sábado, 4 de enero de 2025

LALACHUS, LOS SENTIMIENTOS RELIGIOSOS Y LOS JUECES

 

LALACHUS, LOS SENTIMIENTOS RELIGIOSOS 

Y LOS JUECES

Aunque se supriman las ofensas contra los sentimientos religiosos del CÓDIGO penal —que está bien hacerlo—, los jueces reaccionarios van a utilizar cualquier otra tipología para seguir haciendo lawfare

DIAIRIO RED

RTVE        

Por primera vez en varios años, la televisión pública se ha vuelto a situar en cabeza en el ranking de audiencia durante las campanadas de Nochevieja. Y esta vez no lo ha hecho intentando dirigirse a la gente más mayor, con humor blanco, con vestidos caros y con lugares comunes, sino que lo ha hecho rompiendo los códigos habituales como ya hizo hace unos meses con La Revuelta.  Lalachus y Broncano no solamente se dirigen a la gente más joven —en realidad, a todo el país— con un lenguaje más moderno, más desenfadado, más honesto y menos prediseñado, no solamente su sentido del humor es más gamberro, más espontáneo y tiene menos corsés. Además, hablan de los problemas que tiene la mayor parte de la gente de nuestro país —y muy especialmente los jóvenes— y son capaces de hacerlo de una forma que se percibe auténtica. En los pocos minutos que duró la retransmisión de las campanadas, la clave no está tanto en que Broncano se haya descolgado con una cuerda por el techo del edificio o que hayan saludado con un megáfono a Chicote y a Pedroche en el balcón de al lado, como en la capacidad de Lalachus de representar un feminismo genuinamente diverso, que afronta los ataques reaccionarios con la cabeza alta y que nos recuerda a todos en un momento de máximo audiencia que eso de hacer de menos a los demás por la forma de su cuerpo no solamente está muy feo, sino que además es violencia. Por supuesto que Broncano nos hace reír y tiene un estilo comunicativo distinto a lo que estamos habituados a ver, pero también es un tipo que se acuerda de los trabajadores del campo de Jaén o que desea un 2025 en el que todo el mundo tenga derecho a la vivienda cuando toda España lo está mirando. Las campanadas de este año en la televisión pública fueron entretenimiento y a la vez política y eso es normal porque eso siempre ha sido así. Lo que ocurre es que, antes, era otro tipo de entretenimiento y otro tipo de política. Y, por supuesto, la extrema derecha se ha dado cuenta de que algo importante había ocurrido.

En un primer momento, acudieron a su arma más habitual y más conocida: el odio. Al principio, completamente descolocados por lo que estaba teniendo lugar, apenas acertaron a llamar "gorda" a Lalachus. Como si no fuera evidente para todo el mundo que estábamos contemplando a una mujer mucho más bonita que todos los matones que estaban intentando hacerla de menos, como si "gorda" fuera un insulto solo por un matón decida utilizarlo con esa intención. Al no tener éxito esta estrategia tan estúpida, decidieron buscar con un poco más de cuidado y acabaron encontrando una cosa muy pequeña, pero que les permitió agarrarse a un clavo ardiendo de una forma un poquito más eficaz que mediante el (supuesto) insulto: hacerse ellos las víctimas. En un momento dado de la retransmisión y obviamente en clave de humor, Lalachus enseñó a cámara una estampita en la que la vaca del programa 'Grand Prix' estaba representada como el sagrado corazón de Jesús. "Esta es nuestra oportunidad", pensaron los que la estaban insultando a ella (en su cabeza, claro, en la que tener un cuerpo normativo es obligatorio y no tenerlo es un oprobio). "Los insultados somos nosotros. Está insultando nuestros sagrados sentimientos religiosos", empezaron a gritar.  Una piel muy fina —sí—, una mandíbula de cristal muy frágil —también—, una gran contradicción entre la violencia que ejercen y el sentido del humor que no pueden soportar y una táctica muy vieja, pero mucho más viable que ir por la vida llamando "gorda" a la gente. ¡Adónde va a parar!

¿Hay que derogar el delito contra los sentimientos religiosos? Por supuesto. Como las injurias a la corona y otros muchos, no tiene sentido en una sociedad democrática del siglo XXI que sigan existiendo semejantes aberraciones represivas y contrarias a la libertad de expresión más propias del antiguo régimen

Rápidamente consiguieron convertir el gravísimo agravio a sus sentimientos más sagrados en tendencia en las redes sociales, y entonces apareció la siguiente fase. Primero la organización fundamentalista Hazte Oír —que sirvió para lanzar a VOX y que tiene estrechos lazos económicos con los oligarcas rusos más cercanos a Putin— y después los ínclitos Abogados Cristianos —que se preocupan muy poco por las violaciones a menores en el seno de la iglesia católica, pero mucho por las estampitas de la vaca del 'Grand Prix'— anunciaron que iban a aplicar la misma medicina que utilizan contra Podemos y contra Begoña Gómez, ahora contra los sediciosos de la televisión pública: denuncia por delito contra los sentimientos religiosos a Lalachus, a David Broncano y al presidente de RTVE, José Pablo López.

Al poco tiempo, el ministro de Presidencia y de Justicia, Félix Bolaños, reaccionó en las redes sociales: "En 2025 impulsaremos la reforma del delito de ofensas religiosas para garantizar la libertad de expresión y creación, una medida del Plan de Acción por la Democracia."

El coordinador general de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, se hacía eco de la misma idea: "Urge reformar el delito de ofensas religiosas para asegurar el derecho a expresarse y crear libremente."

Olvidando por un momento que ambos apuestan por la "reforma" del delito y no por su eliminación, cuando es absolutamente evidente que es lo segundo lo que hay que hacer, al tratarse de una tipología de carácter medieval; dejando de lado también por un momento, el hecho de que el PSOE ha tenido mayoría parlamentaria disponible para llevar a cabo un cambio en ese sentido en el código penal al menos desde el 20 de diciembre de 2015 y nunca ha querido hacerlo; poniendo la pausa temporalmente a estas dos consideraciones, el defecto mayor en el razonamiento que hacen tanto Bolaños como Maíllo es otro y es de una índole completamente distinta.

¿Hay que derogar el delito contra los sentimientos religiosos? Por supuesto. Como las injurias a la corona y otros muchos, no tiene sentido en una sociedad democrática del siglo XXI que sigan existiendo semejantes aberraciones represivas y contrarias a la libertad de expresión más propias del antiguo régimen. ¿Eso va a resolver el problema de que se pueda encausar judicialmente a artistas, comunicadores o personas de izquierdas con el objetivo de amedrentar al conjunto de la sociedad? Por supuesto que no. Y no va a resolver ese problema porque el principal elemento que permite el lawfare en España no son las formulaciones concretas de las diferentes tipologías delictivas, sino la existencia de demasiados jueces activistas de extrema derecha que se saben impunes y no tienen ningún tipo de escrúpulos a la hora de retorcer el derecho para castigar a los que ellos consideran sus enemigos ideológicos. Si no es con el delito contra los sentimientos religiosos, lo harán con otra tipología. De hecho, la prueba es que los propios Abogados Cristianos decidieron denunciar a Pablo Echenique por un tuit y no eligieron acusarlo de ofensa a los sentimientos religiosos —algo que perfectamente podrían haber hecho por la temática del tuit— sino de delito de odio. Que la demanda haya sido admitida a trámite no tiene prácticamente nada que ver con la tipología que figura en el código penal sino con la voluntad reaccionaria del juez de instrucción y de la mayoría de los magistrados de la Audiencia Provincial.

El hecho definitorio para que se pueda montar una cacería judicial contra Lalachus, Broncano y el presidente de RTVE no es el texto de la ley sino que el PSOE haya pactado con el PP —y con el apoyo de Sumar y de Izquierda Unida— entregar a la derecha y a la extrema derecha el poder judicial. Una vez hecho eso, ya se puede reescribir el código penal entero que no va a tener ningún efecto. Y decirle a la gente lo contrario es tomarla por idiota.

 

 

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