EL ECOLOGISTA, EL SEÑORITO Y AZARÍAS
ANÍBAL MALVAR
Cuando el movimiento ecologista empezó a organizarse social, política y científicamente, allá por los 70, el liberalismo intentó demonizarlo con el falaz argumento de que proteger la naturaleza implica desproteger la economía. Cortoplacismo puro, muy invasivo en la neurona liberal.
En el plano mediático, la estrategia fue ridiculizar el fenómeno, mostrar al ecologista como un hippie excéntrico reacio a trabajar, pero propenso a disparates como lanzarse a la aventura de jugarse la vida en el Ártico para salvar a un cangrejo pintón, si tal molusco existiere.
La caricaturización funcionó enormemente bien durante décadas, y aun hoy se escuchan de ciertas bocas aquellos viejos chistes sobre la inanidad del movimiento ecologista. Pero, afortunadamente, el ser humano aun no es tan necio como intenta, y la ciencia empieza ya a imponerse a la caricatura. No nos hemos dado mucha prisa, hay que reconocerlo.
Viene todo esto a
cuento de la neonata Ley de Bienestar Animal, que está generando mucho debate.
El tono de ese debate sigue siendo el mismo que en aquellos años 70. El Mundo
titula su editorial de hoy: El animalismo es ruinoso para la España rural.
Y explica: "El
PSOE, fruto de su cohabitación con Podemos, ha experimentado durante esta etapa
sanchista una hiperideologización que bloquea a menudo la aplicación de
políticas sensatas". El mismo argumento de entonces: proteger la
naturaleza es desproteger la economía.
Emiliano García
Page, presidente socialista de Castilla-La Mancha y reincidente Pepito Grillo
de Pedro Sánchez, expresó la misma dicotomía con prosodia de castellano viejo:
"El bienestar animal no puede convertirse en el malestar de las
personas". Y denigra la ley elaborada por su propio partido por su
"mentalidad urbanita que no tiene lógica".
Para los que no
estéis muy al loro, está ley prevé multas de hasta 600.000 euros en caso de
abandonos, maltratos o asesinatos. Los aficionados a ahorcar galgos quizá se lo
piensen más a partir de ahora.
Page, como en los
viejos tiempos, defiende sus argumentos con la misma estrategia que los viejos
antiecologistas: caricaturizar al contrario. Es este caso a tu propio
presidente, Pedro Sánchez, tan inexorablemente urbanita.
El citado editorial
de El Mundo es un canto en defensa de la vieja España rural, la España del
señorito de escopeta y no del campo productivo. Algo tarde, pero esta ley
quiere, por ejemplo, proteger a la milana bonita de Azarías del instinto
criminal de algunos cazadores.
Page y El Mundo
intentaron, sin éxito, que esta ley dotara a los perros de las raleas
cinegéticas de menos protección que los perros urbanitas que pasea Pedro
Sánchez. Que los canes de caza del señorito pudieran ser más torturados que los
de compañía.
Como suele pasar en
los periódicos que más lee el señorito (ABC, La Razón, El Mundo y un largo
etcétera de diarios provinciales), enlaza el editorialista el asunto de la caza
con el de las macrogranjas.
El Mundo recupera
un bulo que tuvo mucho éxito hace meses: "El ministro Alberto Garzón
arremetió irresponsablemente contra la carne producida en esas granjas, por lo
demás sometidas a minuciosa regulación". Ninguna de las dos afirmaciones
es cierta.
"Con el sector
de la caza ocurre lo mismo: su estigmatización social es creciente y la
normativa cada vez se vuelve más restrictiva por puros motivos ideológicos -el
animalismo militante de la izquierda-, lo que ha provocado la reacción airada
del mundo del campo", concluye.
Para El Mundo,
perseguir el maltrato animal es de izquierdas. Le faltó también decir de ateos.
Ve motivos ideológicos en la repugnancia que nos produce descubrir las
insalubres condiciones en las que se crían los animales que comemos.
Ay, Azarías. Como
podrás observar, las cosas no han cambiado nada.
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