OBAMA SE HACE GURÚ DE LA INCLUSIÓN
A 2.000 EUROS LA ENTRADA
DAVID BOLLERO
Obama durante su intervención
en DES
Barack Obama se ha hecho gurú y, como tal y con toda la carga despectiva que ello conlleva, no ha tardado en poner en práctica el primer mandamiento del buen visionario: ser caro. Dicen las malas lenguas que su caché por conferencia ronda el medio millón de dólares. Pues bien, el pasado martes se dejó caer en Málaga para participar en la sexta edición del Digital Enterprise Show (DES) -que se le ha escapado a Madrid- y, a pesar de que la organización del evento asegura que en esta ocasión sus honorarios han sido inferiores, lo cierto es que cada asistente tuvo que pagar la friolera de 1.990 euros... más una propinilla extra si uno o una quiere hacer una fotografía posando con el 44º presidente de EEUU.
No lo pude resistir y dado que
los periodistas no hemos de abonar tal cantidad, acudí al evento, movido por la
curiosidad de ver a quienes habían pagado esos 2.000 euros por escuchar a Obama
más que por ser testigo de lo que decía el expresidente. Hice bien en no
presentarme con las expectativas demasiado altas en cuanto a su discurso,
porque se dio el segundo mandamiento del buen gurú: soltar una sarta de
obviedades.
DES 2022 está concebido como una
macroevento dedicado a la transformación digital que este año se ha puesto el
traje de la sostenibilidad y el deseo de caminar hacia un mundo mejor, tal y
como manifestó la maestra de ceremonias en la sesión inaugural. El plato fuerte
del día, sin duda, pasaba el martes por Obama, pero para este viaje no hacían
falta tantas alforjas: que tecnologías como la Inteligencia Artificial
(IA) y la automatización van a
transformar el mundo laboral, que las redes sociales tienen su lado perverso
con la desinformación o que Putin es un peligro para la democracia en Europa es
algo que, afortunadamente, sabíamos sin que llegara Obama a contárnoslo.
También que el cambio climático
es una amenaza que genera millones de refugiados y movimientos migratorios o
que los teléfonos móviles han abierto todo un abanico de posibilidades de
comunicación y conocimiento en los cinco continentes. Sí es cierto que se
agradecen guiños a aspectos poco novedosos pero que hay que seguir repitiendo,
como la necesidad de pagar más a los trabajos que no se pueden automatizar,
como es el caso de la enseñanza o, incluso, su apuesta por la jornada laboral
de cuatro días.
Con todo, Obama defraudó, al
menos a mí que tengo tanto de mitómano como Jack el Destripador de activista
por los derechos humanos, aunque admito que el auditorio rompió en aplausos con
los potentados puestos en pie. No fue tanto lo poco que aportó a nivel de
visión cómo lo hipócrita que me resultó. Aseguró que "la mejor manera de
que la democracia le gane la batalla al autoritarismo es el capitalismo
inclusivo que reduzca la desigualdad". Supongo que resulta sencillo hablar
de "capitalismo inclusivo" cuando se viaja por el mundo diciendo
obviedades con esos honorarios y alojándose en hoteles de lujo como en el que
se hospeda en Casares con espacios que superan los 10.000 euros por noche.
Inclusión. Qué palabra, dicha en
un evento en el que la entrada más barata con acceso restringido a actividades
cuesta 60 euros y la más cara, los 2.000 euros para ver a Obama que ni siquiera
te da la oportunidad de disfrutar de traducción simultánea porque debe
entenderse que a estas alturas de la vida todo el mundo sabe inglés... y el que
no, ya sabe, inclusión.
El caso es que el matrimonio
Obama anda ahora volcada con la Fundación homónima cuyo principal objetivo,
según indicó el expresidente, es viajar por el mundo identificando a los
líderes jóvenes de cualquier comunidad para conectarlos entre sí y ofrecerles
su ayuda. Según afirmó, la cosa funciona y tras el estallido de la guerra de
Ucrania lo ha podido comprobar. Sea como fuere, a uno le sorprende cómo otros
ponentes que escuché durante el día también hablan de cambiar el mundo pero lo
hacen desde un foro exclusivo, al que los colectivos más desfavorecidos no
pueden asistir ni por asomo. La propia charla con Obama parecía la comisión del
Congreso de Secretos Oficiales, pues estaba prohibido realizar fotografías,
realizar cualquier grabación de audio o vídeo o siquiera utilizar el teléfono
móvil. Lápiz y papel, que eso nos iguala y nos hace inclusivos, debieron
pensar, aunque uno se gaste un Bic y otros una Montblanc.
Me entristece, incluso me crispa
la tendencia a querer cambiar el mundo sin una parte de ese mundo, tutelándolo
en lugar de hacerlo partícipe porque ellos parecen saber qué es mejor para
nosotros y nosotras. Muchas personas lo aceptan, a juzgar por el entusiasmo que
despertó Obama al finalizar su charla, pero yo me resisto a ello, especialmente
cuando no me aportan nada. Al menos el ponente de la jornada inaugural, el belga
Gunter Pauli, autor de La Economía Azul, nos reveló haber descubierto cómo
pescar con burbujas de aire, como los delfines o las ballenas jorobadas, en
lugar de con redes de arrastre -esa es otra historia-, pero Obama ni eso.
Prácticamente al final de su
coloquio y desde su cómodo sillón, el expresidente sugirió que desconfíen de
quienes dicen que han aprendido más de sus fracasos que de sus éxitos, porque
él, se sonrió socarronamente, ha aprendido mucho de sus éxitos. El problema es
que hay muchas personas que sobreviven instaladas en el continuo fracaso, que
no vislumbran un éxito ni en el horizonte más lejano, para las que palabras
como "capitalismo inclusivo" o, incluso, "sostenibilidad"
están tan vacías como sus estómagos.
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