sábado, 4 de enero de 2025

NETANYAHU, GENOCIDA Y GÁNSTER

 

NETANYAHU, GENOCIDA Y GÁNSTER

POR DAVID TORRES

 

Fotograma de la película documental 'Expediente Netanyahu'X

Empecé a ver el documental sobre Netanyahu en Filmin con la esperanza de descubrir algún secreto inconfesable, algún rasgo patológico que explicara lo que tiene en la cabeza un tipo capaz de enviar un ejército a masacrar una población indefensa y asesinar miles y miles de niños sin que le tiemble un pelo. No sé qué esperaba en realidad, a lo mejor grabaciones secretas de un club de millonarios aficionados a descuartizar recién nacidos, torturar cachorros o cualquier otra ocupación aberrante. Por supuesto, no había nada de eso, sino unos cuantos videos de Netanyahu respondiendo a los interrogatorios de la policía con la arrogancia de un sociópata que se cree investido por la autoridad divina con el fin de realizar una misión histórica.

Supongo que en Expediente Netanyahu, de Alexis Bloom, no hay mucha información sobre su presidente que un israelí más o menos informado sobre la política de su país no conociera ya de sobra. A cualquier español atento a los vaivenes judiciales del caso Bárcenas les suenan bastante las respuestas de Netanyahu sobre los regalos que le hacían magnates millonarios y los favores que él daba a cambio: “No me acuerdo, no lo sé, no tengo ni idea”. Resulta, como poco, patético que un auténtico criminal de guerra, un hombre que pasará la historia como uno de los mayores genocidas en lo que va de siglo, salga retratado únicamente como un corrupto, un mentiroso, un chulo y un déspota. Da la impresión de que el objetivo detrás de la publicación de estos testimonios es iniciar un proceso contra Netanyahu que acabe destituyéndolo, un poco al estilo de Al Capone, al que finalmente detuvieron no por sus muchos asesinatos sino por evasión de impuestos.

Este concepto aparece descaradamente en la portada del documental, ilustrado con una foto de Netanyahu en la que sostiene un habano entre los dedos mientras el humo del tabaco se expande en una aparatosa nube bélica entre la que se filtran fuegos de explosiones y sombras de soldados. Ya estoy bastante harto de que asocien automáticamente los puros con Al Capone y al ejercicio del mal, cuando nadie recuerda que gracias a los puros tenemos obras de arte tan grandiosas como las sinfonías de Brahms y de Sibelius, la poesía de Lezama Lima o las novelas de Thomas Mann. Sin embargo, la ecuación resulta bastante adecuada si uno reduce a Netanyahu a su esencia básica: un gánster.

Al fin y al cabo, es tentador acudir a explicaciones demoníacas o apocalípticas a la hora de enfrentarse a una aniquilación como la que está llevando a cabo el ejército israelí en Palestina. En un libro extraordinario, Provocación, Stanislaw Lem aventuraba la tesis de que los prisioneros de los campos de exterminio nazis debían desnudarse para entrar en las cámaras de gas porque así repetían las imágenes de las muchedumbres desnudas en los frescos que representan el Juicio Final. No es fácil atribuir una maldad tan atroz y despiadada a la vesania y la simple avaricia, pero capítulo a capítulo la Historia nos demuestra lo contrario.

En un diálogo célebre de El padrino, Michael Corleone explica a su novia Kay que su padre, capo de la mafia neoyorquina, no es distinto de un senador o un presidente. “No seas ingenuo, Michael. Los senadores no matan ni ordenan asesinatos”. “¿Quién es la ingenua, Kay?” Corleone tiene toda la razón, por supuesto: la mafia no hace otra cosa más que imitar descaradamente las estructuras de poder ocultas bajo el disfraz de la legalidad vigente. Copiaron las jerarquías de las legiones romanas, pero ¿qué otra cosa era el imperio romano en el fondo salvo una horda de gánsteres? ¿Y el imperio español? ¿Y el británico? ¿Qué más cosas hicieron los colonos en Estados Unidos aparte de robar las tierras a los indígenas y exterminarlos? ¿Y qué eran si no los galos, los dacios, los mayas, los incas, los apaches sino distintas reencarnaciones de los Tataglia fulminados por los victoriosos Corleone y luego borrados del mapa?

Todo lo demás -civilización, derecho, religión- son excusas, artimañas con las que disfrazar esa atávica ansia de sangre. Uno de nuestros más olvidados escritores, Daniel Sueiro, escribió al comienzo de un libro que debería ser de lectura obligatoria, La pena de muerte: “La historia es violencia en la misma medida en que el derecho es el ejercicio de la autoridad, de la fuerza y del poder. Y la Historia la escriben los violentos como los más fuertes imponen su derecho”. Es triste comprobar que los colonos israelíes que llevan décadas arrebatando sus casas y posesiones a los pobres palestinos son una versión de los mismos criminales que en el siglo XIX, en el XVIII, en el XVII, desposeían y mataban a los indígenas americanos; los mismos que, en nombre de la civilización, quemaron y destruyeron poblaciones enteras desde que el mundo es el mundo. Netanyahu no es más que el penúltimo avatar de una larga estirpe de genocidas visionarios, un gánster a gran escala al estilo de Milosevic o de Leopoldo II de Bélgica.

 

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