CRISTO, FUNDADOR DEL ANTI-IMPERIALISMO. ACLARACIONES IMPRESCINDIBLES
PARA UN DEBATE NECESARIO
POR ATILIO A. BORÓN
Hace tres años, para la Navidad del 2017, escribí el texto que agrego a continuación. Su difusión generó en ese momento una fuerte controversia. Desde los sectores conservadores de la Iglesia Católica llovieron todo tipo de críticas contra esta interpretación del legado de un personaje histórico como Jesucristo. El escándalo y la abominación fueron las marcas de estas fallidas defensas de la “verdad oficial” defendida por la institución. Los sempiternos y omnipresentes voceros del imperialismo se unieron a ella, sobre todo por las consecuencias políticas y económicas de esta reconstrucción del mensaje que nos hereda Cristo más allá de cuestiones teológicas que no son de mi interés examinar. Algunas pocas voces procedieron del marxismo vulgar, ecos lejanos de un correcto anticlericalismo pero incapaz de distinguir entre el discurso de Cristo y la corrupción del mismo en manos de la burocracia eclesiástica.
Transcurrido cuatro
años de trumpismo y, (a) ante la acentuación de los rasgos más criminales del
imperialismo contemporáneo y, (b) los enormes desafíos que nos plantea la
refundación de un orden social e internacional post-capitalista a la salida de
la pandemia me ha parecido conveniente reproducir aquel breve escrito en donde
se subraya la actualidad del mensaje original de Cristo para las luchas
antiimperialistas. Por eso lo reproduzco con varias aclaraciones, introducidas
todas ellas entre paréntesis. ¡Aquí les va!
Hoy se recuerda el
nacimiento de Cristo, hijo de un artesano y carpintero, vástago de una familia
judía de refugiados y migrantes. (Refugiados y migrantes suman, al día de hoy,
unas 80 millones de personas) De niño se destacó por su inteligencia, su
humanismo y su finísimo sentido de la justicia que dejó en ridículo a los
doctores de la ley del Sanedrín. (En la actualidad esos doctores dictan cátedra
en universidades y difunden sus mentiras por los medios de comunicación, y
también suelen quedar en ridículo, pero los medios los protegen) Echó a
latigazos a los mercaderes del templo y condenó la usura. (eso hoy se llama
“irracional rechazo a las leyes de la economía”, o populismo económico) Siempre
estuvo del lado del pueblo, de los oprimidos, de los excluidos, de los otros y
las otras estigmatizadas, con María Magdalena como caso paradigmático.
(¡Populismo recargado!) Condenó la hipocresía y el sesgo antipopular de las
leyes que regían en Judea. (Vocación autoritaria, desprecio por las
instituciones republicanas y la división de poderes) Criticó al imperialismo de
su tiempo, el romano; a los lacayos que lo representaban y a los sacerdotes y
fariseos que elaboraban doctrinas para demostrar que la fidelidad a Roma era lo
mejor que podía hacer el pueblo judío. (Con el antiimperialismo “nos salimos
del mundo”, dicen en Argentina. El “mundo” repudia la vacuna rusa, llamada
también “soviética”, por los lacayos, sacerdotes y fariseos de hoy) Por eso se
lo recuerda como el primer gran luchador anti-imperialista de la historia. (Más
de medio siglo antes Espartaco encabezó una gran rebelión de esclavos contra la
por entonces República Romana. Pero al carecer de una doctrina filosófica la
derrota en el campo militar y político hizo que el heroísmo de los esclavos no
pudiera dar origen a una nueva fuerza política) Por su prédica que movilizaba
multitudes Cristo fue detenido, escarnecido, torturado y en un juicio infame
sentenciado a muerte en las pascuas judías del año 33. (Esto hoy lo hacen el
“lawfare” y el sicariato mediático que manipula las mentes y los corazones de
la población) Nos legó una doctrina basada en el amor, el afán insaciable de
justicia y el rechazo al poder del dinero, del imperio y sus sirvientes. (Che
Guevara: “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de
amor”; “es capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometido contra
cualquiera en cualquier parte del mundo”) Por eso sólo se es verdaderamente
cristiano si se es revolucionario. (He ahí el fundamento de la Teología de la
Revolución: Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Frei Betto, etcétera) Y nos legó
también otra enseñanza: que no basta con poseer las ideas correctas si no se
construye una organización capaz de convertirlas en el motor de la historia.
Por eso le encomendó a sus apóstoles, a los cuadros de la nueva fe, crear un
instrumento político de convocatoria universal que congregase a los pueblos
sometidos por Roma –que en esa época histórica se traducía como “iglesia”- para
oponerse al imperio romano y al poder establecido en Judea y para construir un
nuevo mundo. (Gramsci estableció una correlación entre Marx, fundador del
materialismo histórico, y Lenin, creador de su aparato político, y Jesucristo,
creador de una nueva cosmovisión universal, y su iglesia de los primeros
tiempos, antes de que traicionara el legado de su fundador)
______________
El calor del debate
sobre la figura histórica de Cristo hizo que incorporara en apoyo a mi tesis un
pasaje luminoso de Federico Engels. En su célebre “Introducción” de 1895 para
la nueva edición de libro de Karl Marx Las Luchas de Clase en Francia de 1848 a
1850 de Karl Marx, Engels pone punto final a su escrito introductorio con las
siguientes palabras:
ʺHace casi mil seiscientos años operaba en el Imperio Romano un
peligroso ‘partido revolucionario`. Minaba la religión y todas las bases del
Estado; negaba categóricamente que la voluntad del emperador fuese la suprema
ley; carecía de patria, era internacional; se propagó por todo el reino, desde
las Galias al Asia, y aun más allá de los límites del Imperio. Por mucho tiempo
había trabajado bajo tierra y en secreto, pero de algún tiempo se sentía lo
bastante fuerte para salir abiertamente a la luz del día.
Este ‘partido
revolucionario’, conocido con el nombre de Cristianos, tenía también una fuerte
representación en el ejército; legiones enteras estaban integradas por
cristianos. Cuando se les ordenaba asistir a las ceremonias de sacrificio de la
iglesia pagana establecida, para servir como guardia de honor, los soldados
revolucionarios llevaban su insolencia hasta el grado de fijar en sus yelmos
símbolos especiales —cruces—. Las usuales medidas disciplinarias de cuartel,
impuestas por los oficiales, demostraban ser inútiles. El emperador, Diocleciano,
no podía ya contemplar tranquilamente aquello y ver cómo el orden, la
obediencia y la disciplina estaban minados en el ejército. Promulgó una ley
antisocialista; perdón, anticristiana. Las reuniones de los revolucionarios
fueron prohibidas, sus lugares de reunión cerrados o demolidos, los símbolos
cristianos, cruces, etc., fueron prohibidos, como en Sajonia se prohíben los
pañuelos rojos de bolsillo. Los cristianos fueron declarados incapaces de
ocupar cargos en el Estado; ni siquiera podían ser cabos. Puesto que en aquel
tiempo no había jueces bien ʹentrenadosʹ en lo que respecta a la ʹreputación de una personaʹ, como presupone la ley antisocialista de Herr Koller, a los
cristianos simplemente se les prohibía exigir sus derechos ante un tribunal de
justicia. Pero esta ley excepcional también resultó inefectiva. En desafío, los
cristianos la arrancaron de los muros, más aún, se dice que en Nicomedia
incendiaron el palacio del emperador pasando por encima de él. Este se vengó
entonces por medio de una gran persecución de su clase. Fue tan efectiva que,
diecisiete años después, el ejército se hallaba compuesto en gran parte de
cristianos, y el próximo gobernante autócrata de todo el Imperio Romano,
Constantino, llamado ʹel grandeʹ por los clericales, proclamó el cristianismo como la religión del
Estado.ʺ
¿Se entiende ahora,
gracias a la exposición histórica que hace Engels? ¿Se entiende también por qué
la Iglesia terminó traicionando el legado revolucionario de su fundador? ¿Se
entiende por qué la derecha y el imperialismo abonaron la tesis que convirtió
al rebelde judío en un “adocenado adorador” del statu quo, con todas sus
lacerantes injusticias y atrocidades? Fue por esto que en las últimas décadas
del siglo pasado el Papa Juan Pablo II lanzara, con el beneplácito de sus
grandes aliados: Ronald Reagan y Margaret Thatcher, una “santa cruzada” contra
la Teología de la Liberación y los curas villeros, los de la opción por los
pobres, restaurando la visión conservadora y reaccionaria de Jesucristo, apartando
a los curas populares de sus comunidades, acallándolos y persiguiéndolos sin
pausa, abriendo las puertas al avance de las versiones más retrógradas del
catolicismo representada en los episcopados y la burocracia romana y el
neopentecostalismo sutilmente orquestado por el imperialismo, para convertirlo
en la base social de apoyo de títeres de la Casa Blanca como Jair Bolsonaro en
Brasil y otros en diversos países.
Es todo, (por
ahora)
¡Feliz Navidad
2020, por un despertar de la conciencia revolucionaria para construir el nuevo
mundo post-pandemia!
* Atilio A. Borón
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