DIVAGACIONES DE UNA MAÑANA DE ABRIL
DUNIA SANCHEZ
Las pisadas de las flores se hacen libre, con la ligereza, con la fragilidad de un pecho compulsivo en el mecer de la tarde que se escapa. Una opresión se desinfla a medida del trepar en el olaje imperfecto de las carreteras. Y se hace el retorno. El retorno donde las paredes escarchadas consumen los años. El retorno donde los pequeños instantes son verticalidad del despertar. El retorno donde el viento norte sacude sin aspereza. El retorno donde los besos ausentes son molicie de las estaciones. Miro la pared, sucia de dibujos envueltos en la oscuridad. Escucho la radio, noticias graves acentúan lo miserables que somos. Nos arrastramos donde los naufragios son adheridos a precipicios. Una sonrisa, qué más da. Yo, ese faro donde yerto la oquedad de mis ojos. Ese adiós. La eternidad de la noche y me confieso con las estrellas fugaces que rozan mi frente, cansada. Me levanto. Miro la pared, una mancha, otra mancha. La herida. Lo bello de lo cotidiano de las horas. Me siento y me vuelvo a levantar, mis pasos son eco de calladas manos, de una memoria que pesa cuando el silencio de un espejo solo refleja el halo de una luna. Y la luna me habla. Y la luna pena. Y la luna se desviste del invierno y con celeridad da voces de la primavera. Aquí. Ahora. Miro la pared donde la maldita mancha sigue intacta. Me aproximo, raspo un poco. La noche me vence.
Me vence con su vacío. Vuelvo a sentarme, en
una silla, frente a la mudez del universo, converjo donde los dioses no tienen
cabida y ante tanta insonoridad, a lo lejos, vienen las voces de las olas
cuando se difuminan en viejas rocas. Rocas que dicen de la vida, de este pedazo
de planeta absorbido por la duda. Y por qué no dudar ante tanta desdicha, ante
tanta demacrada mirada de lo que habitamos aquí. La tierra, nuestra cuna, nos
balancea en chillidos dispares en cualquier punto de su cuerpo. Cuerpo
maltratado, sentidos rajados en el sueño del mañana ¡ El mañana¡ ….
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