NETANYAHU, GENOCIDA Y GÁNSTER
POR DAVID
TORRES
Fotograma de la película documental 'Expediente Netanyahu'X
Empecé
a ver el documental sobre Netanyahu en Filmin con la esperanza de
descubrir algún secreto inconfesable, algún rasgo patológico que explicara lo
que tiene en la cabeza un tipo capaz de enviar un ejército a masacrar una
población indefensa y asesinar miles y miles de niños sin que le tiemble un
pelo. No sé qué esperaba en realidad, a lo mejor grabaciones secretas de un
club de millonarios aficionados a descuartizar recién nacidos, torturar
cachorros o cualquier otra ocupación aberrante. Por supuesto, no había nada de
eso, sino unos cuantos videos de Netanyahu respondiendo a los interrogatorios
de la policía con la arrogancia de un sociópata que se cree investido por la
autoridad divina con el fin de realizar una misión histórica.
Supongo que en Expediente Netanyahu, de Alexis Bloom, no hay mucha información sobre su presidente que un israelí más o menos informado sobre la política de su país no conociera ya de sobra. A cualquier español atento a los vaivenes judiciales del caso Bárcenas les suenan bastante las respuestas de Netanyahu sobre los regalos que le hacían magnates millonarios y los favores que él daba a cambio: “No me acuerdo, no lo sé, no tengo ni idea”. Resulta, como poco, patético que un auténtico criminal de guerra, un hombre que pasará la historia como uno de los mayores genocidas en lo que va de siglo, salga retratado únicamente como un corrupto, un mentiroso, un chulo y un déspota. Da la impresión de que el objetivo detrás de la publicación de estos testimonios es iniciar un proceso contra Netanyahu que acabe destituyéndolo, un poco al estilo de Al Capone, al que finalmente detuvieron no por sus muchos asesinatos sino por evasión de impuestos.
Este
concepto aparece descaradamente en la portada del documental, ilustrado con una
foto de Netanyahu en la que sostiene un habano entre los dedos mientras el humo
del tabaco se expande en una aparatosa nube bélica entre la que se filtran
fuegos de explosiones y sombras de soldados. Ya estoy bastante harto de que
asocien automáticamente los puros con Al Capone y al ejercicio del mal, cuando
nadie recuerda que gracias a los puros tenemos obras de arte tan grandiosas
como las sinfonías de Brahms y de Sibelius, la poesía de Lezama Lima o las
novelas de Thomas Mann. Sin embargo, la ecuación resulta bastante adecuada si
uno reduce a Netanyahu a su esencia básica: un gánster.
Al
fin y al cabo, es tentador acudir a explicaciones demoníacas o apocalípticas a
la hora de enfrentarse a una aniquilación como la que está llevando a cabo el
ejército israelí en Palestina. En un libro extraordinario, Provocación,
Stanislaw Lem aventuraba la tesis de que los prisioneros de los campos
de exterminio nazis debían desnudarse para entrar en las cámaras de gas porque
así repetían las imágenes de las muchedumbres desnudas en los frescos que
representan el Juicio Final. No es fácil atribuir una maldad tan atroz y
despiadada a la vesania y la simple avaricia, pero capítulo a capítulo la
Historia nos demuestra lo contrario.
En
un diálogo célebre de El padrino, Michael Corleone explica a su
novia Kay que su padre, capo de la mafia neoyorquina, no es distinto de un
senador o un presidente. “No seas ingenuo, Michael. Los senadores no matan ni
ordenan asesinatos”. “¿Quién es la ingenua, Kay?” Corleone tiene toda la razón,
por supuesto: la mafia no hace otra cosa más que imitar descaradamente las
estructuras de poder ocultas bajo el disfraz de la legalidad vigente. Copiaron
las jerarquías de las legiones romanas, pero ¿qué otra cosa era el imperio
romano en el fondo salvo una horda de gánsteres? ¿Y el imperio español? ¿Y el
británico? ¿Qué más cosas hicieron los colonos en Estados Unidos aparte de
robar las tierras a los indígenas y exterminarlos? ¿Y qué eran si no los galos,
los dacios, los mayas, los incas, los apaches sino distintas reencarnaciones de
los Tataglia fulminados por los victoriosos Corleone y luego borrados del mapa?
Todo
lo demás -civilización, derecho, religión- son excusas, artimañas con las que
disfrazar esa atávica ansia de sangre. Uno de nuestros más olvidados
escritores, Daniel Sueiro, escribió al comienzo de un libro que debería
ser de lectura obligatoria, La pena de muerte: “La historia es
violencia en la misma medida en que el derecho es el ejercicio de la autoridad,
de la fuerza y del poder. Y la Historia la escriben los violentos como los más
fuertes imponen su derecho”. Es triste comprobar que los colonos israelíes que
llevan décadas arrebatando sus casas y posesiones a los pobres palestinos son
una versión de los mismos criminales que en el siglo XIX, en el XVIII, en el
XVII, desposeían y mataban a los indígenas americanos; los mismos que, en
nombre de la civilización, quemaron y destruyeron poblaciones enteras desde que
el mundo es el mundo. Netanyahu no es más que el penúltimo avatar de una larga
estirpe de genocidas visionarios, un gánster a gran escala al estilo de
Milosevic o de Leopoldo II de Bélgica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario