LA ULTRADERECHA MÁS ALLÁ DE VOX
Hay quien
afirma que la mejor vacuna frente al miedo social es evitar el conflicto,
porque produce aún más rechazo. Pero buscar consensos cuando el adversario
avanza con paso firme y sin complejos es la estrategia del avestruz
PABLO IGLESIAS
“De verdad que me gustaría pensar que se va a formar el cordón sanitario europeo que va a dejar fuera a los Vox, Le Pen y Salvini… Pero creo más bien que esos entrarán en el consenso de época... Y que lo que se quiere dejar fuera son los Corbyn, Mélenchon, Tsipras, Belarra”. Esta reflexión no es mía, es un comentario actualizado de Pablo Elorduy, coordinador de El Salto, en una red social. Podríamos acusar a Elorduy de cenizo derrotista o defenderle diciendo que un cenizo, al fin y al cabo, puede ser un optimista con información y capacidad de análisis. Optaremos por lo segundo partiendo de una convicción: la única forma de tener opciones de éxito en política es saber con precisión a lo que te enfrentas. El optimismo de la voluntad sin ver lo que tienes delante no va a ninguna parte.
La investidura de
Mañueco y la formación del Gobierno en Castilla y León será recordada como la
primera experiencia de gobierno de coalición entre el Partido Popular y Vox.
Pero no va a ser la última y cada vez más encuestas señalan como posible que el
PP y la ultraderecha partidista sumen para estar juntos en el próximo Consejo
de Ministros. Señalarlo como una opción real no es derrotismo, es asumir la
realidad de una posibilidad para tratar de evitar que ocurra.
La ultraderecha no
es un fenómeno partidista que empiece y termine con Vox. El partido de Abascal,
que es básicamente una escisión del PP, es solo una pieza de un movimiento
reaccionario mucho más amplio, bien asentado en los grandes poderes. La
ultraderecha española no es un partido, es un movimiento ideológico con un
enorme peso en sectores del poder económico, del poder mediático, de la
judicatura, del ejército, de la policía y de la guardia civil y de los altos
funcionarios. Con esas bases, a nadie puede extrañarle que tenga también
notables apoyos populares. Se trata de un movimiento que ha operado en una
coyuntura histórica muy concreta como reacción frente a Podemos, frente al
independentismo catalán y frente al auge del feminismo. Aunque tiene muchas
diferencias respecto a buena parte de las ultraderechas europeas y americanas,
comparte el estilo comunicativo epocal de la alt right trumpista, que apuesta
por la normalización de la mentira y el bulo como recurso discursivo. Si algo
han demostrado estos tiempos es que la mentira es mucho más eficaz
ideológicamente que la verdad. El españolismo reaccionario, el anticatalanismo,
el odio a los migrantes y el antifeminismo han encontrado en las fake news su
terreno de expresión más fecundo.
Asumir a la
ultraderecha como un movimiento cultural e ideológico permite comprender su
peso más allá de Vox y comprobar que está vampirizando todas las bases
culturales del mundo conservador. No hay cordón sanitario que permita frenar
esa metástasis. Por volverlo a decir en plata: la ultraderecha no solo está en
Vox, está también en el PP, en la derecha mediática, en sectores crecientes del
empresariado, de la judicatura, la policía, etc. ¿Son todos nazis? No, pero
como en otros períodos históricos, la derecha va abandonando paulatinamente las
reglas de la democracia liberal cuando se ve perdiendo poder institucional.
Emplazarles para que vuelvan a ese consenso es facilitarles aún más su trabajo
de recuperación del poder por vías no democráticas.
Es evidente que, en
el corto plazo, poco cabe esperar de la socialdemocracia política y de la
progresía mediática. Los primeros seguirán convencidos de que el miedo a Vox es
la mejor garantía de que Pedro Sánchez ganará las próximas elecciones y los
segundos seguirán considerando inteligente interpelar al PP de Feijóo para que
se aleje de Vox reconociéndole unas credenciales democráticas que el PP hace
mucho que abandonó, precisamente para poder competir con la extrema derecha
partidista en el nuevo campo cultural hegemónico. Esa misma progresía mediática
que da consideración de periodistas y promociona a ultras mediáticos como
Eduardo Inda o Marhuenda o que acude a la defensa corporativa de personajes
como Carlos Herrera o Ana Rosa Quintana no hace sino facilitar que el peso
ideológico de la ultraderecha se extienda.
¿Qué debería hacer
la izquierda? Pues básicamente huir de los cantos de sirena de los que le dicen
que se debe acompañar el proceso de derechización social derechizándose y
tratando de competir en el espacio socialdemócrata. Hay quien afirma que la
mejor vacuna frente al miedo social creciente es evitar el conflicto en la
medida que el conflicto produce aún más rechazo en sociedades asustadas. Pero
buscar consensos cuando el adversario ideológico avanza con paso firme y sin
complejos es la estrategia del avestruz.
Cuando el sentido
común de época es progresista, cuando tu relato y tus posiciones penetran con
éxito en la sociedad, tiene todo el sentido del mundo colonizar nuevas tierras
y buscar el consenso con sectores que proceden de otras culturas. En los
momentos de reflujo es cuando es más importante que nunca el rearme ideológico,
no como refugio identitario estéril, sino como praxis prudente que empodere y
dote de herramientas ideológicas a tus propias bases culturales. Solo unas
bases culturales empedradas ideológicamente pueden avanzar posiciones. Para
ello hay que asumir sin complejos que las posiciones de gobierno son para
gobernar dejando claro para quien se gobierna, que la movilización social debe
ser el terreno permanente de acción de la sociedad civil y que en un contexto
de derechización mediática evidente, hay que desacreditar sin contemplaciones a
los que mienten y construir alternativas.
Cuando el sentido
común de época acompaña, crear contradicciones en los adversarios suele ser la
mejor política. Cuando el sentido común de época se te vuelve en contra como
consecuencia de la reacción a tus avances, toca reforzar las posiciones para
preparar el siguiente avance y contener al adversario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario