CACEROLAS, CHALECOS Y PALOS DE GOLF
JUAN CHAMBERÍ
Desde hace algunos
días viene siendo noticia la calle Núñez de Balboa, en Madrid. Y es que sus
moradores, no contentos con tocar sus cacerolas desde el balcón para pedir la
dimisión del Gobierno, han decidido bajar a la calle a protestar, incumpliendo
las directrices del Estado de Alarma. Este hecho ha sorprendido en dos
dimensiones diferentes: por un lado sorprende que los mismos que acusaban a
Pedro Sánchez de asesino por no haber decretado antes el confinamiento se lo
salten, y por otro la tibieza de la policía ante estas protestas. Tal vez ambas
cosas estén relacionadas.
El perfil del
manifestante es el de la persona acomodada con una renta muy superior a la
media, generalmente empresarios o rentistas. Y el detonante de estas protestas
han sido tres hechos muy concretos: por un lado, tanto VOX como el PP han
elevado el tono de confrontación con el Gobierno y han alentado las
manifestaciones, por otro que el Gobierno haya denegado a la Comunidad de Madrid
pasar a la fase 1 y por último el anuncio de un posible impuesto a las rentas
más altas, entre las que se encuentran los habitantes de estos barrios. Es
obvio que la crispación generada por el fascio en las instituciones unido a un
posible toque en el bolsillo ha animado a esta gente a saltarse el
confinamiento para expresar su desacuerdo con este Gobierno narco-bolivariano.
Por otro lado, a
muchos nos ha sorprendido el papel que ha jugado la policía en este asunto.
Mientras que desde el decreto del Estado de Alarma se han puesto casi un millón
de multas por saltarse el confinamiento, anteayer se hicieron 13
identificaciones en una manifestación en la que había, a tenor de los videos,
más de 300 personas. Y al igual que la policía, los medios han tenido un papel
que contrasta con el que hemos visto semanas anteriores. Mientras que hemos
visto amplios reportajes en barrios obreros donde nos han mostrado como algunos
se han saltado el confinamiento, incluso preguntando a la gente qué había
comprado a la salida de súper, en el barrio de Salamanca se han contentado con
hacer una breve mención.
Para explicar esto
creo que conviene recurrir a Gramsci, y recordar que la hegemonía, explicaba,
es un mecanismo invisible por el cual las posiciones de influencia en la
sociedad siempre están ocupadas por miembros de la clase ya gobernante y, en
general, con el consentimiento de los subordinados. Las ideas de la clase
gobernante, que son las que dominan y permean la sociedad, son postuladas por
los intelectuales a su servicio (a menudo sin ser plenamente conscientes de
ello), como los periodistas1. Es decir, que son las ideas de la clase
dominante, las de esos que viven en Núñez de Balboa, las que trascienden en la
sociedad, y son los que ahora hacen ruido ante una posible, aunque en cualquier
caso lejana, pérdida de ese poder hegemónico. Esta pandemia está poniendo de
relieve las contradicciones del sistema, donde para muchos la producción se
debe anteponer a la vida, siempre y cuando esa vida sea la de los trabajadores.
Y recordemos también que la policía, a favor o a pesar del Gobierno de turno,
tiene muy claro dónde se encuentra ese poder hegemónico y a quienes tienen que
defender. Ellos, tanto ese 1% privilegiado como sus guardianes de uniforme,
antes gris y ahora azul, tienen muy claros sus intereses de clase. Hará falta
mucha organización para lograr defender los nuestros.
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