LA VIRILIDAD QUE FORJÓ AL
HÉROE FRANQUISTA
Una investigación estudia cómo el
régimen creó una idea de hombre salvador en contraposición a los derrotados en
la Guerra Civil
GUILLERMO
MARTÍNEZ
Alegoría de
Franco y la cruzada. Óleo sobre lienzo
del pintor
boliviano Arturo Reque
El
salvador de la patria, quien se arroga la plenipotencia más heroica, cuya sola
presencia arreglará los males que asolan su país: el hombre y lo viril. Por
otro lado, los cuerpos híbridos, donde el contraste natural es la esencia de su
riqueza, con solapamientos y contradicciones, los cuerpos vencidos,
desechables, rugosos y flácidos: la disidencia política a exterminar. El
teórico de la imagen Miguel Rivas Venegas publica Lo viril y lo viscoso.
Alteridades, fantasmas y héroes en el primer franquismo (Cátedra, 2024),
donde disecciona la creación de la imagen de héroe franquista y la denostación
de todo aquello alejado mínimamente de la norma.
Rivas ha indagado, a través de diversos autores de la filosofía y la literatura de todos los tiempos, el papel que jugó la masculinidad en la formación del franquismo. Así, como en la mayoría de regímenes totalitarios, se erigió la concepción del cuerpo bueno frente al cuerpo malo: los unos, los nuestros, los golpistas, los salvadores de España; los otros, los deformes, los vencidos, los viscosos. “El cuerpo apto que patrocina el franquismo es el más fácil de acotar y lo podemos encontrar en sus diferentes variantes en la cúpula del Valle de Cuelgamuros, lo que yo denomino una amalgama de cuerpos zombis de héroes y mártires de la historia sublimada de España”, expresa el autor de la obra.
Rivas,
que también es investigador en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC),
defiende que el franquismo tomó ideas aparentemente contradictorias de lo que
es ser un hombre. “Si se piensa en la masculinidad tradicional del carlismo,
que al fin y al cabo era una parte del franquismo, es muy poco compatible con
esa otra masculinidad que se jacta de la violencia contra la mujer, del acto de
violación. Esa sería la masculinidad condensada en la figura del legionario o
el africanista”.
Asimismo,
la masculinidad proyectada como buena por el régimen también sirvió como un
elemento destinado a revertir “lo que se suele concebir en este tipo de
sistemas políticos como un proceso de feminización de la sociedad”. Lo ocurrido
hace casi un siglo todavía tiene ecos en el presente. Desde el punto de vista
de Rivas, las derechas alternativas surgidas en todo el mundo en los últimos
años rinden un mismo culto a esta masculinidad tradicional, plenipotenciaria,
la de un hombre que, a través de su potestad reconstructora, casi
palingenésica, solucionará los problemas políticos y culturales.
Lo
seco frente a lo viscoso
Para
llegar a este tipo de conclusiones, Rivas ha analizado diversos dispositivos
culturales de la época, como revistas ilustradas dirigidas al consumo de masas,
pero también otras tantas orientadas a los soldados. Resaltan cabeceras como La
Ametralladora, o Vértice, donde se acumulaba y participaba la
intelectualidad de la Falange y el franquismo más sofisticado del momento, tal
y como lo denomina el mismo Rivas, también miembro del grupo de investigación
‘Arts of Memory’ de la Freie Universität Berlin.
Rivas
une conceptualmente la masculinidad franquista con lo seco, mientras que lo
femenino evoca una sensación más húmeda
Por
otro lado, ha revisitado películas e ilustraciones aparecidas en otros formatos
de literatura, como novelas. Aquí sobresale el conocido Poema de la bestia y
el ángel, de José María Pemán, con dibujos firmados por el pintor y
cartelista relacionado con el bando sublevado Carlos Sáenz de Tejada.
Tras
el estudio pormenorizado también de la novela de guerra y posguerra, los
discursos políticos del momento, cuadros de gran formato e incluso dispositivos
inmensos como el faraónico Valle de Cuelgamuros, que el propio Rivas ayudó a
resignificar junto a otros especialistas en iconografía, arte y políticas
culturales, el autor une conceptualmente la masculinidad franquista con lo
seco: “Aquí se enmarca todo lo asociado a la fuerza, a la capacidad de
sacrificio, a poner el cuerpo al servicio de una causa mayor que lo
trasciende”.
Por
el contrario, lo antimasculino o femenino evoca una sensación más húmeda,
perimetral. “En este caso, la idea aparece atravesada por una serie de imágenes
que en realidad se asocian a distintos terrores, incluso del neolítico, como
imágenes atávicas, muy antiguas, que están fuera de las lindes de lo propio y
que, por lo tanto, deben perseguirse”, explica.
Discursos
que beben de la demonización colonial
Uno
de los aspectos que más llamaron la atención a Rivas durante su investigación
fue cómo la dictadura construyó sus discursos sobre la alteridad basándose en
los mismos que lo precedieron. En este momento en el que los estudios
poscoloniales han adquirido cierto peso, resalta que aquello de lo monstruoso,
un discurso generado en torno a mujeres u hombres republicanos, milicianos y
milicianas, están permeados por lo relatado en las mal llamadas “crónicas de
Indias”.
El
discurso generado en torno a mujeres u hombres republicanos en el franquismo
está permeado por el de las mal llamadas “crónicas de Indias”
Una
vez que los españoles arribaron a América, escribieron estas crónicas en las
que caracterizaban a los moradores originales del continente. “Ahí trataban
temas como la manera de comunicarse que tenían, sus lógicas de habitación del
espacio, la forma en la que se alimentaban o practicaban sexo. Algunos de estos
estereotipos se repitieron después en la literatura franquista y tomaron cuerpo
a través de otro soporte muy importante, la imagen”, desarrolla el experto.
De
esta manera, tanto consciente como inconscientemente, según Rivas, se produce
una reutilización de estas formas de mirar y describir la realidad a partir de
la cual se puede rastrear una serie de supervivencias culturales a la hora de
representar al otro. Si hace 500 años los otros, el cuerpo malo, indeseable, a
domar, no erecto, eran los indígenas, la idea franquista de cuerpo malo mutó
hacia los republicanos, los débiles, los perdedores.
El
hombre salvador en la actualidad
Para
Rivas, se produce una espiral de paralelismos porque la historia de las
culturas tiene tendencia a repetirse. En este sentido, el nombre de Donald
Trump se yergue como el arquetipo de la masculinidad tradicional. Todo lo
puede. Y solo él lo puede. “Esa imagen de la potencia masculina como solución a
todos los problemas de la patria según la lógica conservadora no ha
desaparecido”, recalca. Ahí queda el lema “Trump will fix it” [“Trump lo
arreglará”]. En este sentido, el autor considera que “Trump aparece como el
macho vencedor, el único que podrá terminar con conflictos internacionales de
gran calado tan solo con su presencia”.
El
teórico de la imagen que prologa el libro, Jorge Luis Marzo, apunta
acertadamente el embate que ha supuesto la potencia de la última ola del
movimiento feminista a la hora de crear esa imagen de cuerpo aceptable o
perseguido. “Atenazados por lo que consideran una ‘pérdida de sustancia’, y
sujetos a una imposibilidad natural de procesar la rica complejidad que
proporciona el feminismo(s) y el fin de la heteronormatividad, estos nuevos
profetas de la virilidad se presentan con yelmos sobre torreones o en postura
de jarras llevando calzones deportivos y sudaderas militares sobre los picos de
las montañas, repartiendo ceniceros y defendiendo la mística penetradora de la
muerte taurina”, prologa el especialista.
Marzo
también concluye que “el otro, el homosexual, el inmigrante, el animal, el
comunista, son adjudicados a un mundo de la flacidez, de la reproductibilidad
esponjosa y volátil de los virus y los insectos”. Y añade: “Comunidad e
inmunidad se declinan de nuevo en términos cerrados, amurallados: la comunidad
nacional como baluarte de inmunidad; la inmunidad como póliza de seguros
comunal”. Tal y como él mismo enfatiza, “la complejidad plural es sinuosa. La
línea recta es imperial”.
Expulsar
los cuerpos malos para eliminarlos
Esta
demonización de la que habla Marzo es avalada por Rivas, quien recuerda que “la
violencia verbal siempre precede a otros tipo de violencia, y hay precedentes
históricos muy preocupantes que han comenzado con la criminalización del
diferente, del disidente, para su posterior exterminio”.
En
la actualidad, las campañas políticas también pasan en gran medida por la
expulsión de una serie de cuerpos considerados malos. “Hay una enorme
percepción de capital político en la expulsión de los migrantes de los países a
los que llegan, lo que sería otra forma de exterminación, si se quiere”,
expresa Rivas, que concluye: “Por eso, esta idea de expulsar a miles de hombres
no aptos según las lógicas occidentales por ser de otra raza, y que también
esconden pulsiones clasistas muy fuertes, procede de esa concepción de rechazo
a lo viscoso por parte de lo viril que también se reprodujo durante el
franquismo”.
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