EL MANTERO AHOGADO EN EL GUADALQUIVIR
Y EL PERIODISMO INFAME
POR JUAN
TORTOSA
Concentración
de un grupo de personas de la comunidad senegalesa de Sevilla.EFE/José
Manuel Vidal
Sobrecogía
la noche del pasado jueves en Sevilla escuchar cómo la comunidad senegalesa que
vive en la ciudad pedía justicia. Unas mil personas los acompañábamos en la
plaza de la Gavidia durante el homenaje a su compatriota Mamouth Bakhoum,
ahogado días antes en el Guadalquivir cuando huía de la policía. Los cánticos
en honor al amigo desaparecido, los rezos desgarrados cargaron la atmósfera de
una emoción solo empañada por el desmesurado despliegue de las fuerzas de
seguridad en la zona donde se celebraba el acto.
El domingo 29 de diciembre a las cuatro de la tarde, Mamouth, de 42 años, escapaba de la policía cargado de bolsos y camisetas que se proponía vender por el centro de la ciudad, cuarenta kilos envueltos en una manta que intentaba proteger para evitar que le decomisaran la mercancía. Sus compañeros se escabulleron con más facilidad, pero él eligió para correr un camino por el que la persecución –“seguimiento”, según la versión oficial- era más fácil pero la huida más complicada. Lo que ocurrió solo sus protagonistas lo saben, el caso es que tras recorrer algo más de un kilómetro, Mamouth Bakhoum cayó al río y cuando lo sacaron del agua ya estaba muerto. En los videos del rescate se puede ver cómo intentan reanimarlo sin éxito.
“Queremos
saber qué pasó, clamaban los portavoces durante el acto en su recuerdo, con el
corazón roto pero la voz firme, exigimos que se abra una investigación, que se
conozca la autopsia, que se busquen grabaciones de las cámaras de seguridad,
basta ya de criminalización de los manteros, basta de perseguir a quienes su
único delito es intentar sobrevivir, no vamos a desaparecer, esta lucha no va a
parar hasta que todos seamos iguales, nos necesitamos los unos a los otros.
¡Justicia!”
A
medida que aumentaba el clamor de los presentes pidiendo justicia, crecía a su
vez la incomodidad de la policía que nos “custodiaba”. Es bueno que un asunto
así cobre repercusión, es bueno que los intentos por minimizarlo no tengan
éxito, es necesario luchar para que este tipo de casos no continúen cerrándose
en falso. “Si fuera un criminal, ¿habría huido con la mercancía?, argumentaban
sus amigos. El padre de una niña de un año, se iba a tirar al río así sin más?,
añadían mientras aseguraban que Mamouth tenía papeles, se había quedado sin
trabajo y por eso recurría a la manta.
“El
mantero que murió huyendo de la Policía Local de Sevilla tenía una condena de
cuatro meses por atentado contra la autoridad”, habían titulado el día de los
hechos los principales diarios locales sin percatarse -¿o sí?- de que así
estaban deshumanizando a la víctima. Una vez más, el débil, el diferente, era
criminalizado por medios que funcionan como altavoces de las fuentes oficiales,
que no se plantean escuchar ninguna otra versión ni mucho menos buscar
testigos. “Atacan la jefatura de la Policía Local de Sevilla tras la muerte del
mantero que se ahogó en el Guadalquivir”, titularon para relatar la protesta de
amigos y familiares de Mahmoud tras conocer su muerte. “Los familiares irrumpen
de forma violenta en la comisaría”, remataron, obviando así el meollo del caso
y alejando el foco de lo importante: ¿por qué ocurrió? ¿de verdad se tiró al
agua sin más? ¿qué pasó en realidad? Nadie se interesó por la versión de los
familiares y amigos de la víctima, a nadie le resultó extraño que alguien que
no sabía nadar decidiera tirarse al río ante la presencia de unos policías que
no iban a detenerlo, según la versión oficial.
Estamos
echando la profesión periodística a perder, si es que no lo está ya de manera
irremediable, no nos ganamos el respeto de los lectores a quienes nos debemos,
con tal de no incomodar a quienes mandan, y así nos va. No me puedo creer que
haya profesionales del periodismo que piensen que ser negro y africano es
explicación suficiente para cualquier irracionalidad si lo dicen las fuentes
oficiales ¿O sí?
Mahmoud
no es el primer mantero que fallece huyendo de la policía en nuestro país. Hace
ya diez años perdió la vida otro compañero que cayó desde un balcón en Salou
durante una operación policial y en 2018 un tercero murió de infarto cuando era
perseguido por Lavapiés, en Madrid. Representantes de distintas asociaciones
cívicas se comprometieron a reunirse con la comunidad senegalesa para ver qué
medidas legales se puede tomar tras lo sucedido el pasado día 29 en Sevilla,
recurrir a la fiscalía y buscar pruebas y testimonios que permitan presentar
una demanda judicial. Para denunciarlo e impedir que este tipo de casos
continúen sucediendo.
Esperemos
que nadie corra un tupido velo sobre un asunto que presenta dudas e
interrogantes más que razonables. Si nadie tiene nada que temer, ¿qué
justificación puede haber para que no se llegue hasta el final en la
investigación y se difundan los resultados con absoluta transparencia? ¿por qué
empeñarse en dar a conocer versiones incompletas y sesgadas?
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