EL COVID O LA ETA
ANÍBAL MALVAR
O sea, que tenemos
que elegir. Para la derecha mediática española, a lo mejor un voto de Bildu nos
salva del Covid asesino, pero una vez votado en el Congreso el aplazamiento del
estado de alarma te va a venir uno de la ETA a tu casa y te va a pegar dos
tiros. Vergüenza da escribir esto tan protoinfantil en 2020. Tanto por respeto
a la inteligencia y a la literatura como por respeto a las víctimas, y ni mucho
menos en ese orden. Pero es que o sea y ya tal.
Pongamos el caso de
Javier Maroto, nacido en Vitoria el día de reyes de 1972, alcalde de la capital
vasca entre 2012 y 2015, y empadronado desde 2019 en un pueblo de Segovia que
no había pisado en su vida, año en que, siendo cabeza de lista del PP por
Álava, no le votaron ni su madre ni su novio, y se quedó sin escaño en el
Congreso, así que le buscaron un asientito segoviano en el Senado. Es curioso
lo de este mengano: fue retirarse de vasco y hacerse segoviano y dejar de
pactar con Bildu. Porque Maroto, que fue el gay del PP antes de que inventaran
al negro de Vox, siempre defendió pactar con Bildu, la normalización pacífica
del abertzalismo, la vía razonable que acabara con los GALes y las parabellum.
Yo creo que desde
2013 no ha pasado mucho tiempo ni han cambiado muchas cosas, salvo la evidente.
Pero en aquel no lejano año, el otrora alcalde vasco y hoy reputado segoviano
defendía los pactos del PP con Bildu ante el diputado independentista Antxon
Belakortu con estas palabras: "No
me tiemblan las piernas para llegar a acuerdos con nadie. Y creo que eso es
bueno. Ojalá sucediese en más foros.
Ojalá cundiese el ejemplo".
Cuando Maroto decía
aquello, ningún editorialista de ABC se atrevía a reprochárselo. Hoy están que
se suben por las plumas del aguilucho: "Conviene recordar la importancia
de la memoria, de la ética del poder y de la vida de todos aquellos asesinados
por ETA. La alianza con Bildu no es puntual, sino estratégica".
En El Mundo no andan disparejos. El presunto
pacto se concuerda "a costa de la memoria de las víctimas, cuando blanquea
a Otegi como interlocutor válido". A ver, delicados señores fascistas:
todo diputado elegido por los españoles es un interlocutor válido. Es pura
democracia. Lo decía hasta Maroto antes de hacerse de Segovia.
La tontería esta
del pacto con Bildu para derogar la reforma laboral esclavista del PP se ha
convertido en el gran Armagedón mediático. Nadie parece recordar que, en las
últimas elecciones, tanto PSOE como Podemos llevaban este asunto en su programa
electoral. O sea, que la derogación de la reforma laboral estaba más que
anunciada. Estaba votada. Por la mayoría de los españoles. Se llama democracia.
Es un concepto núbil en vuestro cerebro, pero como no os cansáis de repetir tan
denostada palabra os recuerdo aquí su etimología: demos y kratos. Nada decían
los griegos de que la democracia es una idiotez inventada por los paletos
adinerados de Núñez de Balboa.
Yo, si fuera tan
gilipollas como esos señores que ahora editorializan en los grandes periódicos,
podría escribir aquí que Gabriel Rufián llegó a un acuerdo secreto con Pablo
Casado, y después follaron, para votar que no al estado de alarma. Y me
quedaría tan tranquilo. Y una tía en pelotas pasaría por detrás de esta columna
para que mi falta de escrúpulos se difundiera en todos los tablaos. Pero los
chicos y chicas de los periódicos modernuquis no somos así. Quizá por
desgracia.
La gente se asusta
de las caceroladas fascistas de los balcones. Yo me asusto más de las
caceroladas mediáticas de nuestros viejos periódicos y nuestras nuevas teles de
izquierdas florentinianas. Sobre todo por mi amor a la cocina. Creo que debemos
crear una plataforma en defensa de la dignidad de las cacerolas, que son puro
pueblo, las cacerolas. Entre otras razones, porque un cerebro vacío bien
golpeado hace más eco y más ruido que una cacerola. ¿Por qué no se dan en la
cabeza? Harían más ruido y menos daño. A nosotros y a las cacerolas. Pobrecitas
cacerolas, tan estigmatizadas.
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