jueves, 31 de diciembre de 2020

¿PERROS CALLEJEROS O LA VIDA TE DA SORPRESAS?

     

¿PERROS CALLEJEROS O LA VIDA

TE DA SORPRESAS?

   QUICOPURRIÑOS

Sí, esos los mil leches, los abandonados, los que fueron olvidados y maltratados por personas indignas de tenerlos. Los que terminaron en un refugio cualquiera, los que tuvieron la mala suerte de nacer, crecer o vivir en lugares o con gente equivocada, sin que culpa tuvieran. Tan solo mala fortuna. El destino les llevó, a esos “cuatropatas”, por esos derroteros.

         Y sí, son los que si los adoptas, después de una semana con el rabo entre las piernas y sin atreverse a decir  ni ¡ guau! , empiezan a mover la cola, una vez que han comido caliente todos los días. Y entonces se convierten en un ser indispensable en tu vida ya integrados en casa, como un miembro más de la familia a la que llegaron para quedarse. Eso me pasó con Hansel, mi Sr. Hansel, ese que mi hija adoptó en un refugio de El Sauzal un día cualquiera. Y eligió al más desnutrido del grupo, sin casi pelo, triste y flaco, el que luego, como el patito feo, se convirtiera en cisne. Hansel pasó, de paria a señor. Y cuanta alegría nos brindó mientras vivió a nuestro lado. Cuánto cariño y cuanto agradecimiento mostró. Y solo por brindarle afecto.

         Con los perros callejeros de la calle pasa igual. Los de dos patas. Los que vagan con mirada perdida, medio sucios, algunos, otros no, pero con mirada perdida. Y los hay de todo claro. Los que con educación piden para un café. Los que tan sólo miran y los mal educados también. Esos últimos, parias eres y lo serás, porque no pones nada de ti, y cierto nadie te obliga, pero a mí tampoco si esa es la actitud.

         Pero los hay otros u otras que son diferentes. Esos que nada piden pero te nace invitarlos a un café. Y entonces, al compartir, se convierten en fiel escudero tuyo. Esos a los que ni sabes cómo se llaman pero ellos sí conocen tu nombre, y te defienden sin que tú lo sepas, pues te has convertido, si saberlo, en alguien importante para ellos.

         La Navidad te da sorpresas, como sorpresas te da la vida que cantaba Rubén Blades.

         El otro día, esa que recogía y recoge colillas por la calle, eso sí impecablemente vestida con la ropa regalada por las monjitas de la calle de La Noria, estando sentado yo en una terraza cualquiera de Santa Cruz en unión de un amigo, se plantó en nuestra mesa, y se dirigió a nosotros, diciendo: No vengo a pedir nada. Vengo a desearla a este Sr. (a mí) Feliz Navidad, porque, cuando me ve cogiendo una colilla del suelo, la pisa en mis narices y me dice no. Y luego me da un cigarro o dos. Y por eso lo quiero mucho y le deseo Feliz Navidad. Lo quiero mucho, me dijo, esa, la que recoge colillas. Y se fue, calle abajo feliz y contenta.

         Pues más contento me quedé yo, que todavía tengo la fortuna de comer caliente a diario y dormir bajo techo propio, al recibir el afecto y el cariño de la que día a día se busca la vida en la calle.

         Y es que, no sólo en Navidad, la vida te da sorpresas.

 

                                                                    quicopurriños, 29/12/2020



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