¡HUEVOS!
¡MANDA UEBOS!
QUICOPURRIÑOS
En el idioma español, los huevos no solo son los alimentos que uno a uno, las gallinas nos regalan poniéndolos a nuestra disposición, día a día y de uno en uno, desde sus culos avícolas, para que nos alimentemos. Y así, podamos hacer huevos rotos, fritos o revueltos de todo tipo, con los ingredientes que imagines. O maravillosas tortillas, esas que deberían rivalizar con las pizza o los perritos calientes y extenderse por el mundo, como una seña nacional, pues la tortilla tiene mejor categoría, mejor sabor, mejor presencia que lo que los italianos, con su pizza, han convertido en un alimento universal. O los de los perritos calientes o los de las hamburguesas que han creado un imperio, ese, el de la comida basura del Mack Donald´s o de esas tantas otras franquicias similares.
Yo reivindico la
tortilla española. ¡Vamos tortilla, te como y que te coma el mundo!
Y es que además
los huevos, además de ser un elemento esencial de la gastronomía patria, forman
parte y es imprescindible en el lenguaje nuestro. Se han convertido en imprescindibles.
Tienen una presencia diaria. Ese, el del día a día, el que usamos todos.
Porque, cuando hablamos, decimos, ¡esto por huevos! o por ¡mis huevos que tiene
que ser así!. O, ¡no hay huevos para decir eso o aquello!. O ¡no tienes huevos
para…..!, o ¡estoy hasta los huevos!. Y
rivalizan con, en términos lingüísticos, con su sinónimo, que es cojones, en
catalán, más suave, “cullons”, que diría Andrés Pajares.
Eso, huevos un día y otro más. Y la
gallina escondida diciendo que ella solo puso un huevo, el de cada día, el que
incubé. Y lo dice avergonzada, casi
pidiendo perdón, escondiendo la cabeza rematada con su cresta torcida bajo el
ala. Lo dice la gallinita, esa a la que defendió en las redes una descerebrada
vegana con rastas y anilla en la nariz, que decía que la gallinita era violada
a diario por el gallo y que luego resultó ser que trabajaba o trabajó en una
carnicería, descuartizando pollos y carne de vaca. Lo que hay que oír. Pero es
que hasta a Trillo, siendo Presidente, se le escapó un día en el Congreso, mientras
un Diputado intervenía y él, olvidado que el micrófono abierto estaba, lanzó
ese “manda huevos”, que quedó para la historia. Genial, el Federico Trillo. Y genial cuando viajo a
América, y en lugar de ¡Viva El Salvador!, lanzó un ¡Viva Guatemala!, o algo
así, estando en el País equivocado. Efectos del Jet Lang sería, pero otra
genialidad para la historia.
Pero “uebos” es cosa
distinta. Uebos, ese “palabro” es otra cosa.
Cuentan que un abogado cabrón de la
península ibérica, listo él, un buen día en un juicio sorprendió al juez en su
alegato final, mientras defendía con ardor a su cliente, diciendo que el
juzgador tenía que dictar sentencia absolutoria para su representado por
huevos, o eso escuchó el juez y el Magistrado
lo llamó al orden, pidiéndole moderación y respeto a la Sala. Que una
cosa era el derecho de defensa y otra el lenguaje en la sala, advirtiéndole de
emprender un expediente disciplinario contra el letrado aquél por falta de
consideración al tribunal. Al menos eso leí.
Hágalo desafiante
le dijo el licenciado en derecho con su toga puesta y desde su estrado al que
presidía el juicio. Sólo demostrará su ignorancia, porque, Uebos, sin hache ni “V”,
sino con “B” según la Real Academia, significa por justicia, por necesidad, y
así es. Qué retorcido el abogado, tanto que se lo había preparado pues es un
término en desuso ya, aunque real como la vida misma, como la Real Academia en
la que se escudó para lanzar lo de los “uebos” en plenas conclusiones finales
de un juicio cualquiera. Luego actuaba y hablaba correctamente el muy
desafiante, el muy h.p.
Llegados a este
punto, pienso que los huevos no nos dejarán nunca, ni en la cocina, ni en el
lenguaje del día a día. Y que las gallinas podrán seguir sintiéndose orgullosas
del regalo diario que nos hacen.
Y, pero, alguno, pienso
que más de uno, aprenderá a decir y gritar ¡uebos!. Uebos que nos faltan, los que
nos hacen seguir adelante. Pues grítalo.
Y mientras, antes de irnos a acostar,
nos hacemos con los huevos, una tortillita para cenar, los de las gallinitas de
siempre, a esas que la industria les enciende por la noche las bombillas del
gallinero, para obtener más productividad, para que en dos días, en lugar de
dos, pongan tres huevitos.
Esos con los que nos brindan cada día.
quicopurriños, diciembre 2020
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