CARTA AL REY FELIPE
Querido monarca, este año los españoles hemos sido muy buenos súbditos, así
que queremos pedirle algo: haga el trabajo por el que le pagamos. Por si no lo
recuerda, consiste en saludar y en sonreír. Fin
Felipe VI.
/ Luis Grañena
Querido
rey Felipe:
Siendo las fechas que son y siendo usted rey no debería sorprenderle recibir una carta en la que alguien como yo le explique que este año los españoles hemos sido muy buenos súbditos. Tanto que, un año más y a pesar del enorme palmarés de escándalos de corrupción que salpican a la institución que representa, hemos vuelto a pagar hasta el último céntimo del presupuesto millonario de la Casa Real. Por ello, y siendo conscientes de que, al contrario que Melchor, Gaspar y Baltasar, usted no es tanto de dar como de recibir, queremos pedirle algo. Se trata de un regalo muy sencillo que a usted no le costaría gran cosa y a nosotros nos haría mucha ilusión: haga el trabajo por el que le pagamos.
Por
si no lo recuerda, su trabajo consiste en saludar y en sonreír. Fin. ¿Cuándo
tiene usted que saludar? Pues cuando el Gobierno democráticamente elegido por
la ciudadanía española se lo ordene. ¿Y dónde tiene que sonreír? De nuevo,
donde le diga el Gobierno. Y sin rechistar. Recientemente ha vuelto usted a ser
noticia por no hacer bien su escaso trabajo. En los últimos días, las tertulias
de prensa se llenaban de rumores que finalmente usted ha terminado confirmando.
Parece ser que le incomodaba enormemente asistir al acto inaugural que el
Gobierno elegido democráticamente ha organizado para celebrar los 50 años de la
muerte del dictador Franco y la posterior llegada de la democracia. Así que ha
esgrimido usted problemas de agenda para no estar presente. Es entendible. Por
mucho que usted represente a una institución obsoleta en la que se sigue
vendiendo la idea de rey como ser casi divino, todos a día de hoy sabemos que
es usted un tipo que tiene jaquecas, que mea, caga y se escaquea del trabajo
cuando puede, como todo hijo de vecino. Es lógico que intente quitarse de en
medio ante un evento como este, teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de
quienes le gritan por la calle Viva el Rey son votantes de partidos surgidos
del propio franquismo. Es comprensible que, siendo usted una persona de
derechas, como ha dejado entrever en numerosas ocasiones, fracasando de paso en
su deber de mantener una imagen de neutralidad, le moleste tener que participar
de un acto que celebra la muerte de Franco. Es de entender que, habiendo
heredado usted el trono de su padre, y este a su vez del dictador, sienta que
no pinta nada celebrando la muerte de ese hombrecillo al que le debe la plaza
fija. Que todo esto sea lógico y comprensible no quita que a buena parte de los
plebeyos que le pagamos su sueldo, su incomodidad nos importe más bien poco.
Nos importa más el artículo 64 de la Constitución, que viene a decir que es
usted un muñeco caro cuyo trabajo es ir allá donde el presidente del Gobierno o
los ministros le ordenen.
Querido
rey Felipe: haga usted el trabajo por el que le pagamos o lárguese
Dicen
quienes le conocen que usted es un tipo al que le gusta la política, que es
tanto como decir de un mimo que le gusta hablar por los codos. Los gustos son
libres, pero las obligaciones no lo son tanto. Por eso el mimo al que le gusta
hablar se encarga de guardar silencio cuando ejerce como mimo. Y usted, que es
rey, lo último que puede hacer es política. Si no le gustan los actos que un Gobierno
democráticamente elegido ha organizado para brindar con champagne caro por los
50 años de la muerte del dictador, se jode, va, saluda y sonríe. Si a usted no
le gusta que los líderes independentistas organicen referéndums con urnas de
cartón, se calla la boca y evita dar lecciones de legalidad democrática con
discursos políticos televisados, igual que se la calló cuando Ayuso vulneró el
artículo 43 de la Constitución y dejó sin protección sanitaria a 7.291 personas
que murieron siendo vetadas en hospitales. Si el Gobierno considera, por el
motivo que sea, que usted no debe inaugurar el año judicial, pues se queda en
palacio sin hacer ruido en lugar de filtrar su malestar como un quinceañero
castigado en su cuarto. Si a usted no le gusta el actual Gobierno salido de las
urnas, detesta la ley de amnistía o la colonia que usa Pedro Sánchez, nos
importa más bien poco. De nuevo: se jode, posa en las fotos con la mejor de sus
sonrisas –que para eso la pagamos– y no monta un bochornoso numerito de caras
largas para agradar a los ultras que acosan a su propia familia. Querido rey
Felipe: haga usted el trabajo por el que le pagamos o lárguese. Hágase autónomo
como tantos y tantos españoles y conviértase en su propio jefe. Tendrá toda la
libertad del mundo para decidir lo que le gusta hacer y lo que no. Tendrá toda
la libertad que no tiene siendo rey en una democracia parlamentaria. A ver si
se entera de una vez.
Que
vivan Melchor, Gaspar y Baltasar.
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