EL CÍNICO SÁNCHEZ
El presidente
del Gobierno más progresista de la historia ha preferido copiar sin pagar
‘copyright’ el discurso de Vox. Es decir, aplaudir a las fuerzas armadas,
calificar de violentos a heridos y muertos y a otra cosa
GERARDO TECÉ
Escribo estas líneas impactado por las decenas de muertos al otro lado de la valla de Melilla. También esperanzado. Algún día, una superproducción tipo La lista de Schindler ajustará cuentas con esta época en la que permitimos que el Mediterráneo y sus alrededores se convirtiesen en una tumba gigantesca. Cuando ese momento llegue, espero que salgamos retratados en la peli como lo que somos: una especie de nazis pusilánimes que, en vez de gasear, miraban hacia otro lado durante la masacre. Además de impactado y esperanzado, escribo estas líneas indignado. Tras conocerse las grandes dimensiones de la tragedia, el presidente socialista de España, Pedro Sánchez, fue preguntado por el asunto y lo resumió en tres palabras: “operación bien resuelta”. Un éxito, dado que la gran mayoría de esas personas que pretendían escapar de la miseria no lograron superar la valla gracias al vecino Marruecos y sus métodos. ¿Quién necesita presidentes de ultraderecha teniendo un presi socialista como Sánchez?
Días como hoy son
momentos inmejorables para recordar que hay pocos tipos en la historia de la
política española más cínicos que Pedro Sánchez. El hombre que se dio a conocer
como abanderado de la izquierda y justo a continuación se dejó la piel por
formar un gobierno de la mano de Albert Rivera. Quien obligó a un país entero a
volver a las urnas para no tener que pactar con Unidas Podemos. Esto, al
contrario que los muertos en Melilla, le quitaba el sueño. Quien acabó pactando
con Unidas Podemos porque no le quedaba otra, así que, ya puestos, orgulloso
como si las hemerotecas no existiesen, bautizó a su obligado gobierno como el
más progresista de la historia. Durante este tiempo, el funcionamiento del
gobierno más progresista de la historia ha consistido en un pulso continuado
por parte del PSOE de Sánchez en su intento de no cumplir o cumplir a la baja
lo pactado con su socio. Salario mínimo, derecho a vivienda, reforma laboral,
impuestos a los grandes capitales… La lista es larga.
El gobierno de
Sánchez ha sacado tanquetas contra trabajadores del metal en Cádiz y también,
porque no todo va a ser agresividad, ha escoltado a nazis por el centro de
Madrid. Sánchez, que en su día prometió acabar con la ley mordaza o las
devoluciones en caliente, hoy ostenta el honor de tener a su nombre el récord
de abusos policiales en política interior y patadas junto a la valla en
política fronteriza. Incluidos niños. Cuando de él sólo se esperaba ya que
mantuviese ciertas formas y una mínima decencia dedicándole unas palabras a las
decenas de víctimas mortales de estas últimas horas –lamento, pero no condeno
hubiera bastado para surfear las consecuencias de su inmoral pacto con la
dictadura marroquí–, Sánchez ha decidido dar un paso más. El presidente del
gobierno más progresista de la historia ha preferido copiar sin pagar copyright
el discurso de Vox. Es decir, aplaudir a las fuerzas armadas, calificar de
violentos a heridos y muertos y a otra cosa.
Las cuentas de su
socio, Unidas Podemos, deben ser las de poder sacar alguna que otra discreta
medida social más de aquí a que la legislatura acabe. La política es el arte de
lograr lo posible según las circunstancias, pero hay días en los que uno debe
consultar con la almohada si aguantar ciertas formas de política merece la
pena. Sánchez ha cantado la Internacional en mítines y ha usado el comodín de
la URSS para atacar a su ahora socio durante debates electorales. En medio de
eso, un mundo, el sanchismo, en el que cualquier cosa vale si a él le sirve. Si
despreciar a decenas de personas muertas mientras intentaban entrar a España es
síntoma de algo, y debería serlo, es probable que el próximo Sánchez que nos
toque sea incompatible con un proyecto que pretenda ser alternativa a la
derecha.
Si la izquierda no
sirve para alumbrar una forma más humana de entender la vida, si no es capaz de
hacer frente a la mínima defensa de los derechos humanos, la izquierda no sirve
para nada. Cuando un presidente apodado socialista tiene el mismo discurso que
la extrema derecha en temas tan humanos como la inmigración, quizá sea más sano
y recomendable que nos gobierne la extrema derecha. Que los discursos fascistas
vistan traje fascista aclara mucho las cosas. Cuando llegue la campaña
electoral, Sánchez volverá a pedir el voto para frenar a la ultraderecha. No les
quepa duda de la capacidad de uno de los personajes más cínicos de la política
española. Habrá que recordarle entonces que, si la diferencia entre la
izquierda y la derecha es el número de colectivos débiles a los que pisoteas,
humillas y desprecias, quizá el viaje no merezca la pena.
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