EL DECLIVE SOCIALISTA ANTE LA BICHA
El PSOE vive
un momento de debilidad política ante un plausible cambio de ciclo político si
no se aborda la inflación con seriedad y legislando con una visión más
estructural.
VÍCTOR GUILLOT
El veterano periodista y poeta asturiano José Luis Argüelles lo escribió muy bien: “Sánchez tiene problemas, pero el principal se llama inflación, esa ‘bicha’ que tumba gobiernos y hasta sistemas constitucionales”. Enric Juliana, en su cuenta de Twitter, ha visto en la inflación de este año, más de un 8,5%, la razón por la que el gobierno de Sánchez puede caer, si no se apresura a cerrar un acuerdo de rentas que incorpore el consenso de los partidos y los agentes sociales. Juliana se remonta a la inflación de 1977, muy superior a la de ahora, para demostrar que los pactos de La Moncloa, de los que abjuraron el PSOE primero y el PCE después, permitieron, entre otras razones, que Suárez aguantara hasta 1981 en el poder. No está de más recordar que España solo tuvo una inflación similar a la actual en 1995, un año antes de que José María Aznar fuera elegido presidente del gobierno español, por mayoría absoluta.
Las piezas van
encajando lentamente y se va configurando un paisaje poco halagüeño. Los
socialistas que sobrevivieron al tsunami de Sánchez tras el 39º Congreso del
PSOE, hace cuatro años, comienzan a observar un cambio de ciclo político en
España, consecuencia no solo de la derrota electoral que tuvo lugar en las
pasadas elecciones autonómicas de Andalucía, sino de un modelo orgánico de
partido instaurado desde entonces en las siglas y un gobierno de coalición que
no deja de dar muestras de estar en peores condiciones de adaptación al
horizonte económico que vendrá, inspirado en la austeridad.
Algunos cargos
públicos tienen en estos momentos la sensación de que el país aún está
disfrutando de las últimas horas de una boda en la que se ha regado de champán
hasta las plantas
Algunos cargos
públicos tienen en estos momentos la sensación de que el país aún está
disfrutando de las últimas horas de una boda en la que se ha regado de champán
hasta las plantas. Concejales, alcaldes, diputados, consejeros, cualquier cargo
público de la administración, sea de izquierdas o de derechas, sabe
perfectamente que la economía española está asistida o dopada por los fondos
que ha ido inyectando la UE desde hace dos años, reconoce que la brecha social
entre los más ricos y los más pobres es cada día mayor, admite que la clase
media pierde a pasos agigantados poder adquisitivo como consecuencia de la inflación.
También prevé que el día en que la Comisión regrese a los dogmas neoliberales,
exigirá con la misma rigidez el cumplimiento de la regla de gasto y el déficit
cero a una España más endeudada. Ese día está cada vez más cerca y está
generando incertidumbre y mayor tensión.
Aunque Núñez Feijóo
no ha dado señales todavía de ser el gran gobernante que afirmaba ser en
Galicia, su figura encaja en el marco que las instituciones europeas quieren
para España
El PSOE está
comenzando a dar síntomas de debilidad orgánica. Que en las elecciones
andaluzas haya perdido plazas como Dos Hermanas pone de manifiesto que su
implantación territorial se ha debilitado en los últimos cuatro años desde que
no gobierna Andalucía. La ‘podemización’ de las estructuras orgánicas del
partido ha podido influir en la configuración de un cuadro clínico que acentúa
el poder de las ejecutivas en detrimento de los órganos intermedios decisorios
entre congresos como en otras épocas fueron los comités locales, autonómicos y,
sobre todo, el federal. Aún se recuerda eso de que el partido era de la
militancia, pero las bases solo cuentan en los procesos de primarias y esos
procesos suelen estar habitualmente muy condicionados.
No deja de llamar
poderosamente la atención que Pedro Sánchez haya resuelto la debacle electoral
del pasado 19 de junio convocando una ejecutiva al día siguiente, a pesar de
que los barones socialistas hubiesen encendido las alarmas y exigido, como el
presidente aragonés Javier Lambán, una profunda y seria reflexión. Sus ojos
expresaban tensión, desconfianza, vértigo ante una derrota que no admitía
paliativos. El cabreo entre los barones por la intervención leída de Adriana
Lastra, vicesecretaria del partido, tras el escrutinio, sin el menor atisbo de
autocrítica, ha encendido la mecha de la desestabilización. Las reflexiones que
exigía Lambán suelen darse en los comités federales, que hasta la fecha, han
sido pocos y solo han buscado, por parte de Sánchez, su aclamación.Un mayor
poder ejecutivo del sanchismo ha debilitado la presencia territorial de su
partido en las estructuras sociales y territoriales en las que históricamente
había estado implantado. La derecha ha seducido primero y ocupado después
aquellos espacios en los que el PSOE ha dejado de estar. Las medidas económicas
y sociales que ha introducido la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, han
resultado inocuas a efectos electorales ante la inflación y, en gran medida,
también se debe a las guerras internas que en un caso y en otro se están
sucediendo en el seno de sus respectivos partidos. Este sábado, el Consejo de
Gobierno Extraordinario ha aprobado una nueva rebaja del IVA de la luz y otras
acciones de contenido social en un intento por demostrar que lo que ha sucedido
en Andalucía no va a cambiar el itinerario de Pedro Sánchez hasta que termine
la legislatura.
Pero el mero hecho
de que el decreto ley haya sido aprobado en un Consejo Extraordinario de
Gobierno evidencia que Sánchez, antes que una agenda política concreta,
definida y creíble, y el gobierno bifronte transmiten solo la capacidad de
adoptar medidas provisionales y no del todo consensuadas en los Consejos de
Gobierno ante situaciones económicas aparentemente coyunturales que, sin
embargo, se están mostrando con un claro sentido estructural. De ahí procede la
frustración de la clase trabajadora que, a pesar de la reforma laboral, los
descuentos en la factura de la luz, la rebaja del IVA en el combustible y las
ayudas sociales, no acaba de sentirse partícipe de ninguna de ellas. De ahí que
invocar las medidas contra la crisis adoptadas por el gobierno de Sánchez no
haya servido para contener la victoria electoral de Juan Manuel Moreno Bonilla
en Andalucía. De ahí, finalmente, la incertidumbre que desgasta paulatinamente
el gobierno de coalición de Sánchez y ensombrece la gestión.
El PSOE vive un
momento de debilidad política ante un plausible cambio de ciclo político si no
se aborda la inflación con seriedad y legislando con una visión más
estructural. Esa debilidad se ha manifestado también en el repliegue de los
presidentes autonómicos socialistas a sus respectivos feudos, como en su día
hicieron cuando Javier Fernández abandonó la gestora del partido, manteniendo
una relación distante e, incluso, exigente, con el líder de su propia
formación. Un claro ejemplo de esta situación es la actitud del presidente
asturiano Adrián Barbón que, en recurrentes declaraciones, ha manifestado su
decepción con el grado de ejecución de las inversiones del gobierno central en
el Principado de Asturias. Y citamos a Adrián Barbón porque entonces, en aquel
periplo heroico y trágico, el exalcalde de Laviana fue su principal valedor.
El rumor de que el
Presidente del Gobierno está decidido a no repetir dependerá de la voluntad de
otros, y no solo de sí mismo. En ese capítulo, de nada valen ni los manuales ni
los esfuerzos de resiliencia. En este caso, dependerá de los principales países
de la UE que deberán decidir si Pedro Sánchez está o no llamado a ser
Presidente de la UE
Mientras, tanto, en
el PSOE nadie ha convocado un Comité Federal para analizar los resultados de
las andaluzas y marcar el rumbo político de la organización y del gobierno en
lo que resta de mandato hasta las próximas generales. En un contexto en el que
el PSOE necesita los votos del PNV, Bildu, ERC y Unidas Podemos para hacer
frente a una economía de guerra será muy difícil mantener la geometría variable
que permita a Sánchez aguantar toda la legislatura. La desaparición de
Ciudadanos y el trasvase de votos a PP y Vox alimentan la tan cacareada
posibilidad de que se produzca ese nuevo cambio de ciclo político. Feijóo
habría encontrado en el discurso de Juan Manuel Moreno Bonilla la tecla que le
permita ganar las próximas elecciones. Si no quieren que gobierne con Vox,
entonces vótenme a mi. Así las cosas, ¿qué propuesta y qué discurso pretende
emplear el PSOE para calmar el miedo ante la irrupción de la ultraderecha? ¿con
qué proyecto y con qué objetivos pretende convencer? El problema no es Feijóo,
es la bicha.
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