LA DANZA DE LA
OSCURIDAD(NARRATIVA) 11
DUNIA SANCHEZ
El tráfico se acumula en la carretera, es hora de descansar, de almorzar. Yo aun no tengo apetito con esta brisa que viene y va con sus ráfagas inquebrantables. Mis brazos se posan en la barandilla de la avenida y observo el retozar de las olas que vienen y van con su espuma blanca. La marea está alta, hay mar de fondo. Un mar que se lleva todo lo que en la orilla hay. Todavía existen el canto natural del océano. Es lo más próximo que tengo en esta urbe, detrás de mí, gente circulando con la mirada perdida en sus razones, en sus pensamientos. Me siento donde el mar es el todo para tomarme un café a mi modo de contemplación. Cuerpos mojados a la servidumbre de un sol primaveral. Vienen , van…van, vienen.
Yo aquí, ahora, con
el silencio de mis manos, de mis piernas. Sorbo el café y me vinculo a sus
últimos días. No sé porqué un ayer acude a mi a estas horas, cuando ya no estoy
en ese campo donde los muertos son reflejo del mañana. El olor a cipreses y
rosas me viene en su mezcla heterogénea con este mar de algas y caracolas.
Distingo cada uno de los olores y me balanceo en el ultimo aliento. Un sudor
enhebra mi espalda, un sudor de un todavía rumorea la rosa negra que agrieta mi
pared. Fijo mis sensaciones a esta libertad que ahora poseo. Fijo mis
sensaciones a la actitud irracional de un planeta que se fragmenta, que se
rompe en cachitos de penurias, de guerras inagotable en el concurrir de los
siglos. Siempre hay algo aguijoneando la paz Y me pregunto el por qué…el porqué
de estas incoherencias, de estos despistes de la humanidad. Termino este café y
me introduzco en lo insensato, en el delirio de grandeza que puede llevarnos al
caos. Nos acoplamos a lo maligno como si ello fuera nuestro futuro, pero,
erramos. Somos seres inseguros en un vaso de agua, en un océano extenso que nos
ahoga, que nos deprime. Y ahora que encuentro la sencillez, mis ojos
paralizados en esta grandiosa belleza susurrando su movimiento, continuo,
cronometrado en el curso de las horas, de los instantes que hemos de vivir. No
más, esta tierra donde estática soy dejada por la brisa marina en absoluta
reflexión ante lo bello. Todavía, estamos a tiempo que nuestros caminos se
crucen, se acaricien y seamos hijos de la paz. Pago y me levanto. Sigo el paseo
adoquinado de la playa, me divido entre cada secuencia que dejo atrás y en la
imagen de sus vidas, de lo cotidiano hasta llegar a ese edificio donde vivo.
Subo las escaleras, solo el aroma de las comidas tintinea en ellas. Abro la
puerta y un fuerte olor a rosa negra invade toda mi sustancia...CONTINUARÁ
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