LO QUE TRAE 2025
POR
ANTONIO ANTÓN
El portavoz de
Podemos en el congreso, Javier Sánchez Serna, y la líder de Podemos, Ione
Belarra, a su llegada a una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados.Fernando
Sánchez / Europa Press
En
las ciencias sociales no tenemos una bola de cristal para predecir el futuro.
Suficiente complejidad tiene interpretar los hechos presentes y pasados. Del
análisis de esas relaciones sociales, sus procesos y sus causas, todo lo más,
podemos expresar algunas tendencias que junto con la valoración de los agentes
y factores existentes pueden aventurar ciertas hipótesis. Se puede configurar
un pronóstico orientativo que permite dar realismo y coherencia a la
intervención sociopolítica e institucional, basada en preferencias estratégicas
e ideológicas.
Pues bien, aparte del imprescindible rechazo a toda la estrategia autoritaria, regresiva y bloqueadora que subyace en la acción política de las dos derechas, cada vez más extremas, yerran las izquierdas si no parten de una realidad de claroscuros en la situación vital de la mayoría ciudadana y actúan en consecuencia. Es verdad que se han ido introduciendo mejoras, pero la situación y la sensación social de amplias mayorías ciudadanas sigue siendo de incertidumbre vital y desconfianza institucional... en las izquierdas, ya que el llamado mercado va a lo suyo, la mercantilización y el beneficio privado de las minorías, con mayor derechización. Ese incumplimiento del contrato social de progreso amplía el distanciamiento entre clase política y base ciudadana, quebrando la democracia.
Si
miramos los últimos estudios demoscópicos, en la foto actual y la tendencia
inmediata -si no se modifica a gran escala- dan como ganadoras a las derechas
del PP/VOX, y aunque se mantiene el electorado del Partido Socialista, con
ligero descenso, y el de los grupos nacionalistas, el acceso parlamentario de
Sumar y Podemos -en torno a entre 8/12 y 3/6 escaños, respectivamente, en caso
de presentarse por separado-, sufre un descalabro hacia la mitad de su
representación actual, lo que haría perder la mayoría parlamentaria a las
fuerzas progresistas, y siempre calculando que no hay otra mayoría alternativa
en esta legislatura.
Así,
el reto decisivo que condiciona la dimensión representativa y la gestión de
progreso, presente y futura, es la capacidad de recomposición y unidad de la
izquierda alternativa, con su condicionamiento hacia las estrategias del
Partido Socialista y del conjunto de las fuerzas democráticas y
plurinacionales. Me centro en ello.
Incumplimiento de las expectativas de Sumar
Sumar
no ha cumplido sus expectativas de ensanchamiento electoral y de capacidad de
unificar el conjunto del espacio: ha mejorado la integración de una parte que
estaba fuera de Unidas Podemos, básicamente las formaciones del acuerdo del
Turia (Más Madrid/Más País, Compromís, Chunta Aragonesista, MES de Illes y
Drago canario -que termina por salirse-), pero ha favorecido la exclusión de
Podemos, que era la fuerza organizada principal y no reconocida de todo el conglomerado.
Lo que sí ha conseguido Sumar es sustituir la primacía del liderazgo del
conjunto de la alianza e imprimir un discurso más amable -salvo con su
izquierda-, pero sin evitar el declive representativo de la izquierda
transformadora, a tenor de los resultados del 23J, las elecciones autonómicas y
europeas y las posteriores encuestas.
En
definitiva, contando con esta dinámica competitiva y de reafirmación de sus
trayectorias anteriores, está pendiente el desafío de un doble proceso con
mutua interacción: el impulso de una dinámica reformadora creíble, con amplia
activación cívica y sindical, en el marco de un acuerdo global de progreso del
bloque democrático y plurinacional, y la articulación en la izquierda
transformadora de mecanismos unitarios con respeto al pluralismo existente y
procedimientos democráticos, en la perspectiva de avanzar en un amplio frente
común alternativo.
No
obstante, de momento, hay un obstáculo insalvable, la reafirmación de ambos
núcleos dirigentes de Sumar y Podemos en constituir cada uno de ellos la
primacía política y orgánica del posible espacio conjunto, que habrá que ver si
se resuelve a medio plazo y cómo. La dirección de Movimiento Sumar, con los
apoyos de los Comunes, Más Madrid y Compromís, así como con el liderazgo público
e institucional de Yolanda Díaz, dan por supuesta su hegemonía a través de su
política moderada y su control institucional, junto con el beneplácito
socialista y mediático, siempre con una posición subordinada de la formación
morada y cierto malestar en IU por su estatus periférico. En sus documentos
para la Asamblea constituyente de marzo de Movimiento Sumar (2025) se hace
mención a algunas deficiencias secundarias, pero su línea política y
organizativa es continuista sin atisbo de explicación convincente sobre las
causas de su decepción electoral y sus límites de gestión política y de
articulación orgánica. Por tanto, permanece la incógnita de su solución.
Y
la dirección de Podemos porfía en su lenta recuperación a través de una
dinámica más confrontativa con los poderes fácticos y las derechas y más
crítica y exigente frente al gobierno de coalición. No obstante, aparte de su
oposición a la involución derechista, va admitiendo la necesidad de una
perspectiva de colaboración con el Partido Socialista, con las exigencias de
evitar sus tentaciones de mantener la subordinación de este espacio
transformador y mantener su autonomía política, desde su aspiración para ser la
izquierda fuerte y determinante en el espacio conjunto. Ha pasado por lo peor,
el riesgo de la irrelevancia política. Pero está por ver su capacidad para ser
efectivos en la transformación social y su pretensión de (co)liderar un amplio
campo social y electoral que, en el actual contexto, podría llegar a los tres
millones de personas, con una articulación necesariamente unitaria con los
grupos políticos de Sumar, que todavía representan una base social de
izquierdas y transformadora, y que pueda condicionar la estrategia continuista
socialista.
Por
tanto, los liderazgos de ambas tendencias deberán demostrar altura de miras y
capacidad estratégica y democrática para recomponer la izquierda transformadora
con los equilibrios políticos y orgánicos realistas, negociados y
proporcionales a su respectiva representatividad, sin ventajismos ni vetos y
con procedimientos democráticos.
En
ese sentido, este año 2025 es un año de transición en el que la prioridad
parece que es de preparación de cada fuerza para su propio fortalecimiento con
vistas a la fase trascendental del periodo preelectoral que se iniciará en 2026
-empezando en Andalucía- y que determinará las posibilidades de la tentativa de
la nueva configuración de la izquierda transformadora. O bien, conllevará su
fracaso, con la separación político-electoral y aguda competencia, junto con
las responsabilidades de los liderazgos alternativos por su incapacidad
articuladora ante esa base social de progreso, así como por su impotencia
frente al proceso político regresivo y autoritario derivado de la derrota de
las izquierdas. Y ahí lo secundario será el reparto de culpas, probablemente
asimétrico, entre las respectivas representaciones políticas, quizá en una
agria disputa, en una etapa gravosa para la mayoría popular y de crisis y
rearticulación de sus liderazgos.
La encrucijada de las izquierdas
En
conclusión, está abierta la encrucijada de las izquierdas y la continuidad de
un proyecto de progreso en una doble perspectiva: si se termina este ciclo
sociopolítico e institucional de progreso, asentado en la participación cívica
de estos quince años y un inicial espacio socioelectoral de más de seis
millones de personas; o bien, si se reproducen suficientes energías
sociopolíticas, partidarias e institucionales para reafirmar una senda
democratizadora y de justicia social, con una representación política renovada
y relegitimada.
En
esta segunda hipótesis existe un doble plano. Por un lado, si será capaz el
bloque democrático y plurinacional de reforzarse y ganar a las derechas en el
proceso electoral clave de las elecciones generales (y municipales y autonómicas)
de 2027 –si no se adelantan-. Por otro lado, si la izquierda alternativa, la
pata imprescindible y más frágil de ese conjunto, podrá consolidarse, ampliarse
y facilitar la necesaria colaboración de todo su conglomerado de grupos
políticos y la propia izquierda social y los movimientos sociales progresistas,
para poder configurar unas alianzas con mayor peso de las izquierdas
consecuentes en ese bloque democrático.
Por
tanto, para la izquierda transformadora se trata de combinar su propio proyecto
autónomo y unitario, ya difícil, y que constituye un auténtico reto para su
representación política actual, con la colaboración con el nacionalismo
periférico y el Partido Socialista. Éste sabe -o debería saber- que solo o con
acuerdos con las derechas, no puede mantener la gobernabilidad progresista y su
primacía política, que se vería desacreditada. Está cómodo en su pretensión
hegemónica e inclinación centrista, aprovechando la geometría variable con
prioridad hacia su derecha (PNV/Junts), que es el riesgo por evitar para formar
una alternativa de gobierno de las derechas, y un peligro significativo en esta
legislatura. Veremos la siguiente.
Sin
embargo, la amenaza principal, infravalorada por los socialistas, es la
desactivación de las propias bases sociales y electorales de las izquierdas,
por ausencia de una respuesta suficientemente transformadora respecto de sus
graves problemas vitales que siguen siendo de justicia social y
democratización. Así, aparece el gran problema de la desconfianza en las élites
gobernantes y estales y en los propios partidos políticos -junto con los
grandes medios de comunicación- con particular desafección institucional y
tendencias abstencionistas, que afectan más a las izquierdas y que abocan a la
victoria de las derechas.
En
consecuencia, junto con mayor participación cívica, es fundamental la
persistencia de esa izquierda alternativa con suficiente representación
electoral y capacidad de empuje reformador progresista. Veremos si las
izquierdas sociales y políticas encuentran -encontramos- la salida adecuada a
esta encrucijada. La recomposición de sus liderazgos dependerá de ello.
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