LA DANZA DE LA
OSCURIDAD(NARRATIVA)
DUNIA SANCHEZ
No me resigno. Las cuatro de la mañana. La luna redonda y blanca se ha ido, se ha perdido en lo global de este mundo. Salgo de mi casa. Mientras camino dentro de mi hierve la verdad. Voy a la playa. Esa playa donde una masa líquida es la solución al todo. Me revienta el estómago y mis entrañas son temblor enraizado a un escalofrío. Fija, estática me enfrento a ese mar, donde la marea juega con nuestras vidas. Donde las olas estridentes, grotescas rompen contra las rocas sin paciencia, sin compasión, intangibles a todo trato. Escucho los gritos de la oscuridad, los gritos que somníferos nos encarcela al olvido. Vidas metidas en sacos y atadas tiradas a la mar, por ser mujer, por ser incontrolable obediencia,
doblez a las afiladas cuchillas de la bestia, el hombre. Fue un
hombre el que disparó a sus sentidos de sus destinos. Comprendo. Peno. Las
rosas negras que están agrietando mi pared las tiro a la mar, a esta mala mar.
Una mar fea como cloaca a los caminos que tomamos. Huele mal, un olor que
rechina en mis huesos, doloridos. Y me siento cansada, un cansancio barriendo
todo el suceso, toda aberrante disconformidad con sus seres. Son mujeres
asediadas, violadas, inconclusas en su girar y girar en este mundo, maltratadas
donde no quisieron callar. Y la mar invoca el destierro. Y la mar invoca la
muerte. Y la mar provoca mi aullido en la oscuridad. Las constelaciones trazan
su fin, como fue su fin. Ahora, que la luna redonda y blanca se ha ido. Las
constelaciones tienen memoria y lo trágico se vuelve eviterno en nuestra alma.
Siento sus gritos, siento una respiración encharcada de rosas negras…de rosas
negras secas danzando con la oscuridad.
Y ellas regresan, un regreso para ser parte de esta isla, de esta
tierra. Las constelaciones me hablan de como cada una de ella. Una lágrima
impertinente se clava como tacha ardiente en mi garganta y mis ojos se cierran.
No, no quiero saber más. Camiones circulando en la oscuridad. Caminos llenos de
dolor, de angustia. Van camino a la mar fea. Van arrojándolas como si no más
fueran rastrojos de incendios. No, no quiero saber más. Suplico a la luna
redonda y blanco que vuelva. Suplico que germine la mañana y las constelaciones
no sean más que una extraviada memoria. Doy un paso, los acantilados me miran,
los acantilados de desmesurada tumbas anónimas me hablan y yo converso solo con
el dolor. Soy duelo, un duelo agresivo ante los agujeros de esta
existencias….muchos, demasiados. Y ellas danzan con la oscuridad. Esperarme,
les digo. Esperarme…
FIN
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