ESPEJO DE PRÍNCIPES,
DEDICADO A FELIPE VI
POR RAMÓN
SORIANO
Felipe VI en su mensaje de Navidad, grabado en el Salón de
Columnas del Palacio Real.EFE/
Ballesteros
Me
permito ofrecer al rey Felipe VI una versión actualizada del género Espejo
de Príncipes de la literatura medieval, cuyo objeto era impartir instrucciones y consejos a reyes,
príncipes y nobles para el buen gobierno y la estabilidad política en sus
territorios. Utilizo el lenguaje propio de estas publicaciones en el
enunciado de los consejos que vienen a continuación.
Primer consejo: Haga saber el rey a la ciudadanía cuál
es su función en la estructura del Estado
Se
trata de un rey de una sociedad democrática en el marco de una democracia parlamentaria. Es muy necesario
que el discurso real comience explicando el papel del rey, que muchos
desconocen y como consecuencia le piden que haga lo que tiene impedido hacer
constitucionalmente. He podido comprobar este desconocimiento generalizado en
los comentarios de prensa tras el discurso del rey, que no proceden solo del
público en general, sino incluso de los políticos, nuestros
representantes.
El desconocimiento sobre las funciones del rey no procede solo del público en general, sino incluso de los políticos, nuestros representantes
El
rey debe decir que reina, pero no gobierna, y que está atado por las funciones
que le encomienda la Constitución, a las que no puede sobrepasar, que él no
vota porque no puede emitir opiniones políticas ni mucho menos ponerse
del lado de los programas de partidos políticos concretos. Su papel es de
moderador y árbitro, pero no de protagonista en la dirección política, que
corresponde al Gobierno. Tiene que hacer ver que es el rey de todos/as y que su
posición le diferencia de los partidos políticos, cada uno de los cuales
representa una parte de las opciones políticas del país.
La
ausencia de esta explicación conduce a la desafección de la ciudadanía respecto
a su rey debido a la ignorancia. Por el contrario, la declaración del rey de
quién es él y qué función desarrolla en la organización de un Estado de Derecho
sería un revulsivo contra políticos y comentaristas, que tras el discurso del
rey le exigen unas palabras, que él no puede pronunciar por imperativo
constitucional.
Segundo consejo: Sea el rey equitativo en los asuntos
a tratar
El
rey debe referirse a todos y no a unos pocos entre los asuntos de mayor relieve
y que forman parte de la máxima preocupación de la ciudadanía. Las encuestas de
opinión pueden servirle de guía. No puede un rey, por ejemplo, referirse al
problema de las inmigraciones en su país, dejando en el tintero el de la violencia de género, si ambos están en
la cresta de la opinión pública y en la lista de las mayores preocupaciones de
la sociedad. Sobre todo porque la selección de unos asuntos a costa de otros de
igual relevancia da pie a que un número considerable de críticos expresen que el
rey se ladea hacia determinada orientación política. Muy cuidadoso debe ser
el rey en sopesar su equidistancia en la selección de los temas de su
discurso.
No
puede un rey referirse al problema de las inmigraciones en su país, dejando en
el tintero el de la violencia de género
Es
fácil comprobar cómo los partidos políticos se posicionan desigualmente ante el
discurso del rey en la Navidad de 2024. Los partidos de ultraderecha, derecha,
centro y centro-izquierda se manifiestan, más o menos, complacientes con las
palabras del rey. Los partidos de izquierda muy críticos. Un partido de
izquierda ha llegado al punto de exigir al monarca que ejecute su propio y
amplio programa político. El hecho evidente es que las intervenciones de
los partidos políticos comentando el discurso del rey demuestran la enorme
ignorancia jurídica de nuestros líderes políticos. Deberían aprobar un curso
breve de derecho constitucional antes de ejercer la función representativa o de
gobierno.
Tercer consejo: Sea el rey circunspecto en las
referencias concretas y la exigencia de responsabilidades
La
generalización es un tributo de la Corona en pro de su independencia. El rey
no debe entrar en materia -se dice- porque entonces sería criticado por su
alineación política. Es el argumento clásico de las derechas de todos los
tiempos, a las que les gustan un rey convidado de piedra en el escenario
político. Nada impide que el rey en ocasiones baje de la generalización y haga
referencias concretas, incluso atribuyendo responsabilidades a organizaciones e
instituciones siempre que se den los siguientes requisitos: a) hechos y situaciones
de primer relieve constatados y verificados, b) objeto de máxima preocupación
social, c) donde el interés social esté afectado, y d) que suponen la
vulneración del ordenamiento jurídico. Una de las palabras más pronunciadas
en el discurso del rey es el bien común, expresión de los clásicos de la
filosofía jurídica, que en nuestros tiempos ha sido sustituida por el interés
social.
Un
ejemplo de libro de este consejo es el acontecimiento de la DANA de València, número uno en la lista
de los asuntos referidos en el discurso real. El rey ha reducido el daño
ocasionado a una falta de coordinación de las administraciones públicas.
Simplemente. Creo que en el caso la generalización no está justificada, ya que
se trata de un acontecimiento, que reúne los requisitos anteriores, y que
hubiera permitido al rey la exigencia de responsabilidades.
Cuarto consejo: sea el rey neutral y así podrá
representar a toda la ciudadanía
La
neutralidad es la cualidad del rey que falta en el art. 56 de la
Constitución. Tiene que ser entendida en sus dos facetas de acción y
omisión. No falta únicamente el rey a la neutralidad cometiendo una acción
contra ella, sino no ejecutándola y, al cruzarse de brazos, evidencia que no es
neutral; en el primer caso no debió actuar; en el segundo debió de hacerlo; en
ambos casos siempre en beneficio de la neutralidad. Como derivado de esta doble
faceta de la neutralidad, la nota del equilibrio en las intervenciones del rey:
a cada cual su mérito y su derecho; a cada cual su demérito y su obligación;
persiguiendo el equilibro del fiel de la balanza de la ciega justicia, absolutamente
vertical, que no se inclina ni a la izquierda ni a la derecha.
Otro
ejemplo de libro de incumplimiento de la neutralidad fue el discurso de Felipe
VI de octubre de 2017, en el que acusó a los separatistas catalanes de
“deslealtad inadmisible” y, sin embargo, nada dijo del Gobierno de Rajoy,
que empleó la violencia contra mujeres y ancianos, que únicamente pretendían
depositar su voto en la urna. Las imágenes de las cargas incontenidas de la
Policía ocuparon las portadas de los periódicos del mundo.
Quinto consejo: Abandone el rey privilegios
injustificados en una sociedad moderna de un Estado democrático
¿Se
imaginan que el rey terminara su discurso comunicando que renuncia a sus
privilegios, que causan estupor en la sociedad española y desafección a la
Corona? El rey debe abandonar sus atributos, que no corresponden a un Estado de
Derecho y responden a privilegios arcaicos e injustificables. Uno de estos
privilegios, que a él le atañe directamente, es la inviolabilidad absoluta, que significa
que el rey es irresponsable y por lo tanto impune en cualesquiera de sus
comportamientos en las esferas pública y privada. Siempre es irresponsable.
Siempre es impune. El rey puede asesinar, desfalcar, calumniar, injuriar,
etc. y no puede ser procesado por ello. Este privilegio chirría en nuestra
sociedad democrática, en la que nadie está por encima de la ley y el Derecho.
Otro
privilegio arcaico es la preferencia del varón a la mujer en el acceso a la
Corona frente al principio de igualdad del art. 14 de la Constitución.
Felipe VI, que ha sido personalmente beneficiado por este privilegio contrario
a los tiempos modernos, frente a sus hermanas mayores, las infantas, haría muy
bien en promover el cambio constitucional para que la igualdad por razón de
sexo llegue a la institución monárquica. E igualmente promover que la
inviolabilidad del rey se refiera exclusivamente a sus funciones
constitucionales y no a sus actuaciones privadas. La sociedad española no puede
digerir que un rey esté por encima de la ley penal y que la mujer sea preterida
por el varón en función de su sexo.
El
rey debe abandonar sus atributos, que no corresponden a un Estado de Derecho y
responden a privilegios arcaicos e injustificables
Felipe
VI ha dejado pasar una oportunidad más para consolidarse como rey de todos
los españoles/as. Ir al barro de València para darse un baño de multitud no
es suficiente. Sabe a poco. No es el camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario