FELIPING
El
discurso del rey parece venir del Ejecutivo Sánchez. Más si pensamos que empezó
a las 20:45, cuando el Telediario interrumpió sus funciones para iniciar un
repor sobre la familia real, el conjunto biológico que más se ha desplazado
desde marzo
GUILLEM MARTÍNEZ
El rey no habla. Dice. Por lo común nada, conceptos en blanco, a rellenar por el oyente o, más y mejor, por los medios, esos intermediarios entre la nada y el oyente. Lo que dice, por otra parte, debe ser refrendado por el Ejecutivo. Ese refrendo obligatorio puede ser formal y rapidito, o más elaborado, al punto de que el propio Ejecutivo elabore el discurso en su totalidad. Con la CE78 en la mano, el rey puede, en potencia, leer un discurso que ni tan siquiera comparta. O, al menos, es más posible eso que lo contrario, leer un discurso que el Ejecutivo no comparta. Lo primero, un discurso refrendado formalmente, pero apenas sin participación del Ejecutivo, ocurrió el 3-O de 2017 –el famoso discurso Maldito seas, Perry el Ornitorrinco–, cuando el Ejecutivo no cambió una coma al discurso que recibió de Zarzuela.
Aquel discurso –aquella anormalidad democrática, en la que el Jefe de Estado participaba en una polémica, agrandándola y dando sentido, incluso, al uso de la fuerza en un problema político; se dice rápido–, no sólo fue un jalón, no superado y de difícil superación, sino también un psicoanálisis en abierto de Felipe VI –el primer rey con titulación académica moduló una peligrosa fascinación por sus ancestros predemocrátricos; esto es, por la intervención en política; uno, en fin y si no lo remedia, no sólo es lo que estudia, su formación, sino, más y más profundamente, lo que no ha estudiado, su deformación–. El discurso de ayer, por el contrario, parece venir en su totalidad del Ejecutivo Sánchez. O, al menos, ese discurso hubiera sido imposible sin la participación, activa, del Ejecutivo. Más si pensamos que el discurso no empezó a las 21:00, como estaba previsto, sino a las 20:45, momento en el que el Telediario interrumpió sus funciones para iniciar un repor de 15’ sobre la familia real. Familia Real Spanish Tour’2020, el conjunto biológico que más se ha desplazado por la geografía desde marzo, si descartamos un virus. Lo que invita a ver en la campaña de la Casa Real, compartida o modulada por el Ejecutivo, un intento, también desordenado, por existir. Invita a ver en esa campaña de viajes, no muy lúcidos ni bien recibidos en toda la geografía, una mala campaña, y otra señal del mal asesoramiento que recibe, o se dota, la monarquía.
Esos 15’ de
interrupción de la información para emitir propaganda sentimentalizada y
mitificadora, que posteriormente será unida a los titulares que da un líder
político –los semióticos de Princeton llamamos a eso Urdaci & TV3 Way of
Life– son, a su vez, una anomalía, una aberración democrática. En esos 15
minutos se vio lo que después se oyó. Eran la peli del libro. A saber: una
familia que confía su futuro a la empatía y que no confía esa empatía a los
hechos, sino a la interrupción de la información en medios. Un Ejecutivo que
envía a paseo 15’ de información es, por otra parte, una seria amenaza. El
Ejecutivo envía a paseo 15’ de información porque, como se vio, puede enviar a
paseo 15’ de información. Lo que es una decisión y una energía desmesuradas. Puede
hacer una llamada telefónica y encontrar, en los medios públicos, profesionales
que creen que su trabajo consiste en aportar cohesión a la sociedad vía
propaganda. Es un dato alarmante, si pensamos que en los próximos meses, según
lo que se esfuerce un virus, la sociedad puede estar más o menos desprovista
del material real con el que se fabrica la cohesión social: derechos
económicos, sociales y políticos.
15’ después de
iniciarse, el rey, en su discurso refrendado, vertebró empatía –como una Miss Universo
abogó por la paz mundial, la salud, las familias, los sanitarios; esa es su
función, por otra parte no realizada en 2017–, los cuatro marcos al uso, la
tradicional defensa de la CE78, extraña y que ilustra algo que ya es
degeneración, chorrocientos años después de haberse aprobado la CE78. Abordó la
corrupción de la Familia Real –ese es el trade-mark, y tanto la Casa Real como
el Ejecutivo, la oposición y la gran parte de la sociedad lo saben–
eludiéndola, citando valores éticos “que nos obligan a todos sin excepciones”.
Es decir, sin esforzarse mucho, sin buscar alguna genialidad dialéctica para
bordear la excepcionalidad con la que desde el Legislativo, el Ejecutivo,
Justicia o Hacienda han abordado el asunto. El Ejecutivo no consideró, en su
discurso refrendado, ninguna alusión a ninguna llamada al orden al tercio
militar, ni ningún desvinculamiento efectivo de la monarquía respecto de la
ultraderecha esp, su único defensor público no silencioso. Tampoco consideró
emitir ningún spoiler sobre ninguna reforma constitucional, en la que se pueda
reconsiderar la irresponsabilidad del Jefe del Estado. El discurso no fue un
ejercicio de ingeniería. Fue la constatación de que se confía ese negociado,
como en el pasado, a futuras interrupciones de 15’ en la información.
La monarquía,
observando ese discurso y sus 15’ previos, está muerta. No es un notición. A
diferencia de la monarquía inglesa, holandesa, o las nórdicas, está muerta
desde el siglo XIX, y en el XX intensificó su muerte al no hacer lo correcto
ante la barbarie. Está más muerta cuando se la deja sola consigo misma, y se le
refrendan los discursos de pasada y con piloto automático, como en 2017. Vive,
y tiene asegurada su existencia sin sobresaltos –siempre que refrenden sus
discursos con lupa–, en ausencia de una cultura republicana vigorosa y
organizada, no procesista, no sustentada en símbolos, declaraciones y
banderitas. Cumple, además, una función. El rey aludió a ella en su discurso,
al referirse varias veces a “nuestro sistema de convivencia democrática”.
Nuestro sistema de convivencia etc. es el enfrentamiento, disciplina en la que
la monarquía participa de forma absoluta y vigorosa. No sometiéndose, por
ejemplo, a valores éticos más allá de los 15’ minutos en los que se insiste,
periódicamente, en lo contrario.
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