BANDERAS EN EL ARMARIO
DAVID BOLLERO
Hubo un
tiempo en el que sí lució la bandera arcoíris en el Ayuntamiento de Madrid. -
Jesúis Hellín /Europa Press
Ayer el PP volvió a mostrar su verdadera cara en lo que a igualdad se refiere. Durante la presentación del Orgullo de Madrid (MADO), la presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales, Intersexuales (FELGTB), Uge Sangil, reprochó al alcalde José Luis Martínez Almeida que se niegue a colgar la bandera del arcoíris en la fachada del Ayuntamiento y los representantes del PP abandonaron el acto indignados. Con paso firme y un desaire sobreactuado que rozaba el ridículo, el concejal presidente de los distritos de Centro y Salamanca, José Fernández, afirmó "la bandera se lleva dentro, no hay que llevarla fuera".
Que Fernández
mostrara cuán fina puede llegar a tener la piel la derecha e, incapaz de
rebatir el reproche de Sangil al afirmar que "el señor alcalde no
representa a toda la ciudadanía", saliera por pies junto a la responsable
del área delegada de Turismo del Ayuntamiento de Madrid, Almudena Maíllo, es lo
de menos. De hecho, es una práctica habitual en el PP, esto es, huir cuál emérito
cuando no hay argumentos ni explicación posible. Lo que en realidad resulta de
una hipocresía supina es que hablara de llevar las banderas dentro.
Fernández hacía
referencia únicamente a la bandera arcoíris, porque la española nos la meten
hasta en la sopa a base de pedazos de tela, pulseras, insignias, viseras y toda
suerte de material publicitario con el que los fabricantes chinos se han hecho
de oro. De hecho, lo primero que encuentra uno en el perfil de twitter de
Fernández es una bandera de España, quizás porque su interior es tan chico o
alberga tantas otras cosas que ya no le cabía dentro.
En el PP quieren
meter de nuevo la bandera arcoíris en el armario, a pesar de que es más
necesario que nunca mostrarla dado que desde el último Orgullo los delitos de
odio se han disparado un 40%. Mientras, en la Plaza de Colón luce una bandera
nacional de 294 metros cuadrados y 35 kilos de peso o en la pasada Navidad el
Consistorio madrileño desplegó enormes banderas de España luminosas por la
ciudad. El alcalde afirmó entonces que "la bandera no excluye a
nadie", algo que no debe de pensar de la bandera arcoíris, que escuece en
las filas populares, por no hablar de sus aliados de la extrema-derecha.
La derecha se
apropia e impone la bandera nacional y es incapaz de asumir otras que, en
realidad, simbolizan causas objetivamente más honestas y necesarias que la mera
pertenencia casual a un pedazo de tierra. Asumida la importancia que es
innegable que en el PP otorgan a los símbolos, sólo hay una explicación posible
al rechazo que sienten los de Génova a la bandera arcoíris: que no la
comparten, que no la asumen como propia. No se percatan de que de nada sirve
expresar la pertenencia a un país si, en realidad, dentro de ese país no existe
una unión en la igualdad. Y no la existe, como ayer se encargó de demostrar
Fernández sobreactuando en defensa de su regidor.
Si no fuera porque
el MADO genera para Madrid más millones de euros que cualquier visita del Papa,
no les quepa duda de que complacerían a Vox, condenándolo al ostracismo de la
Casa de Campo. Sin embargo, de ahí a colgar la bandera arcoíris en la fachada
del Ayuntamiento hay un trecho. Si de símbolos hablamos, si nos referimos a esa
enseña nacional que tanto adoran, ésta debería expresar mucho más que la pertenencia
a este pedazo de tierra que habitamos, debería encarnar ciertos valores, como
la igualdad, algo que cuando gobierna la derecha retrocede a pasos agigantados
sin prácticamente superar los márgenes del papel de la Constitución, tan
defendida como vilipendiada por los conservadores.
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