EL BOSQUE ANIMADO
QUICOPURRIÑOS
El otro
día no se me ocurría nada, pero aún así escribí unas letras que publiqué y
recibí muchos comentarios. Y eso que no se me ocurría nada.
Entre ellos, uno de Provi, esa maestra vocacional, esa amiga de la niñez que está enganchada y brindada, de siempre, a los boleros con su grupo Cristal. La que nos regala su música con su bonita voz desde hace años. Ella, la que se dedica a la enseñanza, años tras años, la que pasa el tiempo instruyendo a los niños, a sus niños enseñándolos a escribir en el papel cuadriculado en su colegio de siempre. Y la que luego, se lanza a cantar por la Isla, en un escenario cualquiera, brindándonos sus canciones intimistas, esas que te hacen sentir bien, las que te llegan al corazón. Y me decía. Si no se te ocurre nada, te doy una idea, me escribió. “Por favor escribe sobre las princesas que se quedaron solteras, las brujas con ilusiones y el unicornio que no tenía un solo cuerno o no tenía cuernos”.
Dejándome un poco en el aire me quedé.
Y luego pensé, cuánta razón tiene.
Recordé entonces la leyenda de mi
isla que hablaba, la que decía, que en noches de luna llena, cuando había
niebla y lluvia y hacía frío, las brujas convocaban en un llano, entre los
árboles y montes de Anaga, una reunión de raros. Mandaban su convocatoria
escrita con polvos mágicos y la enviaban a través del viento, sin a acuses de
recibo, a meigas, brujas, alquimistas, magos, druidas y otros, a los que pedían
que vinieran con su muérdago o hierbas especiales, raras, difícilmente
encontradas, para hacer su poción mágica. Y llamaban también a las musas y
elfos o a los nomos. Y a campanita, incorporando así, como de invitada
especial, a algún que otro personaje cinematográfico creado por Disney. Y todos
acudían contentos y felices a la llamada de la bruja novata, o no tan novata.
La gente del lugar se asustaba,
enterados de lo que en su monte se avecinaba y se encerraban en sus casas ese
día en que La Luna se hacía llena y la nublina cubría el monte mientras esos,
los raros, con túnicas y trajes diferentes y sombreros de cucurucho, llegaban
al lugar de la cita. Eso, los elfos, druidas, meigas, nomos y alguna que otra princesita y unicornio
llegados desde todas partes, porque a esos dos, a los últimos, algo les tocaba
en la convocatoria de este año académico de bruixas y algo tendrían que decir.
Cansados llegaron, pues recorrieron
distancias desde su lugar de origen, pero Anaga entre niebla era el destino y
hacia él acudieron sin temor y al él arribaron puntualmente, en barco, en
globo, por avión o alguna que otra en su propia escoba voladora ahorrándose así
el importe del pasaje.
Llegada la hora tomó la palabra La Brujita
convocante dando la bienvenida a todos, agradeciéndoles su presencia e
inaugurando la sesión ordinaria de aquél año. De todo eso levantaba acta, el
búho, haciendo como siempre su función de secretario, de fedatario, pues él, atento
una vez más con sus ojos abiertos, no perdía de vista todo lo que allí, en el
claro del bosque tinerfeño, estaba sucediendo.
Siguiendo el orden del día, dijo la
presidenta: lo primero es ¿qué hacer con La Princesa que pide quedarse soltera?,
dijo a los asistentes La Brujita que dirigía la reunión.
Lógico es manifestó, que exponga la
princesa, venida desde las tierras del norte, cual es su deseo.
Y así fue. Tomando el testigo, la
princesita llegada del frio manifestó: desde niña me educaron para que llegara
a mi vida un príncipe azul, que tras un beso me convirtiera en su esposa y le
acompañara a un Castillo donde vivir y hacer, tener y criar principitos. Y ya
está. Rodeada de lujos, sirvientes y telas preciosas, pero, ya está.
Pero yo desde pequeña tenía claro que
quiero ser libre.
Que quiero cantar y pintar, estudiar,
leer y conocer mundo. No rechazo el amor, ni la aventura, ni la pasión. Pero
quiero elegir a mi amado. No tiene que tener sangre azul ni linaje, pues me
gustan las flores y plantas y de buen agrado caería en los brazos de un
jardinero amable o de alguien que cantara a mi lado, que compartiera mi pasión
por la lectura o por los pinceles o por recorrer el mundo.
La cuestión fue sometida a votación,
tras varias intervenciones a favor o en contra y con una encendida opinión
desfavorable del encendido cuervo. Finalmente después de horas de deliberación
y recuento el búho, en su condición de
fedatario, proclamó el resultado. Votos a favor de la princesa, todos, menos
uno de los presentes, el cuervo, obvio, que se dirigió, altanero él, al búho
manifestando su intención de impugnar el resultado.
Segundo punto del orden del día era
si los Unicornios tenían o no un cuerno, opinión extendida hasta entonces por
el planeta.
Y se dio el turno de palabra. Y el sapo de la noche intervino.
Desde mi humilde opinión dijo, el unicornio,
por muy mitológico y de leyenda que sea, puesto a tener tiene no uno, sino dos
cuernos, como cualquier cornudo que se precie, sentenció. Sometida la cuestión
a votación ganó por mayoría absoluta lo que el sapo dijera, como así hizo
constar en acta el búho escribiendo con su pluma que en el tintero mojaba.
Curiosamente, en esta ocasión, el cuervo, se sumó a la mayoría, eso sí pidiendo
que el búho hiciera constar en acta que el Unicornio, además, presumiblemente
era homosexual. Primero dijo maricón, pero luego rectificó por si alguien lo
demandaba por homófogo.
Se aproximaba el alba, hora de
marchar. Porque los congregados alérgicos eran a la luz del Sol y tenían que recogerse y volver a sus países
de origen. Marchaban con pena, pues en la reunión de este año, brindados fueron
con un escaldón y vino de la tierra, que a más de uno dejó un tanto alegre. Sí,
a más de uno hubo que ayudar a mantenerse en pie y llevarlo hasta la guagua de
Titsa que aguardaba en la carretera del Bailadero.
Convocados quedaron para la sesión
del año siguiente. Y entonces el druida francés dijo que traería queso y vino
de la Bretaña, y el mago alemán salchichas, el alquimista inglés, el venido de
Albion, como su gastronomía es pobre, se salió con que llegaría con un vale
regalo para el McDonald’s y los convocantes, las brujitas canarias, concluyeron,
que para el año que viene, los recibirían con papas arrugadas, con mojo picón y
pescado salado, gofio escaldado y vino del país, en ese llano de Anaga donde
cuando hay noche de Luna Llena se reúnen ellos.
quicopurriños, 7 de diciembre de 2020
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