91 ANIVERSARIO DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA
FRANCISCO JAVIER GONZALEZ
Hoy, con el 91 aniversario de la proclamación de la 2ª República española, me viene a la mente recuerdos de canarios defensores de aquella institución, desde mi padre, cada año, en este día, sacaba de su escondite un rollo de cinta de la bandera tricolor española y cotaba pequeños pedazos para dárselos a los amigos con una fotocopia de una vieja postal alegórica a aquella proclamación, a los fusilados -legal, según ellos, o ilegalmente- a los apotalados, enterrados en cunetas y montes o en sepulcros colectivos improvisados, a los cautivos, como mis tíos, de Fyffes, La Isleta, Gando, Tefía…y a los que, por puro miedo mantuvieron cerradas sus bocas durante decenios ante la brutalidad nacionalcatólica del fascismo español y sus adláteres.
Recuerdo también a los
que, valientemente, defendieron la libertad en los campos de batalla españoles
y de medio mundo después, a los que optaron por la fugona en veleros de fortuna
a las prometedoras tierras americanas, a los que reconstruyeron, dentro de
Canarias, las ideas de libertad que, finalmente, muchas han desembocado,
irremediablemente, en la defensa de nuestra propia libertad e independencia
política.
En su honor hago
público hoy un capítulo de una del par de inacabadas obras -esta lleva aparcada
por uno u otro motivo, cerca de un año- de la que ya han visto a la luz algunos
capítulos más, en lo que el protagonista, Manuel Machín Rivero, Manuel
“Chiclijo” es el único ficticio. El que
hoy hago público es el dedicado a mi amigo ELIO RODRÍGUEZ FIGUEROA, en su mayor
parte producto de sus conversas conmigo cuando, entre otras cosas, recordábamos
a mi tío Luis Pérez Suárez, uno de aquellos miembros de la Juventud Comunista
lagunera que se reunía en Villa Loreto.
ELIO
RODRÍGUEZ DE LA SIERRA Y MELO
Casi empujado por el
recuerdo de Guanapay le vino a Chiclijo desde el espejo la imagen de Elio
Rodríguez de la Sierra y Melo, aunque todos lo conocíamos como “Elio Rodríguez
Figueroa” por su padre D. Luis Rodríguez de la Sierra Figueroa, el abogado y
político tinerfeño autor, entre otras obras, de “El Cacique” y “Del
Regionalismo a la Revolución” o de poemas como “El Mencey de Arautapala”. D.
Luis, que en la Logia Añaza era “Tirxeo” y muchas veces firmaba sus escritos
como “Guillón Barrús” y que Elio llama con el nombre guanche de “Bentaguaire”,
ha pasado a nuestra historia patria como D. Luis Rodríguez Figueroa, así que
sus hijos Hostilio, Guetón Layo y Elio, continuadores de su lucha, fueron para
todos nosotros los “Rodríguez Figueroa”.
El espejo devolvía
a Manuel Chiclijo una imagen de gentleman de impoluta vestimenta blanca de
tenista avezado, tez morena por el sol, escaso pelo, ojos vivarachos y
expresivos, barba cana bien recortada y cuidada, mientras, para su magín,
Manuel rebuscaba y reverdecía sus recuerdos de Elio y soliloquiaba:
-Me acuerdo muy
bien de cuando me lo presentó Alfonso O’Shanahan. Fue allá por el 78 y Elio se
había salido del PCE en medio de la crisis y de las dimisiones que la cuestión
nacional provocó en el III Congreso del PCE en Canarias. Bueno, aquí, sobre
todo en Gran Canaria todo había marchado de mal en peor. Elio había sido
acusado por la dirección de José Carlos Mauricio de haber intentado construir
un Partido Comunista Independentista Canario dentro de las células del PCE. Le
pregunté al respecto de esa cuestión y fue tajante:
-El PCE, desde
Carrillo y la vaina de la Perestroika, ideológicamente se fue pa’l carajo. Se
aburguesó y se españolizó y “El Moña” ha acabado de hundirlo. Yo tenía que
salir de esa trampa para incautos y me fui. ¿Tú crees que después de tantos
años de lucha, desde que empecé con 16 años en La Laguna, en casa de mi padre,
con mi hermano Layo que, como tenía ya los 18 años y era el mayor, fue el
Secretario Político, y varios compañeros más, cuando fundamos las Juventudes
Comunistas en La Laguna en 1934, pasando por la Guerra de España, el Batallón
Canarias que comandaba el gomero Guillermo Ascanio Moreno, los frentes de
Madrid, el Ebro, Brunete y ni sé cuantos más, podía agachar la cabeza ante
cuatro cachanchanes que querían medrar a costa de los que tanto habíamos
luchado? De eso ni hablar.
Elio siguió
desgranando en la mente de Manuel su propia historia y la de su familia,
machacada por el fascismo hispano y sus viles correlatos isleños. Lo veía en el
espejo, dando vida a sus recuerdos, sin amargura a pesar de la dureza de las
tragedias familiares, con la convicción de que no había sido una lucha en vano
y manteniendo íntegra su esperanza en un futuro de dignidad y libertad para su
patria canaria:
-Cuando el criminal
Franco, saliendo desde Canarias, inició la rebelión contra la República y la
feroz Guerra de España, a mi padre, que era diputado en las Cortes españolas
por el Frente Popular, lo sorprendió el levantamiento al desembarcar en Cádiz
para ir hacia Madrid al Congreso. Lo detuvieron y lo metieron, con otros
muchos, en un barco prisión en la bahía gaditana, sin más ropa que unos
calzoncillos y casi sin comida. De ahí lo reembarcaron pa’Tenerife y, a la
semana de llegar, lo “desaparecieron”. Dicen que, apotalado, lo tiraron al mar
por Jagua. La desfachatez de la oligarquía isleña, cómplice del fascismo, llegó
al límite de que, después de haber desaparecido a mi padre, saqueado nuestra
casa lagunera de “Villa Loreto” y, como hacía la Inquisición española, quemado
la biblioteca de mi padre, incautarse de la casa para cuartel y echarnos a
todos a la calle, ¡van y le ponen a mi padre, asesinado dos años antes, una
multa de medio millón de pesetas! cuando entonces un obrero ganaba, a lo
máximo, de 3 a 4 pesetas al día. ¡Los muy hijos de puta estuvieron reclamando
el pago hasta el año 40!
También detuvieron
en La Laguna a mis hermanos Guetón y Layo. A Layo, que era marino, lo
internaron en uno de aquellos tétricos barcos-prisión, los llamados “pontones”:
el correíllo “Gomera”, los fruteros de Álvaro Rodríguez López “Santa Rosa de
Lima” y “Santa Elena” y el de José Peña Hernández “Adeje”, que más tarde
compraría también Rodríguez López, fondeados todos en la rada de Santa Cruz. De
allí enviaron a Layo preso al Sahara, a Rio de Oro, en el “Viera y Clavijo”,
que, como decía Elio: “Ya jode que fuera el barco que llevó a Franco de
Tenerife a Las Palmas para empezar la sublevación y el mismo barco en el que se
fugaron luego del Sahara”. Layo fue, en efecto, uno de los que se sublevaron en
Villa Cisneros, tomaron el penal, rompieron las antenas de radio que
comunicaban con Canarias y se fugaron, con armas, bagajes y rehenes militares
españoles, hacia el Senegal en el “Viera y Clavijo”. De allí, Layo salió pa’España, a incorporarse
a la lucha contra el fascismo.
-Al pobre Guetón-
continuó el Elio del espejo su relato- que era presidente del Comité lagunero
del Socorro Rojo y militante de las Juventudes Unificadas lo metieron en la
prisión que tenían los fascistas en La Laguna en la calle Consistorio, de allí
pa’Paso Alto y Fyffes y, luego de torturarlo, lo desaparecieron. Unos dicen
que, como a mi padre, lo apotalaron en el mar por San Andrés o Jagua, mientras
otros sostienen que está enterrado en Las Cañadas como el alcalde José Carlos
Schwartz, otro abogado que, con mi padre, defendió a los acusados de los
Sucesos de Hermigua, y como Antonio Camejo que, con Guetón, fueron acusados de
los disparos sobre Capitanía General. En realidad, desde que, recién llegado de
Francia a Tenerife, vigente aún la República Española, Guetón le tiró a la cara
una tarjeta suya y desafió a Franco, entonces Capitán General de Canarias, ya
quedó condenado a muerte.
-Yo –seguía
contando Elio- pude huir y me reuní con mi hermano Hostilio que, desde Londres,
se trasladó a España para luchar contra el fascismo y, como era ya doctor en
derecho, estaba destinado de fiscal militar en Valencia. Cuando los fascistas
ganaron la batalla del Ebro, Hostilio, Layo y yo nos reunimos en Barcelona y,
al rendirse la República Española, salimos hacia Francia. Las tropas coloniales
francesas, sobre todo senegalesas, a bayoneta calada, nos detuvieron y nos
internaron en un campo de concentración cercano a Burdeos. Hostilio se fugó del
campo y, con su ayuda y la del cónsul cubano en Burdeos/Saint Nazaire, José
Carballal, salimos Layo y yo.
- Los tres sabíamos
– decía el Elio especular- que la guerra en Europa estaba al caer de un día a
otro y que los franceses lo que querían era devolvernos a España. Teníamos que
irnos porque, devolvernos a España, era condenarnos a muerte. Ya desde los
campos de concentración franceses nos reunimos con otro canario, Francisco
Miranda Díaz, hijo de un trabajador del Puerto de la Luz que tuvo tres hijos,
todos marinos, era un capitán mercante que conocía muy bien la ruta en velero
de Tenerife-Cuba. Francisco Miranda, estuvo escondido y había conseguido huir
de Tenerife, donde yo lo conocí cuando defendía la idea de la creación de una
flota autóctona canaria. Según me contó, la fuga fue el 17 de noviembre de
1936, a bordo del frutero “Bajamar” de la Fred Olsen. Se refugió en Madrid
donde denunciaba los atropellos que se sufrían en Canarias. Entrevistado para
el “ABC” que, desde agosto, se había convertido en el órgano de prensa de la
“Unión Republicana” y que dirigía el periodista y diputado tinerfeño, el
tacorontero Elfidio Alonso Rodríguez, por el periodista Augusto Rivero
Rodríguez de Tudela le dio un fuerte repaso a los falangistas canarios y sus
desmanes, entre ellos conto la odisea, con nombres y apellidos, de los diez
presos sacados de la prisión de La Isleta y trasladados a España en el
“Dómine”, asesinados vilmente en Talavera de la Reina y arrojados luego al Tajo
para desaparecer sus cuerpos.
- Nos pusimos
-añadía Elio- luego en contacto con el palmero Francisco Pérez Triana. Éste era uno de los hombres que, con José
Miguel Pérez, José Pérez Sicilia, Cipriano Martín, Imeldo Guerra y otro más de
medio centenar de compañeros, en abril de 1931, fundaron la Agrupación
Socialista Obrera. Más tarde, junto con José Miguel Pérez, se integró en el
Radio Comunista palmero. Al igual que José Miguel Pérez, que fue primer
Secretario General y fundador del Partido Comunista cubano, Pérez Triana
mantenía muchos contactos con Cuba, y a su petición, se logró la ayuda del
cónsul que nos reclamó y pudimos salir del campo francés de concentración y,
aún más, nos localizó un barco de desecho, la goleta a vela “Alexandrine
Eudoxia” de 14 metros de eslora y unas 18 toneladas de registro, que se había dedicado
durante 50 años al transporte de carbón entre Burdeos y la isla de Ré.
- Sabíamos
–continuaba Elio el relato- por el “Servicio de Emigración de los Republicanos
Españoles” (SERE) creado en marzo por Juan Negrín y el Gobierno de la República
en el Exilio, que se habían fletado barcos para transportar a México, país de
acogida, a los exiliados republicanos en Francia, por lo que tratamos de
conseguir apoyo para comprar y dotar al Alexandrine, pero ellos atendían a sus
propios proyectos. De ese tremendo apuro nos sacó de nuevo la ayuda de
Francisco Pérez Triana que compró, de su peculio, la goleta hecha un despojo,
para regalárnosla y facilitar nuestra salida hacia Cuba que, junto con México,
aceptaba refugiados huidos de la guerra de España. La arreglamos y arranchamos
a dos palos con 4 velas y un pequeño motor auxiliar de gasolina, como pudimos y
muy precariamente, en Saint Martín de Ré. Ni siquiera pudimos contar con una
radio y nos conformamos con un viejo emisor morse.
- Además de
nosotros tres –seguía Elio relatando desde el espejo a Chiclijo- y de Francisco
Miranda y su compañera, Angelines Hidalgo, una hermosa joven española de 18
años, nos embarcamos cinco canarios más y un vasco, Alberdi Sebastián, que era
mecánico de aviación. De los canarios, además de mi hermano Layo, piloto de
marina mercante, con experiencia marinera estaban Marcos Hormiga, marino y
Manuel Pereira Rodríguez, maquinista naval. El resto fueron Juan Francisco
González, contable, Zoilo Hernández, caricaturista y José Junco, linotipista de
“La Provincia” y familia directa del diputado del PSOE por Las Palmas José
Antonio Junco Toral.
Francisco Pérez de
Triana, como propietario, cambió la goleta a pabellón cubano. Quisimos
cambiarle también el nombre y ponerle “LIBERTAD”, pero eso nos costaba 20$ a
pagar al consulado cubano de La Rochelle y no podíamos permitirnos ese
desembolso. El capitán, nombrado por el cónsul cubano José Carballal González,
fue Francisco de Miranda por mayor rango naval y experiencia en esa travesía, ayudado,
como primer oficial, por mi hermano Layo, como piloto mercante que era. El 30
de julio de 1939, desde La Rochelle, con nuestra bandera cubana izada, zarpamos
rumbo a América y a la Libertad en aquella barcaza, que era poco más que una
chalana que ni quilla tenía.
- A los cuatro días
navegando, en pleno Cantábrico nos trinco un temporal que casi nos hace
encallar en España, pero escapamos. Tuvimos días de calma chicha que pensábamos
que jamás llegaríamos a Cuba, pero lo peor fue cuando nos agarró la jodida
virazón, una galerna terrible y traicionera. Intentando escapar d’ella pusimos
proa al sur, pero fue en balde. Nos cogió de lleno. Olas como montañas, vientos
huracanados de todos los cuadrantes… ¡Nunca había visto algo tan terrible! Un
golpe de mar arrancó de cuajo el tambucho de proa y el agua pegó a entrar a
toneladas anegando toda la bodega. Entre mi hermano Hostilio y José Junco
clavaron unas tablas pa’frenar la entrada de agua. Una ola arrancó la tapa de
la válvula de la bomba y otra se llevó una cadena pesadísima de la cubierta
como si fuera de madera. Parecíamos un corcho zarandeados de ola en ola y
nosotros agarrados como lapas a lo que podíamos encontrar.
- Manuel –me decía
Elio en su imagen, nítida y tranquila, tras el espejo- si me pongo a detallarte
todo lo que pasamos, no termino. A cada rato nos despedíamos unos de otros,
seguros de que era el fin, y así durante diez días sin saber siquiera donde
estábamos, pero seguros de que muy al sur de Cuba que era el objetivo. A los 57
días de navegación arribamos a la isla de Trinidad. La prensa de Cuba,
Venezuela, México y Colombia se hizo eco de lo que consideraban una hazaña
superior a las navegaciones de Colón y cuando, una semana después, arribamos a
Barranquilla en Colombia, el mismo presidente, el Doctor Eduardo Santos, bajó
al puerto a darnos la bienvenida…
Interrumpí a Elio
con un comentario. –Por fin, en América, la libertad ¿No es así? - pero Elio me
atajó rotundo.
- ¿Tú crees eso?
Cuando estalló la guerra mundial contra el nazismo volví a Inglaterra y me
alisté. Con los ingleses combatí en el norte de África contra las tropas de
Rommel y, al acabar esa guerra, de nuevo para América, pero continué la lucha
libertaria. Estuve en la Guatemala revolucionaria de Jacobo Árbenz como comandante
del “Batallón Mar y Tierra” de voluntarios latinoamericanos contra el golpe
militar de 1954, fraguado y ejecutado por los gringos, la jerarquía
eclesiástica y los terratenientes criollos. Allí conocí a Che Guevara. Luchamos
mientras se pudo y, al final, terminamos asilados en la embajada de México…
luego en Cuba con Fidel y el Che, hasta que mi hermano Layo y yo nos acogimos a
la amnistía franquista del 77 y regresamos legalmente a nuestra patria canaria.
Digo “legalmente” porque clandestinamente ya habíamos entrado varias veces.
-Elio –le pregunté-
¿Cómo llegaste a la militancia independentista después de tanta lucha
internacionalista? ¿Se puede ser internacionalista y nacionalista al tiempo?
-Hombre Manolo
-contestó tajante Elio- Una cosa lleva a la otra. Te cuento lo que ya he
aclarado en debates con compañeros: Antes que nada, soy marxista desde que
empecé a pensar por mi cuenta. No me oculto. ¿Qué por qué soy independentista
canario? Como marxista leninista lucho por la libertad de los hombres y los
pueblos y me planteo ¿Qué hacer? La respuesta me la da un precepto marxista:
Las experiencias no se exportan, se interpretan y yo así lo he hecho. En una
colonia como Canarias, la desbandada, las traiciones y la división de la
izquierda, el encanallamiento político y la falta de una expresión política de
los intereses populares, permiten que las fuerzas más reaccionarias campen a
sus anchas y sin freno. Mira, te leo textual lo que escribí, y está publicado,
comentando mis “Notas de Trabajo para la Construcción de una Alternativa
Nacional y Popular Canaria”: “Cualquier acción coherente pasa por construir por
los "cimientos"; independencia coherente con los intereses del pueblo
de Canarias, los cuales no son compatibles con aquellos que comparten
sentimientos españolistas, puesto que ello es compartir la doble explotación;
como colonia y como clase trabajadora, por españoles y sus secuaces, sean las
máscaras supuestamente nacionalistas o de izquierda, léase PSOE o IU; ATI y los
sectores colaboracionistas de CC.”
Continuó Elio
desgranando sus ideas y sus actuaciones: -Mi propuesta son las “Unidades de
Tagoror” para la resistencia pasiva y el desbordamiento democrático y, en
última instancia, la movilización popular generalizada. Se lo he dicho a
Antonio Cubillo y a los dirigentes independentistas del FREPIC-AWAÑAK
aconsejándolos a optar por el modelo, con una organización democrática,
flexible y horizontal, entendida más como una red que como una jerarquía
piramidal, transparente y plural, construida sobre la ética personal y
política, partidaria del socialismo, de la propiedad colectiva y la propiedad
pública. Ya veremos cómo sale, pero quiero verlo cuajar antes de irme a morar
en las estrellas.
Elio se tomó un
respiro y me dijo: -Por cierto. Anda por ahí Eligio Hernández diciendo que fue
él quien trajo de regreso a la patria a Cubillo cuando era Delegado del
Gobierno de España en esta colonia. Así fue, pero solo
en parte. La realidad es que yo fui a su
despacho y se lo solicité porque la exigencia ya estaba en la calle. Me
comprometí, en nombre de Antonio, a que no iban a realizarse acciones armadas y
salí fiador de eso. Sé que Eligio consultó con Momo Saavedra que estuvo de
acuerdo y con Barrionuevo que opinaba que había que enchironarlo na’más llegar.
Al final, como lo que había contra él era solamente un sumario considerándolo
inductor de la colocación de una bomba y que, pa’colmo, los supuestos autores
ya habían sido juzgados y absueltos, Eligio encontró un juez en Madrid que
pidió una fianza de 300.000 pesetas. Se depositaron y ¡Cubillo pa’casa y menudo
recibimiento no tuvo en Gando! Cuando llegó a Las Palmas en el verano del 85
nos reunimos Antonio, Eligio y yo en mi casa de La Atalaya en Santa Brígida.
Estaba también mi esposa, Pastora, un gran apoyo en toda mi lucha actual en
Canarias. Fue una reunión cordial, cada uno con sus ideas y sus historias.
-Manuel – remató
Elio la conversa- Queda mucho que contar, pero será para otro día.
Francisco Javier
González
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