¿VOY A CONTRA CORRIENTE?
QUICOPURRIÑOS
Antes de empezar el relato de hoy, permítanme un comentario, una
reflexión.
Llevo mandándole a
Anghel Morales, desde hace más de un año creo o más, cuento tras cuento y
siempre me lo publica con un afecto, respeto y cariño entrañable. Púes por eso,
solo por eso ya, muchas gracias.
En estos últimos meses, casi a relato diario. Pero en estos días, por Navidades, hice un parón. Casualmente le mandé hoy un video donde se ve el “cuarto-estudio donde pinto”. Otra pasión que tengo desde hace años. Y casi a la vez me mandó un wasap diciéndome que estaba con un hermano que le preguntaba ¿y ese amigo tuyo que ya no escribe, qué le pasa? Y le dije, ¡coño!, dos días sin hacerlo sí, pero es que me tomé un respiro, por las fiestas navideñas.
Y luego le digo,
pero es que el relato que tengo en la cabeza hace referencia a Juan Carlos, al
Borbón, y tú eres republicano, antimonárquico y yo soy Juancarlista, por lo que
te diré. Luego, dudo que el relato que tengo en mente me lo publiques. Y me
dijo que le contó su abuelo un día, ese que era un pastor de ovejas: Vd.
respete y los demás siempre le respetarán. Y eso para mí siempre ha sido una
máxima me comentó y si eso lo llevamos todos así, este País funcionaría mejor
piense cada uno lo que piense.
Pues sí, yo opino igual.
Fui un pelín
cabrón, porque sabía de antemano que él me lo publicaría, porque en su página
solo pone por condición el respeto, pero abierta está a todas las opiniones. Y
es por eso que le mando mis escritos. Y me dijo, cómo no, mándalo amigo que en
mi periódico estará mañana publicado.
Pues, sí, ahora
escribo.
Tengo sesenta y
dos años. Y dicen que vivir, no es más que guardar, recopilar, “ajuntar” recuerdos.
Y yo los acumulo.
Acumulo recuerdos y también conservo sueños.
Los recuerdos son historias que guardamos en la memoria y que son reales, forman parte de lo vivido.
Pero los sueños son fantasías convertidas en realidad. No son historias ciertas.
Los sueños son ideas nacidas en la noche que a veces los ves como compartidos, como
realidad, aunque irreales sean, pero que incorporas al disco duro de tu cerebro
y permanecen siempre en tu cabeza. Y es que se mezcla la realidad y la ficción.
Lo vivido. Lo soñado. Realidad y ficción se hacen uno, se juntan para siempre.
Y ya no sabes distinguir la realidad de lo soñado ni de lo imaginado.
En esas, en esos
sueños, mi amistad con Juanito.
Juan Carlos,
primero Príncipe, luego Rey con el nombre de Juan Carlos Primero viajó a
Tenerife en múltiples ocasiones.
El protocolo, era
el que era. Pero él se lo saltaba. Se lo saltaba siempre. Cuando le decían que
en la agenda, tenía a las once un acto, a mediodía otro, luego almuerzo con tal
Institución, a las cinco una inauguración de lo que fuera, y luego cena con una
Asociación de Empresarios en un “Hotel de Cinco Estrellas”, decía: No.., a esa cena
no puedo ir. La tengo reservada en casa
de Quico desde siempre. En esa terraza entrañable donde nos comemos un conejo
en salmorejo y de primero un potaje de berros. Y mientras comemos, con un
vinito de Tacoronte-Acentejo, hablamos, de nuestras cosas, de boberías, de esas
que tanto nos gustan y unen, como dos personas cualesquiera más. Y a eso no
renuncio les decía Juanito.
Y es que, en esa
época, donde no existía el móvil, me llamaba y me decía, por la mañana me toca
estar en tal sitio, pásate y te veo. Tanto que me lo decía, que eso lo soñé.
Vamos que si era real. Como Real era Don Juanito.
Y yo pasaba por donde estuviera y él me veía entre el público
donde estaban los políticos y gobernantes locales, y me guiñaba el ojo y me
hacía un gesto, dicíendome, espera que ahora nos vemos.
Y así era.
Tomábamos en el descanso, en lo que
ahora sería un “Coffe Break”, un café, un cortado o una caña y me decía,
dándome un golpecito en la espalda, a la noche nos vemos.
En esa época no
había aparecido Corina. Otras habrían pero yo de eso no hablaba. Él tampoco.
Pero yo sabía de los grandes negocios que, por su mediación, empresas del país
conseguían, poniéndonos por encima de rivales como Alemania, Francia o
Inglaterra. Y este País se puso, en esos proyectos, por encima de otros que
teóricamente nos superaban históricamente.
De economía ni
hablábamos. Ni del chalet que le cediera Hussein de Jordania en Lanzarote que
luego transmitiera al Patrimonio Nacional y del que tanto gustaba disfrutar en
verano el Presidente Zapatero. Aunque él me lo ofreció, a pasar un verano con
mi familia en Lanzarote, yo no fui. Preferí quedarme en Las Gavias.
Sí que me contaba
y se acordaba cuando en unos Carnavales visitó la Isla, con Sofía y sus hijos.
Creo que entonces todavía era Príncipe. Y pasaron por la Avda. Anaga, donde
estaban los “Cochitos Locos y La Noria” y esos puestos donde con la escopeta de
balines mal alineada intentabas tumbar las bolas o explotar un globo. Y como la
comitiva no paró y por seguridad siguieron rumbo a toda velocidad en un lujoso
“Mercedes Benz” de entonces hacia el Hotel de Cinco estrellas que les aguardaba
en El Puerto de La Cruz, mientras sus hijos, Elena, Cristina y Felipe, como
niños que eran, lloraban por no haber parado, porque querían disfrutar, como cualquier
niño más, de esa feria del carnaval chicharrero.
Hace años que
Juanito, el que ahora para por otros lugares, ese que tanto hizo por la
democracia en este País nuestro, el que la trajo, el que la mantuvo en momentos
críticos, o es que no se acuerdan, no viene a cenar a la terraza de mi casa.
Pero yo, si
vuelve, le tendré un plato en el patio cubierto. En ese de tantos momentos
compartidos, donde gustaba que le tuviera preparado un potaje de berros gomero en
el que tomar un vino de la tierra y hablar de cualquier cosa, de esas cosas
intrascendentes, de las auténticas, de las que unen, de las que permanecen.
quicopurriños, 26/12/2020
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