MATONES DE METRO
DAVID BOLLERO
Captura del vídeo en el que se ve la porra
con que
amenaza el vigilante a un indigente.
Ha ocurrido de nuevo: vigilantes del metro, esta vez de Madrid, actúan como matones barriobajeros con los más débiles. Sus víctimas han sido en esta ocasión grafiteros menores, personas con problemas de drogadicción o sin hogar. Ya no se trata únicamente de un abuso de autoridad o de una extralimitación en sus funciones para un vigilante de una empresa privada -Segurisa-, sino de un comportamiento que sería intolerable, incluso, para un agente policía.
Organizaban
patrullas cuyo objetivo oficial era impedir que los grafiteros se colaran en
las cocheras del metro y pintaran los trenes. El objetivo real, sin embargo,
era proyectar sus frustraciones en manada contra personas en situación de
inferioridad, bien por su condición de menor, drogadicto o sintecho. Los
perseguían, acorralaban, interrogaban, registraban y golpeaban gratuitamente
con sus porras metálicas o a patadas, con una actitud chulesca y de
superioridad pese a su bajeza moral.
Finalmente han sido
denunciados y ya existe una investigación en curso, aunque las grabaciones
filtradas a medios como la cadena SER dejan poco lugar a las dudas. Se trata de
matones con uniforme que no deberían, ni ahora ni nunca, velar por nuestra
seguridad porque ellos mismos representan un peligro ciudadano. Algo falla en
los procesos de selección de estas empresas de seguridad, que en demasiadas
ocasiones terminan contratando a agresores que no pierden oportunidad para
cebarse con el débil.
Esta vez ha sido en
Madrid, pero no olvidamos la detención de un hombre negro en Valencia por no
llevar colocada correctamente la mascarilla, el empujón por las escaleras del
metro de Barcelona de otro hombre por no llevar cubrebocas o el trato racista
en este mismo espacio, la agresión por dos vigilantes a otro menor, también en
el metro de Valencia... Son demasiados los casos que se acumulan para un
colectivo, el de vigilantes, cuyo comportamiento habría de ser exquisito pues
son los garantes de nuestra seguridad.
Sin embargo,
algunos de ellos constituyen un peligro. Si a los Cuerpos y Fuerzas de
Seguridad del Estado se les cuelan no pocas manzanas podridas en sus filas, con
auténticos matones que incumplen la ley escudándose en su uniforme, imaginen en
una empresa de seguridad privada... Demostrado el delito por parte de estos
individuos, no deberían poder ejercer de nuevo este tipo de funciones. Tales
comportamientos no son puntuales, sino que constituyen un patrón, una pauta
absolutamente incompatible con el fin último de un vigilante o agente de
policía.
Se trata de
agresores a los que su empleo brinda la oportunidad de dar rienda suelta a su
violencia, retroalimentándola y, quizás, extendiéndola más allá de su jornada
laboral. Lo cierto es que no resulta difícil imaginarse a qué partido político
votan estos sujetos y cómo cuentan con cierto respaldo social. Eso también
resulta otro peligro, porque justificar -como de hecho sucede en algunos comentarios
en redes sociales- este tipo de comportamientos en los que la persona agredida
no supone peligro alguno en el hecho de que en otros casos los vigilantes sí se
enfrentan a personas violentas o, incluso, armadas, es un error, una excusa
barata para dar una pátina de normalidad a estos abusos. Si no hubiera ese tipo
de personas no harían falta vigilantes, pero ello no legitima la violencia
gratuita que vemos en los vídeos.
Urge y llevamos ya
demasiado tiempo reclamándolo, hacer limpieza en los cuerpos que velan por
nuestra seguridad, ya sean públicos o privados, al tiempo que la propia
sociedad arrincona a quienes tienen o defienden actitudes tan mezquinas. Y ello
pasa también por aislar, por restar poder a quienes desde las instituciones
muestra un apoyo incondicional a estos cuerpos, obviando que hay manzanas
podridas en el cesto que, lamentablemente, esconden las sanas, extendiéndose la
podredumbre. El hecho de que las agresiones en el metro de Madrid se hayan
aireado es una muy buena noticia y ha de mandar un mensaje tan claro como
contundente a cualquier agente o vigilante de seguridad: no hay lugar en las
fuerzas del orden para abusones... tampoco en la sociedad.
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