LAS TIERRAS ESTABAN DIVIDIDAS
DUNIA SANCHEZ
Las tierras estaban divididas. Una frontera con punzadas de dolor, de cicatrices, de heridas que reventaba a los vientres que danzaban al son de un nuevo sol. Las tierras estaban asoladas, derrotadas de tanta y tanta oxidación de su cuerpo, de tanta y tanta sangre esparcida a ras de sus ojos. Una frontera con sogas al cuello de ahogamiento, de muerte, de esperanzas perdidas que danzaban en la descomunal helada de los labios. Sí, las tierras estaban divididas, amortajadas por el eterno rasurar de sus raíces, de sus gentes. Ellos, los apostados con sus rostros tétricos, con sus almas perdidas, con su llanto agónico no entendían el porqué las tierras estaban divididas con clavos depredadores de la libertad, no
comprendían y se miraban
con la sensatez de que sus huesos, de que su sangre era la misma que albergaba
aquellos de miradas recelosas, amenazantes, asesinas. Una frontera donde la
canción de la pena rociaba a cada mirada reventada en la garganta. Y las tierras estaban divididas. Y había sed.
Y había enfermedad. Y había hambre. Y había frío…mucho frío. Una frontera donde
las miradas replicaban al adiós, a la indefensa manera de ser lucha firme
contra una tromba genocidio en la atmósfera.
Y había cantos. Y había bailes. Y había suplicas en el más secreto de
los corazones. Y la nada alcanzo la batalla de flores perdidas. Y la nada
estallo en el grito de una paz efímera. Todo se esfumaba en sentido de violines
que no hablaban, de pianos que callaban. Y cuando hubo tal silencio las
fronteras se cayeron y las tierras fueron resonar de los que quedaban, de
aquellos en la lucha muda conversaron con los soles, con las lunas.
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