“LOS NEGROS”: AUTOORGANIZACIÓN DE LOS ESCLAVOS Y DEVOCIÓN POPULAR EN SEVILLA
POR JOSÉ LUIS CARRETERO MIRAMAR
El 16 de febrero de 1965, cinco días antes de ser asesinado, Malcolm X pronunciaba estas palabras en un multitudinario acto público “
Este sábado pasado, acompañado de mi buen amigo “Paco” Salamanca, un histórico de la autonomía madrileña, y a instancias de otro buen amigo, Abuy Nfubea, periodista ligado al Movimiento Panafricanista, fui a la sala Pequeño Cine Estudio de Madrid, cerca de la glorieta de Quevedo, a ver el documental “Los Negros”.
“Los Negros” es una historia de lucha contra los criminales, de los que
hablaba Malcolm X. Pero de una lucha marcada por la situación específica de los
negros y las negras en la sociedad sevillana desde el siglo XIV hasta nuestros
días. “Los Negros” es, también, una historia religiosa. Pero de la religión
popular y plebeya que crea espacios para la autoorganización de los sujetos
sometidos y para la devoción de quienes quieren otro mundo, porque en este son
víctimas de una discriminación sin paliativos.
El documental narra
magistralmente la historia de la actual Hermandad de Los Negritos, una cofradía
sevillana de Semana Santa que fue originalmente fundada por los esclavos y
libertos negros que habitaron en la ciudad hispalense. La trama se basa en la
investigación del catedrático en Antropología Social y Cultural, Isidoro
Moreno, que fundamenta el libro “La antigua Hermandad de los Negros de
Sevilla: Etnicidad, poder y sociedad en 600 años de historia”.
En una Sevilla que se
preparaba para convertirse en el centro del comercio entre España y sus
colonias americanas, una multitud de esclavos y libertos negros sobrevivía en
situación de hacinamiento más allá de las murallas, sometidos a un sinnúmero de
discriminaciones, violencias e indignidades. Ante la dureza de su
situación, el arzobispo Gonzalo de Mena funda un hospital para ellos, una
capilla, y les permite formar una hermandad, que se convertirá en la primera
congregación religiosa de estas características en el mundo, y expandirá su
influencia organizativa en toda América Latina.
La hermandad es un
embrión limitado, pero real, de autoorganización de los negros sevillanos. Los
esclavos y libertos nombran a la mayoría de sus cargos y administran sus
posesiones. Organizan su espacio permitiendo, también, la autoorganización de
las mujeres, que tienen sus propias iniciativas y estructuras. Participan en
las procesiones y festividades religiosas pese a la violencia y las
discriminaciones que les imponen intermitentemente las jerarquías eclesiásticas
de la ciudad y las cofradías más pudientes, que no pueden aceptar, que por ser
la de los esclavos la cofradía más antigua de Sevilla, deba marchar primera en
determinadas festividades.
“Por todos los medios que sean necesarios”, decía Malcolm X, pero los medios
necesarios a veces son paradójicos o inesperados, como utilizar la religión de
quien te captura para organizar la resistencia desde el amor a su Dios,
haciéndolo también tuyo. Afirmar, desde la devoción que implica el cristianismo
más consecuente, y desde la inherente dignidad que la humanidad confiere al
esclavo que busca la liberación, lo que escribe Jacinto Martín en su obra “Los
cristianos en el Frente Obrero”:
“Es Cristo quien padece en cada uno de los obreros la injusta situación. A
Cristo, con toda su Majestad, es a quien se le instrumentaliza y mutila; Cristo,
con todo su Poder, es el explotado y el oprimido; Cristo padece el expolio, las
estrecheces y la humillación obrera; a Cristo se le niega la intervención y la
responsabilidad en el uso y defensa de sus personales valores, a Cristo se le
impide crecer y elevarse; a Cristo se le lesiona, se le disloca; a Cristo se le
“suspende”, como de una nueva cruz, del egoísmo, del privilegio y de la
voluntad agresora”.
Cristo es la señal de
la hermandad que permite la autoorganización de los esclavos sevillanos, la
cofradía de los negros y las negras. La jerarquía de la Iglesia se resiste
intermitentemente, intenta desactivar el espacio que permite la recuperación de
la identidad negra en la ciudad, trama conspiraciones, junto a la élite
sevillana, para recuperar el control de una religiosidad que se ha hecho
popular, y, por tanto, cuestiona la pirámide de las razas que sustenta el
capitalismo naciente.
El racismo, tal y como
hoy lo entendemos, nace con el capitalismo y su necesidad de mano de obra
esclava en las colonias. Era necesario deshumanizar a la mano de obra, para
poder forzarla al trabajo esclavo que sustentó la acumulación primitiva, que
desbordó los cercamientos de las tierras comunales, para inaugurar una brutal
era de sufrimiento y despojo en las plantaciones y minas del Nuevo Mundo. El
racismo es uno de los primeros motores del Capital, sustentado en una nueva
comprensión de la esclavitud y de la especie humana que impugna el derecho a la
dignidad de los negros, y los somete al trabajo forzoso. El racismo es el gozne
que crea la infraestructura material para la Sevilla cosmopolita del Siglo de
Oro y que fundamenta las fortunas de gran parte de las familias que siguen
gobernando nuestra tierra hasta el día de hoy. El racismo, brutal, indigno,
violento de múltiples formas, como uno de esos versos inquietantes de Audre
Lorde:
“Libros de Hadas
En los que regían
Brujas Blancas
que jamás lloraban ni
ofrecían oro
ni ningún encanto
amable
para la desaparecida
madre
de una niña negra.”
Negros devotos, negros
bozales (es decir, salvajes, recién llegados y cargando sus cadenas de
esclavos), negras que inventan nuevas formas de orar, negros y negras
afrancesados, negros que rezan para organizarse o se organizan para rezar. ”Los
Negros” es una película necesaria y que todos y todas deberíamos ver, para
conocer la historia humana, que hay tras los oropeles y las nebulosas
genealogías de nuestras aristocracias y nuestras jerarquías religiosas. Para
entender de qué contradictorios materiales está hecha la resistencia a la
opresión y la autoorganización de los sujetos sometidos en la realidad de un
mundo hecho de violencias. Para comprender que la devoción popular es eso,
popular, y por tanto está siempre habitada por la dignidad de los débiles que
sólo renuncian a rendirse.
Además, es una
película muy bien hecha. Un guion que nunca permite que el interés decaiga, un
presentador que dirige la narración con autoridad, calidad y rigor, un elenco
actoral que hace creíbles sus intervenciones con una austeridad expresiva que
dota de profundidad a la historia, una dirección virtuosa y una investigación
previa exhaustiva. La película, narrada por Ana Fernández y conducida por
Jimmy Roca, ha sido dirigida por Antonio Palacios y debería haber tenido
mucha mejor acogida en las salas de cine.
“Oh, negro, ganado humano desde hace milenios / tus cenizas se dispersan por
todos los vientos del cielo”, escribía Patrice Lumumba en uno de sus poemas, en
1959. Los vientos de nuestra patria están llenos de cenizas negras, de ascuas
de la esclavitud y de la opresión de África para alimentar el consumo
inmisericorde y ostentoso de las clases dirigentes de Occidente. Todos los
oprimidos y explotados, todas las mujeres sometidas, pueden reconocerse en la
tenaz voluntad de los negros de Sevilla, en su lucha de siglos por mantener
viva la hermandad que les dotaba de un espacio propio que podía ser nombrado. Y
así, lucha tras lucha, seguiremos hasta que podamos declamar con alegría los
versos de Lumumba, dedicados a las luchas de los negros:
“Las riberas del gran río, llenas de promesas,
ahora ya son tuyas.
Esta tierra y todas
sus riquezas
ahora ya son tuyas.”
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