ANN...2(CONTINUARÁ)
DUNIA SANCHEZ
2
¡Ann¡ Ann¡ mi nombre
saboreado por el oleaje incesante no lejos de casa. Un rememoar del olor
intenso a mar me viene. Un olor mezclado con peces, caracolas y algas y un faro
que en la noche, visible, nos quedábamos mirando en su monotonía. Sí, vivíamos
en la isla cerca de la playa. No la apreciábamos, como deberíamos. Ahora, me
quedo intacta en el tiempo y examino, compruebo mi mirada a esa masa azulada
verdosa donde por costumbre íbamos a jugar.
También el hoy convivo con ella, pero mi perspectiva es bien distinta.
Un océano que nos aisla, que nos enorgullece, que nos muestra la sabiduría del
paso de los siglos y el ahí, callado, con la conversación de las olas ¡Uhm¡ Me
acerco a la ventana y lo ojeo con cierto cariño, hoy a amanecido cargado de
bravura, con la bandera de prohibido el baño. Y mi que más me da, siempre me he
dado un chapuzón, antes no existía esa señalización y no pasaba nada…nada , de
nada ¡Oh ese mar¡ con su brusco palpitar me caricia en el día de hoy y me trae
el ayer ¡An¡ ¡An¡ mi madre me llamaba.
Prepara a tus hermanos para irnos al
mercado, me decía con su vista cansada, con su vitalidad aun reluciente, con la
belleza que ahora llegan hasta a mí. Nos sentamos todos en la mesa y con el pan
crujiente recién traído por mi padre lo untábamos con mantequilla y mermelada
alemanas. Productos que después de la guerra aquí no existían. Productos
apreciados por los que no tenían nada para echarse a la boca. Mi padre,
peluquero de los buques que llegaban a la isla, siempre nos traía cosas
preciosas, vajillas, regalos de sus clientes. Y como no ese pan crujiente ¡Uhm
su olor¡ Aun en mi mente navega su aroma, tan peculiar, tan exquisito, tan
atrayente ¡Ann¡ ¡Ann¡ parece que al fijar la vista al mar que mi madre me llama
de una orilla que no logro distinguir pero siento que me llama. El sol ansioso
de un día primaveral sale y me encuentra, en la ventana. Está puntilloso, como
huyendo de lluvia. Vendrán o no vendrán…vendrán o no vendrán tanteo. Creo que
no , que lo magnífico de la jornada se quedará y todos abrazaremos su tibieza,
esa calidez natural con que nos seduce ¡An¡ ¡An¡ levanto a mis hermanos con la
palabra de en que hoy es un día especial y hay que madrugar , tenemos que
aprovechar las horas antes de que la noche nos llame con sus fogatas y
hogueras. Cierro la ventana y me condeno a mis recuerdos, mi mano comienza a
temblar un poco cuando me sirvo el café, en una taza, en una taza pequeña de
porcelana antigua. Sorbo a sorbo mi aliento me evoca el pasado. Un pasado donde
la miseria se veía por cualquier esquina, un pasado donde la lumbre de noticias
desconocidas, apagadas nos daba
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