseñanza, hoy con otro nombre, sigue
en la misma línea”, escribe en la página 65; o muestra su desacuerdo con la
política: Da igual quien gobierne. La cartera de los políticos siempre
estará colmada. El estómago de los pobres, vacío, asegura en la página 89.
El poemario comienza
con la imaginaria protagonista apoyada en la barra de un bar, recordando un
amor mentiroso, indigno y falso que desea olvidar:
“Malditos recuerdos que atan mi cerebro
Malditos recuerdos que narcotizan mi alma”
escribe en el
poema 1,
En el poema
2 lo quiere borrar de su mente:
“Nadie te recuerda, ya no existes,
Tu nombre escrito en el viento
vacía los ojos del corazón”,
Y en el 3 quiere liberar su mente y su alma de cualquier vestigio
suyo:
Mis huesos duermen con el perfume
de la mentira, de tu mentira.
Quisiera volar, liberar mi mente,
limpiar mi alma.
¿Quién es este ser? me pregunto.
El poema 5 me da una sugerente idea:
“Hombre que vuela besando corazones ajenos,
acechando a débiles palomas, enajenando mentes…”
En el poema 6, la protagonista los
repudia y maldice:
Apestan a estiércol…
Malditos inconscientes que pagan para que les den amor…”,
En el 12 nos
señala un elemento en su indumentaria, común para todos ellos:
«Los murciélagos salen de
sus cuevas con gafas de sol…»
En el poema
18 los trata de borregos:
“Borregos de inculta
estirpe…”.
Y en el 20,
los desprecia por creerse donjuanes:
Hoy te he visto
sonreírme
Susurrando mi
nombre entre tus dientes,
balando para
conquistarme…
Son seres
que aparentan ser poderosos, pero no son nadie, asegura la protagonista en el poema
26:
“La música me traslada a la fiesta de los borregos
que solo berrean la
melodía del comisario…”
Como se
creen poderosos, seducen, aman y destruyen, sin remordimientos. Son personas
sin alma, sin principios, que no tienen conciencia. Hagan lo que hagan,
destruyan a quien destruyan salen impunes, sus fechorías se ocultan, no se dan
a conocer, se guarda silencio:
Y salieron
perfumados los hombres importantes
de importantes
carreras
donde el silencio
se adorna con el humo de los habanos
nos asegura en el poema 32.
Y a estos
seres se les llena la boca de mentiras, de vanagloria, de superioridad:
Tu boca se llena
hablando de tu estirpe
A los amores en
horas trasnochadas… ,
escribe en el poema 33.
Muchos de los poemas son como flases de momentos que la protagonista
recuerda con nostalgia:
“Mi café se enfría en una mañana
Donde tú ya has dejado de existir…”,
canta en el poema 40.
Y en el 42, confiesa:
Aunque tú no lo sepas
Aún miro tu foto
Guardada en la caja de aquellos años
Amarillenta y arrugada
Los últimos
poemas del libro tratan de la degradación de estos corderos.
Así nos lo dice
en el poema 54:
Los corderos
atraviesan callejuelas
empedradas donde
los aromas
del vino despiertan
el aburrimiento.
Y en el 56, la protagonista los ve inalterables al
paso del tiempo, obrando siempre igual:
La noche enturbiaba su cabeza.
La edad no pasaba, se divertía como antes… ,
Aunque en el 59, la autora
parece que se ríe de ellos y les cuenta la verdad:
El sexo quedó congelado mirando al tiempo.
Finalmente,
en el poema 70, la poeta se queja de la vida que estos seres dan a su
familia:
” Esposas afligidas
aguardaban a corderos con chaquetas perfumadas …”
Muchos de
los poemas encierran sentimientos de tristeza y dolor motivados por la
decadencia de la vida en el núcleo familiar, por el retroceso de los valores sociales
y de la cultura en general. Muchos de los temas expuestos en el presente
poemario son una denuncia a los que ostentan un poder que no les corresponde ni
se merecen; a los que alardean de ser amos cuando en realidad son ignorantes corderos,
que, cansados de fingir, finalmente se abandonan y deambulan perdidos por la
vida con la cervical rota de tanta sumisión.
En muchos
poemas María José siente una gran pena por la escasa calidad intelectual de la sociedad
actual. Tristeza, desesperanza y lamentos se desgranan en muchos de ellos. En algunos,
la poeta rompe el silencio y se expresa con una temática tan real y sincera que
parece atravesar los poros de su piel y hundirse en su propia carne.
María José, que tiene al Magisterio como
base de su existencia y profesión, está muy preocupada con la intromisión de
estos seres oscuros en un espacio tan sagrado como es La Enseñanza, ya que
estos intrusos menosprecian la verdadera cultura e intentan crear normas degradantes
con el fin de que los jóvenes crezcan en la ignorancia, para dominarlos y
adoctrinarlos fácilmente:
“La educación engordando ignorantes, para que no entiendan.
Borregos… borregos”, nos dice la autora al final de la
página 100. ¿Serán estos los protagonistas que yo andaba buscando?
Para acabar,
quiero hacer constar que el camino del poeta, este sendero de creador no es siempre
un camino de rosas. Hay aromas de gloria, pero también espinas de dolor.
Las envidias salen
a pasear por mi jardín…
se queja la autora en el poema 45.
María José,
yo te animo a que continúes y perseveres en tu creación literaria, sin miedo a
esos tropiezos y dificultades que, como dices en el poema, te amenazan.
Quiero finalizar
citando la frase de aliento con la que Luis León Barreto cierra su artículo “La
Palma y Ucrania, el volcán y la guerra”, que parece hecha para tí: «¿Desfallecer?
No. ¿Resistir? Siempre. ¿Rendirse? Nunca».
Y nada más. Gracias por su atención.
José Godoy Pérez 19/05/2022
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