RECORDANDO A “LOS TRES PINOS TRISTEMENTE
DESAPARECIDOS”
QUICOPURIÑOS
Releyendo mi propio último artículo, “Canción de Navidad en Villa Tres Pinos”, siento que le faltó algo, lo que ahora incorporo al pie. Y me pregunté, si le falta algo, porque no añadirlo o es que un relato una vez escrito es inamovible. Entonces me dije, si escribo porque me gusta y veo que hay gente que me lee y me contesta con mensajes de ánimo, algo que las convierte en cómplices, pues conectan, contactan, participan, te animan a escribir y te apoyan, porqué no reescribirlo. Y compartirlo después con quienes te sugieren ideas para tus relatos convirtiéndose así, de esa manera, en aliados, en fuente de inspiración, en copartícipes de mis cuentos y relatos. Y a ellos que nombrados algunos han sido ya, y a otros que lo serán en próximos relatos con sus nombres y apellidos, si no les parece mal: ¡Gracias!, pues entiendo que es de buen nacido ser agradecido.
Eso es muy grato.
Cuando ahora me siento ante la pantalla a escribir un día más, ya no me veo
solo. Me veo acompañado de tantos que me leen, siguen y apoyan. Y percibo,
mientras tecleo, como me susurran al oído sus ideas, sus sugerencias, o sus
mandatos en ocasiones, que también hay entrañables cabrones. Pues gracias,
lectores, musas mías, cabrones, todos fuentes de inspiración, aunque, sepan que
no pienso compartir con ustedes, si llega el caso, mis derechos sobre la
propiedad intelectual de lo escribido. Una cenita como mucho por mi cuenta si
la cosa llegara a buen puerto y beneficios diera. ¡¿Lo entienden verdad?!
Seguro que sí, altruistas musas y cabrones, porque el escribidor tendría que
vivir pues no tiene una tía llamada Julia. Ya quisiera él.
Y ahora reescribo
y añado algo al cuento del otro día. Eso sí incorporando un final nuevo, o
diferente. Gracias a mis lectores que a la vez son mis musas. Gracias a los que
me sugieren relatos e ideas para escribir, a los que con sus comentarios y
palabras de aliento me corrigen y ayudan. A los que, en una palabra, me
arropan. Gracias a todos.
Y decía entonces,
aunque alguna corrección le metí,…..
“Se acerca la
Navidad”. Y con la historia del Covi, los que creen que mandan, escriben normas
cada día. Más de seis, ocho, diez o más cada día. Y es que cada día se les
ocurre algo y lo escriben, lo escupen, en el Boletín Oficial. Y hablan de
convivientes o de allegados. De esos que se podrían reunir o no a celebrar. Y
sí a las “personas”, a las que la norma dirigen, las que podrían ser
sancionadas. Pues claro, “nulla pena sine lege”. Y asustan amenazándote con el no
te reúnas. Y la gente dice, piensa, que quiero estar en familia y compartir,
brindar, como siempre, la Nochebuena, la Navidad, en familia un año más. Cómo
no.
Y entonces veo y
leo la letra pequeña del Boe. La que va dirigida a “las personas” a las que les
imponen restricciones de movimientos, de encuentros, a las que les quitan, a
las que les limitan, compartir ese espíritu navideño.
Pero el legislador
es torpe cuando manda sobre la “persona” a restringir sus movimientos, cuando se
empeña en imponer un toque de queda. Y
no se da cuenta que las personas tenemos
espíritu y alma y si queremos compartimos ese, el espíritu navideño, lo
haremos, por mucha norma dictada que esté. Porque la Administración no puede
sancionar a “un espíritu”. Porque “el espíritu”, ese que todos llevamos dentro,
es libre, y a él no le puedes poner fronteras, ni límites. Libre nació y libre
vivirá.
Me da igual las
normas dictadas porque espíritu libre soy, era y seré, desde el infinito y más
allá. Si las autoridades admiten o no
una cena de Nochebuena con un número determinado de comensales, de personas de
carne y hueso, me da igual. Paso. Cumplo la norma, no me queda otra, dictada
que afecta y se refiere a las personas. Y es que las normas sancionadoras tiene
que definir a quine van dirigidas, definir la infracción y establecer la
sanción. No cabe imponer una sanción por una conducta interpretada por
analogía. Eso sería arbitrario, contrario a derecho y vulneraría otro gran
principio, el de la seguridad jurídica, ese que nos debe, el que nos tiene que
amparar y arropar, principio del que no podemos renunciar, sople el viento por
donde sople, venga por la derecha o por la izquierda. Venga por el norte o por
el sur.
En eso momento
digo:
¿Pero y si nos reunimos los espíritus,
ese que llevamos en el interior, a los que la norma del Boe no cita y que por
tanto no nos pueden sancionar?
Dicho. En Las
Gavias, en la “Villa Tres Pinos”, nos reuniremos almas, espíritus de la
familia. Y no habrá toque de queda ni límite de comensales, porque volando
iremos y volando volveremos a nuestra casa y así no incumpliremos el toque de
queda. Sí, abuelos, hijos y nietos y un bisnieto recién llegado que conocerán
mis padres en esa Nochebuena distinta y tan
especial.
¡Magia en ese día de Nochebuena de espíritus Purris con parejas
y allegados queridos! En el que nos juntaremos todos, los que están y los que
se fueron con los que tuvieron que decir adiós porque su tiempo llegó, aunque desde
la distancia permanezcan en nuestra memoria, en nuestro recuerdo diario. “Aquí,
solo yace tu cuerpo, porque tu espíritu permanecerá siempre en nuestros
corazones”, escribí un día dedicado
entonces a alguien. A un ser muy querido, a
la que me dio la vida.
¡Pero qué feliz reencuentro será la noche del 24 del
“NB “. (NB: Noche Buena,virtual!)
Noche donde Mamá volverá a cocinar su conejo
en salmorejo de siempre y su ensalada de
zanahoria con mayonesa. Y ese postre, que tanto le gusta a mi goloso cuñado
Alberto. Y alguien, alguno de los que en este año convertidos en espíritus,
llevará langostinos a la cena, de los gordos, y también un caldito con una
hojita de hierba huerto, claro que sí.
Comeremos todos
juntos. Y al terminar la cena, los restos, los pondremos en un plato, donde,
Boliche, Yock, Nubi, Oskar y Hansel, disputen y disfruten de las sobras,
moviendo alegremente sus rabos mientras el pato blanco nada, bajo la luz de la
luna, en el pequeño estanque del jardín lagunero.
Y finalizando la
noche, con un abrazo colectivo, despediremos al 24 de diciembre, en Las Gavias
todos esos espíritus unidos. Todos esos Purris, con las parejas incorporadas,
que se han pegado, unido, a los nietos y nietas, esos novios y novias, parejas
en suma unidas en suma a la familia nuestra. Sí, claro, ellos y ellas. Y todos dirigidos
por Papá que con su batuta nos hará entonar la canción, su canción, con esa
canción que llevamos todos desde siempre
en el baúl de nuestros recuerdos, la que está pegadita al alma, la que nos unió
desde siempre, esa tonadilla que decía …“era un rayito de Luna, que alumbraba
el cementerio donde reposan los huesos de mi tío Desiderio“….-
¿Que esta
Nochebuena del 2020, año horrible para olvidar por siempre, podrá ser distinta?
Quizás. Bueno, eso sí, seguro que sí. Desde luego que diferente será. Por
supuesto inesperada es y visto lo visto, no muy bien bienvenida. Qué culpa
tendrá la cena del 24. La mesa de
esa noche que antes te esperaba con el
mejor de sus manteles, con la cubertería de plata pulida el día anterior por
todos los niños, paño en mano y siguiendo las instrucciones de algún familiar
mayor. Y con la vajilla recién lavada y bien dispuesta y con la mejor
cristalería presentada para la ocasión. Y ese almuerzo del día siguiente, ese
en el que se comen las sobras de la noche anterior pues sobrará, suele sobrar
mucho, menos langostinos o jamón serrano. ¡Navidad! Feliz o triste Navidad!, la
que se avecina en este 2020.
Pero sí le pones magia, si le pones
magia, si te amparas en la magia y te apoyas en todos esos espíritus rebeldes
que llevamos dentro, es decir en nosotros, entonces entrañablemente reunidos en
Las Gavias, en “Villa Tres Pinos”, o estés donde estés, pensando en una noche
Lagunera más, en una de esas de hielo y de frío que cantaban Los Sabandeños,
conseguiremos hacerla diferente, tanto en la cena del 24 como en el almuerzo del 25. Y
es que Las Gavias es mi rincón, mi sueño. Camino de Las Gavias ese que tuvo “Los Tres Pinos” centenarios ellos y también
la bonita fila de castañeros que fueran vilmente ejecutados por un constructor
sin escrúpulos en los años setenta, para hacer y vender mini parcelas y que,
cómo no, para dejar en la memoria la canallada que hizo con los centenarios
árboles de la zona, puso su nombre a una de las calles de la urbanización que
realizó. La calle Nilo García, transversal del Camino de Las Gavias, orgulloso
estarás estés donde estés, si vivo o criando malvas.
Y es que esos “Pinos”, esos “Tres
Pinos” eran referentes si hablabas con alguien o si pedías un taxi y al decir
la dirección te preguntaba el taxista ¿antes o después de los “Tres Pinos”, maestro?
Esos Tres Pinos. Esos que llevo en mi memoria, en mi recuerdo, a los que lloro
porque lamentablemente ya no están.
quicopuriños, en época de navidad
del 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario