UTOPÍA LIBERTARIA
EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA.
Arengar al espacio no es realmente altruista, no fue, ni es mi intención. Es preferible dirigirse a interlocutores validados por academias del sentido ausente, preferiblemente sin ofrecer réplica a mis elucubraciones diurnas y nocturnas. Y hay una razón justificable, como todas las razones, incluso las irrazonables, en tiempos donde la enfermedad y la muerte lo ocupan todo, con alardes de dolor y sufrimiento, acciones épicas y distópicas en servicio streaming, hacen del mundo una comedia, donde la piedad no tiene lugar.
En esta comedia
sufren todos de abscesos de orden espiritual o físico, ¿cómo no experimentar
tales sentimientos?, si un nuevo mundo está saliendo del huevo y por muy rápido
que escriba el viejo mundo no muere con suficiente rapidez.
Quienes leen mis
libros, editoriales y artículos se habrán percatado que hago uso inagotable y
literalmente interminable de la palabra, intentando comunicar lo incomunicable
por el verbo. Mi monólogo, que puede detenerse en cualquier momento, como
podría retomarse en cualquier otro, no siendo el final del mismo más que una
interrupción, por tantas razones, ¿vale la pena que las enumere? Cualquiera que
haya vivido solo sabe hasta dónde el monólogo tiene un lugar especial en la
naturaleza del hombre.
En este caso, desde
mi espacio de ser que vive, goza y sufre, deseo devolverle al vocablo
“libertario” el real y verdadero significado que tiene, pues ha sido apropiado
por hordas de descerebrados que, careciendo de vocabulario propio, han
malversado de modo grosero, este término, pues etimológicamente el vocablo
“libertario” significa “partidario de la libertad”, pudiendo ser un antónimo de
autoritario, de determinista, o de esclavista.
Por lo tanto, desde
este editorial exijo a los sátrapas que han tomado este vocablo, a eliminarlo
de su jerga balbuceante para referirse a un movimiento oportunista, sin ideal
alguno que alcanzar, salvo el de ganar incautos parias de expresividad,
levantando banderas ficcionales del mercado de valores espurios, donde el
dinero lleva grabada una adquisición basada en el delito y la transgresión,
opuesto de modo absoluto a la de rutina del trabajo productivo.
Es fundamental
aclarar que los verdaderos libertarios sostienen que los recursos naturales que
no son propiedad de nadie “pueden ser apropiados por la primera persona que los
descubre, mezcla su trabajo con ellos o simplemente los reclama, sin el
consentimiento de otros y con poco o ningún pago”. Deviene entonces sentir y
pensar que esta masa abigarrada de neoliberales disfrazados de libertarios
carnavalescos, deberían ¡ya! dejar de lanzar discursos que no hacen al acervo
del libertario fundacional, nacido en el siglo XVIII, en la Francia de la
Revolución, asimilados a la liberación de naciones y su independencia de
poderes espurios.
Legítimos
libertarios, revolucionarios, plenos de ideas, ligados al anarquismo de
izquierda, según relata Joseph Déjacque, escritor anarquista francés en una
carta dirigida al filósofo anarquista Pierre Joseph Proudhon, en 1857, donde da
una clara exposición que otorga sentido al término libertario.
En España desde la
Guerra Civil en 1936, el movimiento obrero español utiliza el término
libertario como sinónimo de movimiento anarquista español, compartiendo una
misma tradición histórica con el socialismo. Entonces, tilingos publicitados en
corporación mafiosa mediática a dejar de utilizar palabras que no responden a
sus horizontes pintados de color dólar... hora de llamar a las
"cosas" por su nombre.
Sólo la oscuridad
paradójica que rodea el origen de la riqueza es lo que está en juego para estos
hijos del saqueo neoliberal: para que el dinero valga como signo literario debe
encerrar la memoria de un relato donde se lea la aventura prodigiosa de las
malversaciones y los crímenes que lo han producido... nada que agregar sobre
estos especuladores y malversadores de la verdad, como bien fundacional de la
humanidad.
En el espacio de la
cultura, en tiempos donde la revolución tomaba forma, en los 60 y 70, algunos
creadores se identificaron entonces como libertarios, rechazando o alejándose
de la etiqueta anarquista: el genial Albert Camus es un claro ejemplo, aunque
por cierto en una posición similar también podría citarse a Jacques Prevert,
Boris Vian, etc. Algo similar también podría señalarse en el área de la
cinematografía, con creadores tales como Luis Buñuel y los pertenecientes a la
Nouvelle Vague... los talentos siempre cerca de la libertad de expresión y en
capacidad de fijar nuevos horizontes, donde la igualdad y la creatividad sin
límites tengan espacio de honor.
No me resulta
extraño que ningún informante de la corporación mediática mafiosa, no haya
intentado despejar dudas sobre el vocablo libertario y sus apropiadores, pues
la farsa y la mentira fueron elevados a símbolo en medios basura. Y bien, no
admito que los burócratas del signo se les ocurre bautizarse como libertarios,
fraguar las palabras, ante la ausencia de vocabulario propio de los
neoliberales, hacen uso y abuso de un lenguaje que les es ajeno, que aún tiene
sentido y destino, deviene en delito flagrante, pues como jamás en la historia
de la humanidad la concentración de la comunicación y la información, la poseen
pocos individuos, personeros del odio y la mentira, se elevan por encima de sociedades,
estados, individuos y tienden a mutar a los mansos espectadores en autómatas en
objetos del destino, construyendo ignorancia desde el temor y la traición.
Los íntimos y
prohibidos deseos de confrontación aparecen de modo permanente, en las formas más
insospechadas y escatológicas en todos los espacios de filiación, después de
todo son “actos humanos” ¿no?, pues los conflictos de la diferencia son ya una
guerra de fuegos cruzados.
No existe sólo
dualidad, sino multiplicidad de ismos de la diferencia, extendidos en todos los
rincones del planeta, cada señal de una diferencia es la ocasión para un ismo.
Y todos esos fuegos cruzados afectan también el primer racismo, el de la
diferencia genérica del animal.
(*) Filósofo y
poeta
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