COBARDE DE MIRADA HUIDIZA
DAVID BOLLERO
En ninguna de las fotografías del discurso de Navidad de Felipe VI que publica la Casa Real el monarca mira a la cámara. Ninguna. Antes de escribir estas líneas he querido comprobar lo que sucedía el año pasado y, efectivamente, en 2019 sí lo hizo. Este año, con el mensaje hueco que nos regaló anoche el Borbón, fue incapaz de mirarnos a la cara, como el culpable que confiesa a medias, como el que no es sincero, como el cobarde.
Como anticipaba ayer, no podíamos esperar gran cosa de Felipe VI, que desde que inició su reinado lleva evidenciando aún más que en el pasado cuán innecesaria es la institución de la que come. Tres temas principales estaba obligado a tocar, a saber, la pandemia, la corrupción en su círculo íntimo y los golpistas fascistas asociados a las Fuerzas Armadas de las que él es el máximo superior. Tocó el sencillo, del que menos precisamos escuchar porque sus palabras no fueron más que réplicas de las que llevamos meses escuchando de boca de la clase política.
Con todo, incluso
ahí mostró su cobardía, pidiendo al personal sanitario que "mantengan todo
el ánimo y toda la fortaleza y que sigan cuidando de nuestra salud"
mientras que instaba a "fortalecer el tejido empresarial y productivo,
industrial y de servicios". No habría estado de más que también pidiera
más recursos para una Sanidad Pública insuficientemente financiada que ha
dejado a nuestros profesionales a los pies de los caballos... pero ni siquiera
tuvo coraje para eso. No pisó un solo callo de quienes le sostienen en la
Jefatura de Estado.
El cenit de su
ausencia de coraje, convenientemente aderezado con cinismo e hipocresía, llegó
al indicar:
"Ya en 2014,
en mi Proclamación ante las Cortes Generales, me referí a los principios
morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Unos
principios que nos obligan a todos sin excepciones; y que están por encima de
cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o
familiares.
Así lo he entendido
siempre, en coherencia con mis convicciones, con la forma de entender mis
responsabilidades como Jefe del Estado y con el espíritu renovador que inspira
mi Reinado desde el primer día".
Esa es toda
referencia a la corrupción probada -y la que resta por probar- del rey emérito,
a cómo su mismo viaje de boda se financió con dinero de dudosa procedencia que,
en coherencia con sus convicciones, tampoco se molestó en comprobar. Un
despropósito.
En cuanto al auge
fascista/golpista en el ejército, tomó el relevo del emérito, que nunca ha
tenido problema en adaptarse a regímenes dictatoriales -como vemos, incluso, a
día de hoy-, y miró para otro lado, siendo la única mención la que destacaba
"la eficacia y entrega de nuestras Fuerzas Armadas".
Y si cobarde fue el
monarca no lo son menos sus palmeros, como Pablo Casado, que habla de
"mensaje impecable" o Santiago Abascal que, foto incluida de sus
retoños 'uniformados', se quedó con la parte más ñoña del mensaje real. La
incapacidad de esta políticos para entender que criticar la monarquía no
implica necesariamente un ataque frontal es supina.
Esta mañana aún se
escuchan palabras pesebreras que disculpan al Borbón, justificando el alarde de
pusilanimidad y cinismo en que el margen de maniobra del rey es muy limitado.
Afortunadamente, buena parte del pueblo español, ya sea monárquico o
republicano, ha pasado de la indignación a la profunda decepción y estas
disculpas torpes, impostadas y pegajosas ya no calan. Y el Borbón lo sabe...
por eso ni es capaz de mirarnos a la cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario