EL BLOQUEO TÁCTICO DE NADIA CALVIÑO
MATS LUCIA BAYER
Golpe en la mesa de
la patronal y nueva crisis en el Gobierno de coalición. La derogación de la
reforma laboral se ha colado como condición para la prórroga del estado de
alarma por otros quince días más. El acuerdo firmado por PSOE, Podemos y Bildu,
aseguraría que se adoptasen dos medidas esenciales: la derogación integral de
la reforma laboral de 2012 y la flexibilización del gasto en los ayuntamientos,
permitiendo el sobrepasar la ley Montoro. Es útil recordar que la derogación de
la reforma laboral ya figuraba en el acuerdo de Gobierno acordado para la
coalición, aunque desde entonces la cuestión se había ido diluyendo (ayudada
por el hecho de deber gestionar la crisis sanitaria). Ahora, la necesidad de la
abstención de Bildu ha forzado la concreción de esta medida, que debería ser
integral, y añadiendo además un plazo: debería aplicarse antes de que se acaben
las medidas extraordinarias promulgadas para hacer frente a la covid-19.
El efecto
desestabilizador que la pandemia del coronavirus tiende a agudizar las
contradicciones sobre las cuales se asientan la mayoría de gobiernos. El caso
español no es una excepción y las contradicciones han marcado los límites de la
acción de Gobierno. Se ha asumido así el pago de los salarios de aquellas
empresas que se declararan en ERTE, evitando que la tasa de paro se disparase
automáticamente, la moratoria en el pago de los alquileres no ha hecho que
desplazar el problema de su pago en el tiempo (tras presión de los movimientos
sociales), la pandemia no puede servir como excusa para despedir por causa
objetivas (no se han prohibido, sino que pasan a ser improcedentes), la
prohibición de acceder a los ERTE a las empresas con domicilio en paraísos
fiscales es con respecto a la ingeniería financiera contemporánea, como querer
apagar un fuego con una pistola de agua. En su conjunto, se trata de medidas
que cumplen su función simbólica pero cuyo efecto poco tiene que ver con una
“victoria del movimiento obrero”. Más bien, la idea que vehicula el conjunto de
la acción de gobierno es que el paquete de medidas propuesto demuestra que,
comparado con la gestión que tuvo lugar en el 2008, “se puede gestionar la
crisis de otro modo”. Lo que también se demuestra, es hasta qué punto el marco
del PSOE se ha convertido en el marco en de referencia y horizonte de
posibilidades para que Unidas Podemos desarrolle su política.
A pesar de los
avances, una de las mayores contradicciones del actual Gobierno es la asimetría
de poder en su seno. Así, mientras que las movilizaciones en sectores como el
del derecho a la vivienda consiguen arañar una moratoria de los alquileres que
garantiza las rentas y que transforma los alquileres debidos en deuda, a la
CEOE le basta con levantar el teléfono y marcar el número de Nadia Calviño,
para que un gobierno progresista cambie los términos de un acuerdo firmado el
mismo día. Obviamente, esto tiene que ver con las condiciones de partida de la
coalición, que se articuló en torno a un equilibrio precario, con una
correlación de fuerzas muy favorable al PSOE, que dejaba a Unidas Podemos con
ministerios menores o con competencias disminuidas (mientras que en carteras
clave eran ocupadas por personas clave de corte neoliberal). Yéndonos un poco
más lejos en el tiempo, también tiene que ver con la progresiva subordinación
durante los años de Podemos e IU al espacio político del PSOE, abandonando poco
a poco una voluntad de autonomía con respecto al mismo. La capacidad histórica
del PSOE de conjugar un voto de clase trabajadora con la aplicación de programa
económico neoliberal se ha adaptado y quiere demostrar que es capaz de integrar
al espacio político de Unidas Podemos.
El jueves, la
vicepresidenta y ministra de economía señaló que no es pertinente el derogar la
reforma laboral porque generaría demasiada incertidumbre e inseguridad jurídica
en un contexto de la “mayor recesión de nuestra historia”. ¿Incertidumbre para
quién? Cabría preguntarse cuánta gente se encuentra ahora mismo en vilo,
sabiendo que pueden quedarse en la calle de un momento a otro, gracias, entre
gran parte, a la reforma laboral que se pretende derogar. Como medio de presión
añadido, la CEOE ha acabado abandonando la mesa del diálogo social. La
negociación a tres bandas entre gobierno, sindicatos y patronal ha sido durante
estos meses el sello mediante el cual el Gobierno quería demostrar la
viabilidad de las políticas. Pero no se trata únicamente de respetar un marco
de negociación dado. Es precisamente en estas negociaciones donde la patronal
tiene más fuerza, porque además de representarse a si misma y no tener que
pasar por distintas mediaciones (PSOE, PP, C’s, Vox, PdCat, PNV, CC, etc.), la
contraparte es mucho más dócil y previsible que las diferentes expresiones de
izquierdas en el parlamento.
La derogación de la
reforma laboral de 2012 ha sido de los puntos que más tensiones ha cristalizado
en el actual Gobierno desde las elecciones de noviembre. No es para menos, ya
que la manera en cómo se derogue, o reforme, indicará no sólo el tipo de salida
le quiere dar el actual gobierno a la crisis, sino que también determinará la
capacidad de respuesta por parte de las y los trabajadores. Frente a su potencial conflictivo, distintas
fuentes en el gobierno han querido matizar este conflicto arguyendo que toda
modificación legislativa requiere una serie de modificaciones técnicas. Cuando
el debate se acaba centrando en la aplicación de procedimientos técnicos se
tiende a difuminar la cuestión de fondo. En este sentido, en lo que respecta a
la reforma laboral, es una mala señal.
En el conjunto de estas
mediaciones y negociaciones, Calviño juega un papel primordial, estableciendo
los límites de la acción del Gobierno y marcando la línea que corresponda con
los intereses del capital. Su presencia en el Gobierno permite cuadrar una
cierta coherencia entre las distintas escalas de poder, desde el europeo y las
plazas financieras hacia el nacional. Estos elementos no son, si de lejos, de
una sorpresa, pero sí que es cierto que la ilusión de poder sobrepasar el
cerrojo neoliberal se ha visto de nuevo desmentida.
Esto plantea un
problema importante para gran parte de la izquierda, cuyo principal referente
(UP) se encuentra siendo partícipe de estos mecanismos. Varias son las
reacciones que hemos identificado estas semanas: por una parte, se extiende un
sentimiento de resignación parcial frente a los límites que impone el contexto
de la pandemia y la crisis sanitaria. Por otro lado, una tendencia a glorificar
aquellos “logros” que provienen de su participación en el ejecutivo (como las
medidas sociales descritas anteriormente). Ambas actitudes desembocan en la
justificación de la presencia de UP en el Gobierno, así como de los “sapos” que
se está teniendo que tragar.
En un contexto de
polarización creciente, esta dinámica puede tener un coste muy alto para las y
los de abajo. Las movilizaciones promovidas por la extrema derecha en las
últimas semanas persiguen, de nuevo el objetivo de ejercer como la principal
fuerza de oposición, bajo una clave impugnatoria. Afortunadamente existe una
parte de la población les planta cara en la calle y denuncia sus discursos de
odio (además de su irresponsabilidad sanitaria). Sin embargo, cabe preguntarse
qué puede ofrecer UP ahora mismo a una población y unos movimientos que
necesitan urgentemente un plan de rescate social. Lo acontecido en esta semana
es la enésima confirmación del error que supone el sacralizar la vía
institucional para el cambio social entrando en un gobierno con una correlación
de fuerzas tan desfavorable como la de UP con respecto al PSOE. En este contexto,
es preciso el establecer una agenda política de forma independiente a las
necesidades del Gobierno, cuyo punto de partida sean las necesidades reales de
la gente. Desde la izquierda radical urge el proponer una alternativa que
permita defender los intereses de las clases populares. Algunos pasos ya se
están dando, como el Plan de Choque Social promovido por movimientos y
organizaciones al inicio del estado de alarma y la campaña de Anticapitalistas
para que sean los ricos quienes paguen esta crisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario