VACUNA CONTRA LA EUFORIA
DAVID BOLLERO
La dispensación de las primeras vacunas ayer domingo ha traído una euforia que, como la pandemia de COVID-19, también tiene olas. Vivimos una primera al salir del confinamiento tras tres meses encerrados en casa; una segunda con la llegada del verano y la desescalada a ritmo vertiginoso y ahora una tercera, con las vacunas. Hoy ya se pueden leer titulares hablando del "principio del fin" o escuchar a políticos hablar de recuperar la "normalidad completa". Volvemos a gestionar las expectativas de un modo deficiente.
La nueva ola de
euforia generada con la llegada de las vacunas debería moderarse pero, lejos de
contener la alegría, interesa darle rienda suelta. Con el aciago año que
cerramos, supongo que resulta inevitable aferrarse a ciertas noticias y
amplificarlas cuantitativamente -con las monografías que nos dedican algunos
medios- y cualitativamente -con el disfraz de panacea con que visten algunos a
las vacunas-.
El equilibrio
siempre es lo más complejo de alcanzar y en la gestión de esta pandemia es el
gran ausente. No ha habido equilibrio entre la información y la propaganda; ni
entre la oposición y el ataque; ni siquiera entre el optimismo y la euforia
desmedida. En resumen, no estamos sabiendo gestionar las expectativas y ello
provoca que, cuando llega lo previsible, el batacazo emocional sea mayor.
Los expertos y
expertas ya advierten del incremento de los trastornos mentales desde que
comenzó la pandemia. En este aumento, esa gestión de las expectativas tiene
mucho que ver. ¿Por qué nos resulta tan complicado contemplar los aspectos
positivos, incluso disfrutarlos, pero sin dejar de tener los pies en el suelo?
La llegada de la
vacuna no va a resolver a corto plazo la crisis socioeconómica que no ha hecho
más que empezar. En mitad del tragedia, la clase política prefiere no dirigir
demasiado los focos a ese punto y de ahí que se cometan patinazos que llevan a
hablar de una "normalidad completa" próxima. Retirar la mascarilla no
es sinónimo de normalidad.
Aún nos quedan
muchos meses de travesía por el desierto para recuperar lo perdido, tanto en
materia de bienestar como de derechos. Este horizonte no ha de impedirnos
disfrutar de las pequeñas victorias, saborearlas, pero sin hacernos perder el
norte y, lo que todavía es más importante, sin olvidarnos de quienes se van
quedando atrás y quienes ya lo estaban antes del COVID-19. La vacuna contra la
euforia es hoy más necesaria que nunca; sin ella, volveremos a perder el
equilibrio.
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