FELIPE VI Y FRANCO
Felipe VI saludando a
Francisco Franco, con Juan Carlos
I al fondo (Pazo de Meirás, 1975)
Yo no sé cómo se las va a apañar mi graciosa majestad para pasar todo el
cincuentenario sin hablar nada de Franco, porque todo lo que diga o no diga se
va a volver en su contra. Él es el símbolo vivo del franquismo, su herencia más
vistosa
A falta
de confirmar la información de La Gaceta, yo no sé dónde va a
encontrar Felipe VI tantos aspirantes a embajador para hacer pellas durante
todo el año. Porque Pedro Sánchez, que es más perverso que una pizza con piña,
ha programado más de cien celebraciones. Una cada tres días. Como si quisiera
que nos retratáramos ante el espejo de nuestro pasado dos veces por semana. El
PP ya ha dicho que no asistirá al primero de estos fastos. Son más de cantar
el Cara al sol en la intimidad. En Vox están haciendo acopio
de linimento: saben que esta temporada habrá lesiones de tanto mantener el
brazo en alto.
Como yo
soy muy fiestero, a mí esto de celebrar aniversarios me pone mucho. Y, en este
caso, más. Conmemoramos la muerte de un dictador o el ascenso de un caradura
(si digo ladrón, me meten en la cárcel, como a Pablo Hasél) que se ha tenido
que exiliar a Abu Dabi. Es para estar orgullosos de nosotros mismos.
A mí, en estas fechas tan
entrañables, quien me desvela es nuestro Felipe VI. Al fin y al cabo, Francisco
Franco es su abuelete factual
Malicio
que este año vamos a tener Franco hasta en la sopa. Eso podría ser maravilloso
si este cincuentenario nos sirviera para profundizar en una Historia que
estamos empeñados en olvidar. El PP tardó 27 años en condenar el golpe militar
del 36. Lo hizo en 2002 en el Congreso. Todos los partidos votaron una
resolución que pactaba el "reconocimiento moral" a quienes
"padecieron la represión de la dictadura franquista". Gobernaba José
María Aznar con mayoría absoluta. Pero fue un espejismo. Cuando llegó Mariano
Rajoy a la Moncloa, no tuvo reparos en presumir de no haber gastado un duro en
esa chorrada de la memoria histórica. Una cosa es el “reconocimiento moral”
genérico y otra invertir en desenterrar a los asesinados de las cunetas. Solo
después de Camboya, somos el segundo país del mundo con más desaparecidos por
una dictadura criminal. No puede uno ni ir a follar de campo con la seguridad
de no estar retozando sobre una fosa común.
A mí, en
estas fechas tan entrañables, quien me desvela es nuestro Felipe VI. Al fin y
al cabo, Francisco Franco es su abuelete factual. Pasó la infancia a su lado. Y
de él heredó un trabajo bien remunerado para toda la vida. Cómo no te voy a
querer, que dicen los del fútbol.
Yo no sé
cómo se las va a apañar mi graciosa majestad para pasar todo el cincuentenario
sin hablar nada de Franco, porque todo lo que diga o no diga se va a volver en
su contra. Él es el símbolo vivo del franquismo, su herencia más vistosa. No
juró, como su padre, los principios del Movimiento Nacional, pero compensó el
descuido haciéndose beneficiario de una cuenta de 65 millones de euros del
banco Mirabaud que escondía Juancar en Ginebra. La pasta, cuando saltó el
escándalo, se la quedó Corinna, de lo que me congratulo: quien roba a un borbón
tiene cien años de perdón. Pero no hay suficientes millones Larsen en el
planeta para pagar el sofocón constante que va a sufrir Felipe VI este año con
lo del cincuentenario de su abuelete. De su empleador. Del asesino fascista y
filonazi que le otorgó la dignidad monárquica. Para que después andéis diciendo
los rojos que leéis este panfleto que el chaval no se gana el sueldo. A ver si
The Telegraph le encuentra otra cuenta off-shore en Suiza, que se la merece.
Pobrecico mío.
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