LA LETALIDAD DE LA DOCTRINA MONROE
GLOBAL DE WASHINGTON
VIJAY
PRASHAD
La semana pasada, como parte de su política de dominación del hemisferio americano, el gobierno de Estados Unidos organizó la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles. El presidente estadounidense Joe Biden dejó claro desde el principio que tres países (Cuba, Nicaragua y Venezuela) no serían invitados al evento, alegando que no son democracias. Al mismo tiempo, Biden estaba planeando una próxima visita a Arabia Saudita, que se autodenominada como teocracia. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuestionó la legitimidad de la postura excluyente de Biden, por lo que México, Bolivia y Honduras se negaron a acudir al evento. Al final, la cumbre fue un fiasco.
Al mismo tiempo, más de un centenar de
organizaciones llevaron a cabo la Cumbre de los Pueblos por la
Democracia, en la que miles de personas de todo el hemisferio se reunieron para
celebrar el verdadero espíritu democrático que surge de las luchas del
campesinado y la clase trabajadora, de las y los estudiantes, de las
feministas, y de todas las personas que están excluidas de la mirada de los
poderosos. Durante el encuentro, los presidentes de Cuba y Venezuela se unieron
en línea para celebrar esta fiesta de la democracia y condenar la
instrumentalización de los ideales democráticos por parte de EE. UU. y sus
aliados.
El próximo año, 2023, será el
bicentenario de la Doctrina Monroe, con la que Estados Unidos afirmó su
hegemonía sobre el hemisferio americano. El espíritu maligno de la Doctrina
Monroe no solo continúa, sino que ahora ha sido ampliado por el gobierno
estadounidense en una especie de Doctrina Monroe global. Para hacer valer
esta absurda pretensión sobre todo el planeta, EE. UU. ha llevado a cabo
una política para «debilitar»
a los que considera «rivales cercanos», es decir, China y Rusia.
En julio, el Instituto Tricontinental de
Investigación Social —junto con Monthly Review y No Cold War— publicará un folleto
sobre la temeraria escalada militar del gobierno estadounidense contra quienes
considera sus adversarios, principalmente China y Rusia. Este folleto incluirá
ensayos de John Bellamy Foster, editor de Monthly Review; Deborah Veneziale,
periodista radicada en Italia, y John Ross, miembro del colectivo No Cold War.
En la línea de ese folleto, que se anunciará en este boletín, No Cold War
también ha elaborado su boletín nº 3, ¿Se está preparando Estados
Unidos para la guerra contra Rusia y China?, sobre el ruido de tambores de
Washington y su alarmante marcha hacia la primacía nuclear.
La guerra en Ucrania demuestra una
escalada cualitativa de la voluntad de Estados Unidos de utilizar la fuerza
militar. En las últimas décadas, EE. UU. lanzó guerras contra países en
desarrollo como Afganistán, Irak, Libia y Serbia. En estas campañas sabía que
disfrutaba de una superioridad militar abrumadora y que no había riesgo de
represalias nucleares. Sin embargo, al amenazar con incorporar a Ucrania a la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Estados Unidos estaba
dispuesto a arriesgarse a cruzar lo que sabía que eran las «líneas rojas» del
Estado nuclear de Rusia. Esto plantea dos preguntas: ¿por qué ha emprendido
Estados Unidos esta escalada?, y ¿hasta dónde está dispuesto a llegar en el uso
de la fuerza militar no solo contra el Sur Global, sino contra grandes
potencias como China o Rusia?
El uso de la fuerza militar para
compensar el declive económico
La respuesta al «por qué» es clara:
Estados Unidos ha perdido en la competencia económica pacífica frente a los
países en desarrollo en general y frente a China en particular. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2016 China
superó a EE.UU. como la mayor economía del mundo. En 2021, China representaba
el 19% de la economía mundial, frente al 16% de EE. UU. Esta diferencia es cada
vez mayor y, para 2027, el FMI prevé que la economía china superará a la
estadounidense en casi un 30%. Sin embargo, Estados Unidos ha mantenido una
supremacía militar mundial sin parangón: su gasto militar es mayor que el de los
siguientes nueve países que más gastan combinados. Para mantener su dominio
mundial unipolar, Estados Unidos sustituye cada vez más la competencia
económica pacífica por la fuerza militar.
Un buen punto de partida para entender
este cambio estratégico en la política estadounidense es el discurso pronunciado por
el Secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, el 26 de mayo de 2022. En
él, Blinken admitió abiertamente que EE.UU. no busca la igualdad militar con
otros Estados, sino la supremacía militar, especialmente con respecto a China:
«El presidente Biden ha dado instrucciones al Departamento de Defensa para que
mantenga a China como su referente de ritmo de avance, para asegurar que
nuestro ejército se mantenga a la vanguardia». Sin embargo, con Estados armados
nuclearmente como China o Rusia, la supremacía militar necesita alcanzar la
supremacía nuclear, una escalada por encima de la actual guerra en Ucrania.
La búsqueda de la primacía nuclear
Desde principios del siglo XXI, Estados
Unidos se ha retirado sistemáticamente de los tratados clave que limitan la
amenaza del uso de armas nucleares: en 2002, se salió unilateralmente
del Tratado de Misiles Antibalísticos; en 2019, abandonó el Tratado de
Fuerzas Nucleares Intermedias; y, en 2020, se retiró del Tratado de
Cielos Abiertos. El abandono de estos tratados reforzó la capacidad de Estados
Unidos de buscar la supremacía nuclear.
El objetivo final de esta política
estadounidense es adquirir la capacidad de «primer ataque» contra Rusia y
China, es decir, la capacidad de infligir daños con un primer uso de armas
nucleares contra Rusia o China hasta el punto de impedir eficazmente las
represalias. Como ha señalado John Bellamy Foster en un estudio exhaustivo sobre
la acumulación nuclear de Estados Unidos, incluso en el caso de Rusia —que
posee el arsenal nuclear no estadounidense más avanzado del mundo— esto
«negaría a Moscú una opción viable de segundo ataque, eliminando efectivamente
su disuasión nuclear por completo, mediante la ‘decapitación’». En realidad,
las repercusiones y la amenaza del invierno nuclear de un ataque de este tipo
amenazarían a todo el mundo.
Esta política de primacía nuclear ha
sido perseguida durante mucho tiempo por ciertos círculos dentro de Washington.
En 2006, la principal revista de política exterior de Estados Unidos, ‘Foreign
Affairs, afirmaba que
«probablemente pronto será posible que Estados Unidos destruya los arsenales
nucleares de largo alcance de Rusia o China con un primer ataque». En
contra de estas esperanzas, EE.UU. aún no ha sido capaz de lograr una capacidad
de primer ataque, pero esto se debe al desarrollo de misiles hipersónicos y
otras armas por parte de Rusia y China, no a un cambio en la política
estadounidense.
Desde sus ataques a los países del Sur
Global hasta su creciente disposición a entrar en guerra con una gran potencia
como Rusia, pasando por el intento de obtener capacidad nuclear de primer
ataque, la lógica que subyace a la escalada del militarismo estadounidense es
clara: Estados Unidos emplea cada vez más la fuerza militar para compensar su
declive económico. En este período extremadamente peligroso, es vital para la
humanidad que todas las fuerzas progresistas se unan para hacer frente a esta
gran amenaza.
En 1991, cuando la Unión Soviética se
derrumbó y el Sur Global seguía sumido en una interminable crisis de la deuda,
Estados Unidos bombardeó Irak a pesar de las súplicas
del gobierno iraquí de llegar a un acuerdo negociado. Durante ese bombardeo, el
escritor libio Ahmad Ibrahim al-Faqih escribió un poema lírico, «Nafaq Tudiuhu
Imra Wahida» (‘Un túnel iluminado por una mujer’), en el que decía: «Ha pasado
un tiempo, y no ha llegado otro tiempo y nunca llegará». El pesimismo definía
el momento.
Hoy estamos en tiempos muy peligrosos. Y
sin embargo, el abatimiento de al-Faqih no define nuestra sensibilidad.
El estado de ánimo ha cambiado.
Creemos en un mundo más allá del imperialismo, un estado de ánimo que no solo
es evidente en países como Cuba y China, sino también en India y Japón, así
como entre la gente trabajadora que desearía que nuestra atención colectiva se
centrara en los dilemas reales de la humanidad y no en el horror de la guerra y
la dominación.
Instituto Tricontinental de
Investigación Social
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