LAMENTABLES
JOSU AIZPURUA
Estos tiempos hacen
extrañas amistades. En el cajero automático de mi barrio, duerme un sintecho,
realmente sin nada, ni suelo ni paredes tampoco, poco madrugador y con el que
suelo charlar cuando voy a sacar unos cheles para pasar el día.
Yo ya voy desayunado, pero “el banquero” (así lo conocemos) no y aprovecha un Super de la zona para para desayunar. Se conoce todas las cámaras y a su espalda come con disimulo el desayuno y con una pieza de fruta pasa por la cajera después de tomar lo que ese día le apetece. Yo pienso que la cajera se hace la tonta, pero dudo.
Yo paso el rato
comprando algo de postre para mi almuerzo, y luego nos dirigimos al banco, que
en estos días está concurrido, tanto, que algunos asiduos traen su banqueta
plegable y se organiza un buen debate que los envidiosos de otros bancos nos
llaman “La Moncloa”.
Cuando llegamos,
“Pitufo” está cargando contra el jefe del Banco España, del que asegura no
tiene madre.
-
Es un recogido en la puerta del
banco y lo criaron los bedeles -
nos cuenta
convencido.
Las risas invaden
el banco, y esos pensionistas de 500 €, no contributivos, olvidan sus
tragedias.
-
A mí me la suda lo de la gasolina;
no tengo ni para guagua. -
-
Si; pero te joden en el Super. –
-
Creo que quieren eliminarnos a los
pensionistas. -
Un rosario de
lamentaciones recorre el banco y eso hace que la gente se sienta más ligeros y
olviden sus penas al ver las de los demás con peor aspecto.
-
A ver si hacemos un “cofundin” de
esos que tengo que comprar bastón nuevo. –
-
Espera que yo palmo pronto y te lo
cedo. – je,je.
Y así vegetamos en
el banco, crítica suave, esperanza nula.
De regreso hacia mi
casa, pienso como hemos podido llegar a esto. Los ancianos de hace pocos años
eran venerados, escuchados, respetados, pero ahora te llaman vejestorio,
pureta, y los mangantes te siguen para robarte. Los munipas nunca se ven pues
están custodiando al alcalde y su sostén, y nosotros en la selva con los
mangantes sueltos y los patinetes raudos. Los patinetes son silenciosos y nuestros
oídos ya sólo son orejas.
No es buena ciudad,
¿ciudad?, la nuestra para los ancianos, pero tampoco es mejor para el resto.
Lo peor es que ya
nadie puede mejorarla pues una red, tupida, de intereses petroleros ha decidido
cual será nuestro destino, si el Sultán no lo remedia.
Santa Cruz, cruz del vecino y pesebre de lo mas necio de las islas. Aupa Tete.
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