QUE VIENE EL TERRORISTA
ANÍBAL MALVAR
Cuando yo era
joven, feliz e indocumentado (ahora soy viejo, infeliz e indocumentado) una de
las atracciones periodísticas más conmovedoras era el columnismo estival. Con
la llegada de las calores, los columnistas de cabecera, y los otros, decidían
unánimemente relajar el tono, vacacionar la política y escribir sobre temas
paganos para solaz del respetable. Y siempre escribían, todos, el mismo
artículo sobre las suecas. Sé que ahora aquello sonará a sestercio literario.
Pero así era.
El artículo sobre
las suecas era un género literario en sí. Era el landismo español elevado al
parnaso metafórico. Francisco Umbral, Manuel Alcántara y tantos otros nos
hablaban de las suecas que arribaban a las playas españolas como de seres
mitológicos que venían esparciendo hormonas femeninas por la piel de toro, en
una época en que las hormonas femeninas, en España, aun eran pecado. En el
plano cinematográfico, Andrés Pajares y Fernando Esteso también profundizaban
mucho sobre el cosmogónico asunto de las suecas de la playa. Que vienen las
suecas, se titulaban todas aquellas películas y todos aquellos artículos
escritos y rodados siempre en calzoncillos de manga larga.
Luego el niño se
lanzaba a las arenas marinas buscando a esas valkirias hipersexualizadas,
rubias y humectantes, y solo se encontraba a las vecinas del tercero y del
quinto con sus castos bañadores repartiendo filetes empanados entre sus
innumerables hijos. Y después tenías que esperar dos horas sin bañarte y sin
suecas para que no se te cortara la digestión.
Los que entendemos
la frivolidad como una forma de vida y pensamiento nos llevamos un gran
disgusto cuando comprendimos que la sueca era solo una metáfora liberadora de
la represión sexual. Aunque solo a medias. Porque ningún columnista ni ningún
cineasta se atrevía a abordar el problema de los suecos que venían con sus
suecas. Y sus cuerpos y anatomías no menos lozanos.
A lo que voy.
Porque este artículo ha de hablar de los periódicos o si no mi directora me
quita la rentaza básica universal de un plumazo. Nuestra casta y pía prensa
tradicional, carpetovetónica y landista, ya no considera objeto de literatura a
las suecas, pues además están desnudas y confinadas en su particular coronavirus,
y ha de buscar otros mitos eróticos para estivalizarnos. Y es aquí donde entra
la figura del terrorista.
Parecerá boutade,
pero las semejanzas entre aquellas suecas y un terrorista de hogaño son
científicamente constatables. En primer
lugar, porque ambos son inventados. Aquellas suecas eran un mito liberador de
la represión sexual del franquismo, y estos terroristas estivales de ahora son
el mito liberador de la represión democrática que siente la derecha cuando no
gana las elecciones. Se sienten oprimidos. Castrados. Encarcelados en el
convento de la libertad democrática de los otros. Y se inventan terroristas
para follar, como antes Umbral se inventaba suecas multiorgásmicas a las que no
veía ni entendía ni nada.
Titula un editorial
El Mundo de esta manera: "Podemos y la técnica del autogolpe de
Estado". Se están inventando un golpe de Estado como, cuando no follaban,
se inventaban a una sueca. Y habrá mucha gente que se lo creerá. Lo del golpe
de Estado, como lo de la sueca.
La portavoz del
Partido Popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, acaba de decir en
sede parlamentaria que un señor que reparte octavillas el primero de mayo es un
terrorista. Como el de las suecas de Umbral, el sueño erótico de Cayetana con
el terrorista quedará en la memoria de nuestra mitología más rancia. Es
inventado, pero sabe que a determinada gente le pone cachonda. Entre ellos, a
El Mundo, al ABC, a La Razón y a muchos digitales diestros, a la par que
siniestros.
A ver. Si Cayetana
considera terrorista a un tipo que repartía octavillas el 1 de mayo, El Mundo
dice que las suecas, o sea, que el hijo del presunto terrorista (vicepresidente
del gobierno) adopta una "tóxica estrategia, perfectamente premeditada,
que apela a la memoria más traumática de España para tratar de atizar odios
superados en la Transición".
Es el y tú más
llevado al estadio de las frases subordinadas. Me estoy poniendo extenso, así
que no os voy a citar lo que han escrito ABC y La Razón sobre el asunto, porque
viene a ser lo mismo. Si a tu padre le llaman terrorista, la culpa es tuya por
incitar al odio. O sea, por ganar unas elecciones, cosa que para nuestra
derecha (ya pasó en 1936) es la forma más evidente de incitar al odio.
El problema es que
nos creemos y subvencionamos con ayudas públicas las baladronadas de esta
gente, de estos periódicos, en vez de ignorarlos, como deberíamos haber hecho
con las suecas. No es baladí que El País titule ahora su entrevista con la
ministra de Defensa, Margarita Robles, con estas palabras: "No hay riesgo de
insubordinación. La Guardia Civil sabe que tiene que cumplir las órdenes del
Gobierno".
Estamos
instalándonos con naturalidad en las suecas imaginadas, en el autogolpe
imaginado y en la imaginada salida a las calles de los tanques, de los
repartidores de octavillas asesinas y de la guardia civil pretoriana y
franquista. No me parece del todo mal, esta capacidad de inventiva. Lo único
que le reprocho al ser humano, es que cree lo que inventa. Y que, más temprano
o más pronto, mata por ello. Por lo inventado. ¿Qué ya no vienen las suecas?
Pues viene el terrorista. Recordad poneros la mascarilla y alejaros a dos
metros de distancia de cualquier periódico. Incluido este, of course.
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