AMANTES
QUICOPURRIÑOS
Hubo un tiempo en que, si no todos, mucha gente tenía su amante. Y la llevaba en secreto, aunque a veces fuera un secreto conocido por todos. Tener amante, en ocasiones, era la única manera de compaginar un amor externo con el amor oficial. A esa pareja de encuentros fugaces, en ocasiones también se las conocía como queridas, pero a mi ese término nunca me gustó. Me pareció siempre despectivo y hasta arrabalero. En cambio, lo de amante, sonaba a poético, a bohemia, a literario, sirva de ejemplo lo de “El amante de Lady Chatterley”, daba categoría, hasta denotaba clase.
Y en esos tiempos de amores
escondidos, ocultos, estaban los que se echaban como querida, digo amante y a
nadie lo ocultaban, a la empresa para la que trabajaban, a la que adoraban más que a la mujer con la que
habían celebrado matrimonio. Y eso se dejaba notar. No hablaban más que de
ella. Así conocí a quien su
insustituible amor se llamaba “Telefónica”. Otro amigo tenía por compañera de
sueños a “Iberia”. Los habían que adoraban a una llamada “Cajacanarias” o
“Cepsa” o, mi tío Quico, que estaba prendado de la “Organización Martínez” a la
que dedicaba más tiempo que a sus hijos o a su propia esposa. Todos ellos se
convertían, por esa suerte de adulterio, en ejemplares y fieles maridos, pues
tiempo no les quedaba para mariposear con otra. El que no ocultaban ese amor prohibido era fácil de detectar, pues
no quedaba ocasión en que no hablaran de ellas, fuera en almuerzos de amigos o en
cenas familiares. Tanto que los comensales que con ellos tenían ocasión de
compartir mesa y mantel, jugaba al ¿cuánto te apuestas que fulanito habla de su
empresa en menos de dos minutos? Y así era, reunión, tras reunión.
Empezaba este recuerdo con un… “ hubo
un tiempo en que…”; pero ya no. Y ya no porque aquellos que se liaron con la
que les daban de comer, las conocieron siendo jóvenes y estuvieron con ellas
hasta la jubilación, hasta que, rodeados de compañeros de fatigas, pero también
de risas y fiestas, cenaron juntos por última vez, porque ya no volvería por
esa casa, recibiendo como recuerdo, de ese último día junto a su amante, un
reloj con una grabación que podría decir algo así como “A…por su fidelidad de tantos años de
dedicación y entrega” Y es que entonces, como con los matrimonios contraídos,
la vinculación era para toda la vida. Hoy
las relaciones laborales son efímeras, se interrumpen y no duran. Ya no hay
contratos fijos. Pasa como con los matrimonios, como con las parejas. Qué
cónyuge en su sano juicio hoy, se buscaría un/una amante.
Para qué.
quicopurriños a
27/04/2022
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