CULTURA DEL PELOTAZO
ANÍBAL MALVAR
Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol,
comparece ante los medios de comunicación para abordar la polémica generada por
los contratos suscritos con Arabia Saudí para la celebración de la Supercopa de
España, este miércoles en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas.- AFP7 / Europa
Press
Me encanta el fútbol, ese deporte que juegan once contra once y siempre ganan los alemanes (Gary Lineker), la más importante entre las cosas menos importantes (Jorge Valdano), la única religión que no tiene ateos (Eduardo Galeano). Ahora Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, ha añadido un nuevo apotegma inolvidable para que los niños futboleros (el futbolero siempre será niño) sigamos soñando mientras nos hacemos una cultura: "Esto es una mafia: no creo que me vea en el punto de verme en una cuneta con un disparo en la nuca, pero por qué no voy a verme con un saco de cocaína en el coche".
Viene todo esto a
cuento tras conocerse, a través de El Confidencial, las conversaciones privadas
entre Rubiales y el futbolista del Barça Gerard Piqué sobre las mordidas que se
iban a repartir por celebrar la Supercopa de España en esa democracia plena y
feminista de Arabia Saudí, tan cercana a nuestra ejemplar monarquía.
-Rubi, ¿crees que,
acercándonos al Rey, puede ayudar? Tiene buenas relaciones con la gente da ahí,
con los reyes o quien sea de los saudíes. Porque podemos entrar fácil. El Rey
aquí nos podría ayudar. El emérito, ¿eh? -le decía Piqué al presidente de la
real federación.
La corrupción, como
la lluvia, es un fenómeno meteorológico que cae de arriba hacia abajo, y, si
tienes reyes corruptos, lo normal es que los vasallos se acaben mojando, como
Rubiales y Piqué. La imagen del ídolo catalanista futbolero invocando a Juancar
como valedor es más que metafórica. Yo diría que evidencial, si existiere tal
palabra, de nuestro borbónico paletismo. A la hora de trincar, todos parecéis
borbones y rojigualdas, querido Geri.
En estos tiempos de
comisionistas y pegásicos pinchazos telefónicos, se alarma Luis Rubiales de que
le hayan escuchado las mangancias. Un ataque a su intimidad (que lo es). Pero
va en el sueldo, que supera con creces el medio millón de euros. Sobre todo
recordando que su predecesor, Ángel María Villar, acabó en la cárcel.
Aseguraba anoche
Rubiales, en su interminable rueda de prensa y en El Larguero, que detrás de
esas escuchas había "gente muy poderosa". Ningún periodista le
preguntó quién es esa poderosísima gente. Si la corrupción cae como lluvia, es
normal que el periodista moderno evite pisar charcos.
Mi alma limpia de
eterno niño futbolero se quedó algo pasmada cuando, en el conchabe telefónico
Rubiales/Piqué, se preveía que Madrid y Barça tendrían que estar por decreto en
esa final saudí de nuestra democrática Supercopa. Y cobrando más. En caso
contrario, se trincaría menos.
Javier Matallanas,
adjunto a la dirección del As, lo justificaba en la Ser: "El Barça y el
Madrid cobran más porque generan más". Este mantra neoliberal es
enormemente gracioso. Hasta la estupidez. ¿Qué genera de más? ¿Dinero para el
trincón? Evidentemente, ni un médico ni un catedrático generan dinero. Generan
mucho más, en mi indocumentado entender. Y más colectivamente. Y a mucho más
largo plazo. Pero no cobran 634.518,19 euros, cual la pobre víctima Luis
Rubiales. Cada vez que discuto con un neoliberal que no sea millonario, me doy
cuenta de que estoy conversando con un idiota.
Nunca pensé que el
fútbol fuera un deporte limpio, salvo a veces en el campo. Y entre esos eternos
niños que somos los espectadores. Tan inocentes. Voy a volver a Galeano, por
primar la cultura de la pelota sobre la cultura del pelotazo: "El fútbol
se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se
organiza para jugar, sino para impedir que se juegue".
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