lunes, 6 de enero de 2025

LO QUE TRAE 2025

LO QUE TRAE 2025

POR ANTONIO ANTÓN


El portavoz de Podemos en el congreso, Javier Sánchez Serna, y la líder de Podemos, Ione Belarra, a su llegada a una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados.Fernando Sánchez / Europa Press

En las ciencias sociales no tenemos una bola de cristal para predecir el futuro. Suficiente complejidad tiene interpretar los hechos presentes y pasados. Del análisis de esas relaciones sociales, sus procesos y sus causas, todo lo más, podemos expresar algunas tendencias que junto con la valoración de los agentes y factores existentes pueden aventurar ciertas hipótesis. Se puede configurar un pronóstico orientativo que permite dar realismo y coherencia a la intervención sociopolítica e institucional, basada en preferencias estratégicas e ideológicas. 

Pues bien, aparte del imprescindible rechazo a toda la estrategia autoritaria, regresiva y bloqueadora que subyace en la acción política de las dos derechas, cada vez más extremas, yerran las izquierdas si no parten de una realidad de claroscuros en la situación vital de la mayoría ciudadana y actúan en consecuencia. Es verdad que se han ido introduciendo mejoras, pero la situación y la sensación social de amplias mayorías ciudadanas sigue siendo de incertidumbre vital y desconfianza institucional... en las izquierdas, ya que el llamado mercado va a lo suyo, la mercantilización y el beneficio privado de las minorías, con mayor derechización. Ese incumplimiento del contrato social de progreso amplía el distanciamiento entre clase política y base ciudadana, quebrando la democracia.

Si miramos los últimos estudios demoscópicos, en la foto actual y la tendencia inmediata -si no se modifica a gran escala- dan como ganadoras a las derechas del PP/VOX, y aunque se mantiene el electorado del Partido Socialista, con ligero descenso, y el de los grupos nacionalistas, el acceso parlamentario de Sumar y Podemos -en torno a entre 8/12 y 3/6 escaños, respectivamente, en caso de presentarse por separado-, sufre un descalabro hacia la mitad de su representación actual, lo que haría perder la mayoría parlamentaria a las fuerzas progresistas, y siempre calculando que no hay otra mayoría alternativa en esta legislatura.

Así, el reto decisivo que condiciona la dimensión representativa y la gestión de progreso, presente y futura, es la capacidad de recomposición y unidad de la izquierda alternativa, con su condicionamiento hacia las estrategias del Partido Socialista y del conjunto de las fuerzas democráticas y plurinacionales. Me centro en ello.

Incumplimiento de las expectativas de Sumar

Sumar no ha cumplido sus expectativas de ensanchamiento electoral y de capacidad de unificar el conjunto del espacio: ha mejorado la integración de una parte que estaba fuera de Unidas Podemos, básicamente las formaciones del acuerdo del Turia (Más Madrid/Más País, Compromís, Chunta Aragonesista, MES de Illes y Drago canario -que termina por salirse-), pero ha favorecido la exclusión de Podemos, que era la fuerza organizada principal y no reconocida de todo el conglomerado. Lo que sí ha conseguido Sumar es sustituir la primacía del liderazgo del conjunto de la alianza e imprimir un discurso más amable -salvo con su izquierda-, pero sin evitar el declive representativo de la izquierda transformadora, a tenor de los resultados del 23J, las elecciones autonómicas y europeas y las posteriores encuestas.

En definitiva, contando con esta dinámica competitiva y de reafirmación de sus trayectorias anteriores, está pendiente el desafío de un doble proceso con mutua interacción: el impulso de una dinámica reformadora creíble, con amplia activación cívica y sindical, en el marco de un acuerdo global de progreso del bloque democrático y plurinacional, y la articulación en la izquierda transformadora de mecanismos unitarios con respeto al pluralismo existente y procedimientos democráticos, en la perspectiva de avanzar en un amplio frente común alternativo.

No obstante, de momento, hay un obstáculo insalvable, la reafirmación de ambos núcleos dirigentes de Sumar y Podemos en constituir cada uno de ellos la primacía política y orgánica del posible espacio conjunto, que habrá que ver si se resuelve a medio plazo y cómo. La dirección de Movimiento Sumar, con los apoyos de los Comunes, Más Madrid y Compromís, así como con el liderazgo público e institucional de Yolanda Díaz, dan por supuesta su hegemonía a través de su política moderada y su control institucional, junto con el beneplácito socialista y mediático, siempre con una posición subordinada de la formación morada y cierto malestar en IU por su estatus periférico. En sus documentos para la Asamblea constituyente de marzo de Movimiento Sumar (2025) se hace mención a algunas deficiencias secundarias, pero su línea política y organizativa es continuista sin atisbo de explicación convincente sobre las causas de su decepción electoral y sus límites de gestión política y de articulación orgánica. Por tanto, permanece la incógnita de su solución.

Y la dirección de Podemos porfía en su lenta recuperación a través de una dinámica más confrontativa con los poderes fácticos y las derechas y más crítica y exigente frente al gobierno de coalición. No obstante, aparte de su oposición a la involución derechista, va admitiendo la necesidad de una perspectiva de colaboración con el Partido Socialista, con las exigencias de evitar sus tentaciones de mantener la subordinación de este espacio transformador y mantener su autonomía política, desde su aspiración para ser la izquierda fuerte y determinante en el espacio conjunto. Ha pasado por lo peor, el riesgo de la irrelevancia política. Pero está por ver su capacidad para ser efectivos en la transformación social y su pretensión de (co)liderar un amplio campo social y electoral que, en el actual contexto, podría llegar a los tres millones de personas, con una articulación necesariamente unitaria con los grupos políticos de Sumar, que todavía representan una base social de izquierdas y transformadora, y que pueda condicionar la estrategia continuista socialista.

Por tanto, los liderazgos de ambas tendencias deberán demostrar altura de miras y capacidad estratégica y democrática para recomponer la izquierda transformadora con los equilibrios políticos y orgánicos realistas, negociados y proporcionales a su respectiva representatividad, sin ventajismos ni vetos y con procedimientos democráticos.

En ese sentido, este año 2025 es un año de transición en el que la prioridad parece que es de preparación de cada fuerza para su propio fortalecimiento con vistas a la fase trascendental del periodo preelectoral que se iniciará en 2026 -empezando en Andalucía- y que determinará las posibilidades de la tentativa de la nueva configuración de la izquierda transformadora. O bien, conllevará su fracaso, con la separación político-electoral y aguda competencia, junto con las responsabilidades de los liderazgos alternativos por su incapacidad articuladora ante esa base social de progreso, así como por su impotencia frente al proceso político regresivo y autoritario derivado de la derrota de las izquierdas. Y ahí lo secundario será el reparto de culpas, probablemente asimétrico, entre las respectivas representaciones políticas, quizá en una agria disputa, en una etapa gravosa para la mayoría popular y de crisis y rearticulación de sus liderazgos.

La encrucijada de las izquierdas

En conclusión, está abierta la encrucijada de las izquierdas y la continuidad de un proyecto de progreso en una doble perspectiva: si se termina este ciclo sociopolítico e institucional de progreso, asentado en la participación cívica de estos quince años y un inicial espacio socioelectoral de más de seis millones de personas; o bien, si se reproducen suficientes energías sociopolíticas, partidarias e institucionales para reafirmar una senda democratizadora y de justicia social, con una representación política renovada y relegitimada.

En esta segunda hipótesis existe un doble plano. Por un lado, si será capaz el bloque democrático y plurinacional de reforzarse y ganar a las derechas en el proceso electoral clave de las elecciones generales (y municipales y autonómicas) de 2027 –si no se adelantan-. Por otro lado, si la izquierda alternativa, la pata imprescindible y más frágil de ese conjunto, podrá consolidarse, ampliarse y facilitar la necesaria colaboración de todo su conglomerado de grupos políticos y la propia izquierda social y los movimientos sociales progresistas, para poder configurar unas alianzas con mayor peso de las izquierdas consecuentes en ese bloque democrático.

Por tanto, para la izquierda transformadora se trata de combinar su propio proyecto autónomo y unitario, ya difícil, y que constituye un auténtico reto para su representación política actual, con la colaboración con el nacionalismo periférico y el Partido Socialista. Éste sabe -o debería saber- que solo o con acuerdos con las derechas, no puede mantener la gobernabilidad progresista y su primacía política, que se vería desacreditada. Está cómodo en su pretensión hegemónica e inclinación centrista, aprovechando la geometría variable con prioridad hacia su derecha (PNV/Junts), que es el riesgo por evitar para formar una alternativa de gobierno de las derechas, y un peligro significativo en esta legislatura. Veremos la siguiente.

Sin embargo, la amenaza principal, infravalorada por los socialistas, es la desactivación de las propias bases sociales y electorales de las izquierdas, por ausencia de una respuesta suficientemente transformadora respecto de sus graves problemas vitales que siguen siendo de justicia social y democratización. Así, aparece el gran problema de la desconfianza en las élites gobernantes y estales y en los propios partidos políticos -junto con los grandes medios de comunicación- con particular desafección institucional y tendencias abstencionistas, que afectan más a las izquierdas y que abocan a la victoria de las derechas.

En consecuencia, junto con mayor participación cívica, es fundamental la persistencia de esa izquierda alternativa con suficiente representación electoral y capacidad de empuje reformador progresista. Veremos si las izquierdas sociales y políticas encuentran -encontramos- la salida adecuada a esta encrucijada. La recomposición de sus liderazgos dependerá de ello.

 

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