A VÍCTOR RAMÍREZ, TRAS LEERLE EL
PASADO EL "AGÜITA PASADA"
POR
RICARDO CURBELO AGUILAR
DLP, 8-9-93
Sr Ramírez: Obviando las
protocolarias fórmulas de salutación de rigor que no son sino el primer
obstáculo (salvable) de la, a menudo, impersonal comunicación epistolar, paso a
exponerle los motivos que me llevan a dirigirle la presente.
Sus artículos, publicados en DIARI
DE LAS PALMAS, son para mí el obligado punto de referencia nada más abrir sus
páginas. Constituyen, sin duda alguna, el soplo (ocasionalmente vendaval) de
aire fresco, limpio y libre que cualquier compatriota anhela, con vehemencia,
cada día. Lástima que los mistificados sean mayoría.
Látima que sus mentes estén
compuestas de los ingredientes de todos conocidos y tan bien identificados y expuestos
tanto por usted como por el señor Lorenzo Doreste o el señor Franquelo.
Respecto a su trabajo aparecido en
el Diario del pasado 23 ("Canarias
no es España, y el ejemplo del catalán
Companys") debo decirle que dejó un sabor agridulce en mi ánimo. Yendo
por partes y dejando para el postre el bienmesabe -como es lógico y natural:
despertó en mí una inquietud tan sorpresiva como perturbadora su alusión a una
pintada callejera. Nunca, a no ser que el país se halle en plena revolución, un
esperpento semejante sería motivo de orgullo para un canario. Reconociendo la
veracidad y del mensaje, me parece a mí que la plasmación de tan sangrante
realidad requiere un soporte y una calidad plástica coherente con el sentir de
nuestros ideales tanto libertarios como solidarios. Tómese como ejemplo la gran
pintada que existió, hasta poco antes de las últimas elecciones, en la calle
Doctor Marañón (Subida a la urbanización Sansofé por la Cruz de Piedra).
Es posible que años atrás, dada la
bobería de la edad, cuando pollillo, cometiera alguna que otra perrería de este
tipo. Pero cuando la perrería se comete, no por pollos o galletones sino por
«gandules», se convierte en fechoría.
Estoy convencido de que diez o doce
pintadas de calidad efectuadas en lugares estratégicos contribuirían mejor a la
Causa que las treinta mil chapuzas que emborronan nuestro espantoso paisaje
urbano y el pre-espantoso paisaje campestre.
La segunda y última cuestión que
usted (con su 'pariente') abordó, es la que hacía referencia al muy honorable
L1uis Companys.
Aunque nací, hace ya más de lo que
quisiera, en la bella isla de Benahore, trasladándome a Gran Canaria al contar
el primer año de vida, soy de origen catalán. Mi madre salió de su añorado país
para casarse con un conejero. Me transmitió, sin esfuerzo ninguno, la
conciencia nacional catalana y yo le estoy inculcando la canaria, que, por el
momento, ha dado un resultado satisfactorio. En una pared de mi dormitorio
-auténtico santuario- se dejan admirar, una junto a la otra, la senyera nacional
(con la estrella roja) y la bandera tricolor y heptaestelar canaria (con el
sublime azul celeste que la equilibra).
Me duele enormemente y siento un
gran desasosiego cuando esa conciencia nacional catalana que aún subyace en mis
entrañas, es maltratada, ensuciada, ignominada por el sempiterno «entorno» -
español o canario (compatriota)- que en el fondo no es más que un pobre
ignorantado y que, en el caso del canario, lo único que revela es la
inferioridad contenida. La inferioridad de quien no se atreve a enfrentarse con
el amo extranjero y necesita descargar su impotencia con quienes se mantienen
firmes ante los intentos de «allanar Cataluña», como decía el Conde-Duque de
Olivares.
Tal vez en este último párrafo se me
ha visto excesivamente el plumero.
Pero quiero que al menos usted,
preclaro señor Ramírez, comprenda cómo y por qué me hierve la sangre cuando mis
propios compatriotas (los canarios) son incapaces, no ya de no odiar a los
catalanes, sino de abstenerse de juzgarlos (que ningún mal hacen al canario con
sus reivindicaciones y forma de ser). Hay algunos que ni comen ni dejan comer.
Por todo ello, señor Ramírez, quiero
expresarle, de parte de mis hematíes y neuronas catalanas, mi más sincero
agradecimiento por esta muleta que le ha prestado usted a la dignidad de los
catalanes -acosada sí, pero deteriorada ni un ápice. Y más desde la posición
que ostenta, que se va consolidando día a día, el que lucha con las palabras
como piedras y el «Diario» como honda.
Expuestas mis inquietudes y
desasosiegos, cuente usted con mi apoyo moral para seguir trasmitiendo las
finas denuncias de «su pariente». Y, para terminar, como no tengo alma de
poeta, le escribo -audaz- las palabras que una vez me dijo un «pariente» mío:
«Ya el camino se andará. De la
vereda tortuosa, casi impracticable, que nos guía a unos pocos, no quedará sino
el lejano pero evocador recuerdo, cuando caminemos juntos por el ancho camino
con los que por fin hayan visto la luz de la independencia».
Atentamente:
RICARDO CURBELO AGUILAR
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