martes, 14 de junio de 2022

SIN LA FICCIÓN DE LOS VALORES

 

SIN LA FICCIÓN DE LOS VALORES

La indiferencia es feroz. Constituye el partido más activo, sin duda el más poderoso de todos.

EDUARDO SANGUINETTI

Filósofo, poeta, artista, periodista y músico argentino. Pionero en el arte performativo. Se le considera también precursor del minimalismo en América Latina y del land art.

Te arrojan al mundo como a una pequeña momia, cada cual luego sigue su propio camino y, aunque la tierra se pudra en cosas buenas, la procesión se abalanza hacia el letrero de salida, y hay tal pánico, tal ansía por salir, que los indefensos quedan pisoteados en el barro… y no se escuchan sus gritos.

(Texto de mi libro «Morbi Dei», 1985, Ediciones Corregidor)

Descubrir, que nuestras instituciones, nuestra vida cotidiana, nuestros sistemas de interpretación, están sometidos al imperio de la hipocresía, es poco más que descubrir que el modelo humanista de la vida en estado natural, es poco más que un modelo olvidado, hoy un recuerdo escindido, al que la humanidad le resulta indiferente, pues transita el sendero que lleva a las repúblicas de los cantantes murmurantes, de los coaches, de los locutores, de las modelos escorts y ¿por qué no?, el emperador Calígula casi nombra cónsul a su caballo Incitatus… Estamos viviendo la era de la amabilidad y de la sonrisa impostada, lo podemos apreciar en el presidente de Argentina, claro ejemplo de un profesional de la simulación.

Este es el estado artificial y continuo que como paisaje recibimos. Lo que resultaría aún más ingenuo sería elevar al terreno del deseo justo lo que ya existe como realidad. Porque aunque el conocimiento implique responsabilidad, la irresponsabilidad de los sociópatas que rigen en esta tierra, no va a curarnos del conocimiento, ni de la incapacidad de funcionarios, para asumir responsabilidades, que hagan precisa su permanencia en acto evidente, de eliminación de voluntades lúcidas, por indiferencia… pero la máscara del simulacro impone criterio y la obscenidad instalada, ante la pérdida de una escena, es irreversible.

La indiferencia casi siempre es mayoritaria y desenfrenada, cuando la mentira de ninguna verdad se ha instalado. Esta indiferencia, desentendimiento, falta de observación, fueron obtenidos sin duda mediante estrategias sigilosas, obstinadas, que introdujeron lentamente sus caballos de Troya y supieron sustentarse tan bien sobre aquello que propagaban -la falta de vigilancia- que fueron y siguen siendo imperceptibles, y por ello tanto más eficaces.

La indiferencia es feroz. Constituye el partido más activo, sin duda el más poderoso de todos.

Para un sistema, la indiferencia general es una victoria mayor que la adhesión parcial, no se ignora que nos han declarado una guerra los enemigos de la libertad y la igualdad, son ellos, los neonazis de nuevo cuño, en acto de instalar el adoctrinamiento, autoritario, represivo sobre los habitantes de la República Argentina y del mundo.

En verdad, es la indiferencia la que permite la adhesión masiva a ciertos regímenes, las consecuencias son por todos conocidas. Pero, qué sucedió para que Argentina se debate nuevamente en esta instancia que tanto le ha cobrado en tiempo y vida a un pueblo, con buitres de la corporación mafiosa mediática que hora a hora difaman, mienten y dibujan la realidad distópica, que consideran apropiado para minimizar el sufrimiento de los indigentes, ante la mirada turbia y ausente de un gobierno tibio, casi congelado.

Las consignas de las dictaduras también se reciclan, sobre todo porque con el tiempo estas se fueron legitimando y el reciclaje es integral, aplicándose a las prácticas de vidas ficcionales de millones de habitantes del mundo.

El terrorismo ya no inquieta: la disidencia tampoco, no puedo dejar de comentarlo. El intelectual crítico que fue el heraldo de la negatividad y el escepticismo, se convirtió en el ‘bufón de palacio’ de la disidencia dramatizada.

En cualquier caso, sería tener sentido del Apocalipsis, que en etimología hablada nos dice: la «revelación» lo revuelve todo. En la literatura, como en el arte, eso es el genio, tener el sentido del Apocalipsis. Revelación y revolución se convierten en sinónimos. Revelación por la revolución y viceversa, toda poesía es apocalipsis, poco o mucho, pues hiende el mar en avanzada chorreante de violencia enloquecida de frenesí, de imprudencia, de generosidad tempestuosa: sí, de generosidad, pues el vendaval del apocalipsis nos azota con virus letales, pandemias anunciadas en escrituras apócrifas y palabras de visionarios, jamás escuchadas… desde antes del Diluvio… y la impaciencia ha devenido cuál aguafiesta, para dejar sin futuro el presente que no dejó jamás de pretender barrer con la hipocresía pacata de la colonización de mentes, llevada a cabo por los acopiadores de riquezas, la omnipotencia del dinero, el egoísmo filoso de los resentidos, los cobardes y traidores, que pululan por doquier.

En el vasto entramado de discursos de la contemporaneidad, pueden reconocerse, como paradigmas innegables, los relatos que -desde la ficción- indagan, preguntan, representan la realidad social mediata e inmediata, coqueta y vacua de la «canalla» que rinde culto al negocio de la sumisión y la incontinencia de pueblos sumidos en la ignorancia y el temor, indiferentes a todo lo que no afecte sus sobrevidas, sin imaginar, la tan ansiada entrada de los ‘chinos en New York’, Finisterre extremo occidental, el far west definitivo de una civilización (la nuestra) eminentemente mortal, para quienes no dejan de fantasear con un final ordenado de ciclo en la pobre historia de occidente, tan limitada en sus fines.

La historia transita hoy se hace relato fabulado, biografía novelada, cómic, abandona los enunciados verificables y la remisión a determinados y específicos hechos, comprobables de manera total y absoluta, ¿o es que alguien ha muerto?

La resaca sacudió y sacude con menor potencia hoy, las cloacas, máxima de nuestra civilización, plena de forúnculos que estallan, desagües que revientan, el torrente de mentira que asquea, aun cuándo su estallido alivia, libera, venga… y ‘¡los chinos en New York!¡: erupción del Krakatoa, cuyo aliento -según nos relata la historia por venir- darán siete vueltas y media a la tierra… Pues lo que se ha perdido o esfumado en este milenio es la tonalidad de los acontecimientos, el pequeño efecto singular y prodigioso, que hacía de alguno de ellos una situación paradójica, original, cuando no explosiva, como cuándo se ha soñado con una república no política, una república de las letras, de los filósofos, de los sabios: sueños a través de las utopías.

Pero el fardo de los mercados logró cubrir por entero a la humanidad indiferente, acorralada en su imposibilidad de reaccionar, ante una revolución que ha acontecido sin que cayeran en la cuenta de ello.

Una revolución drástica, sin teorías declaradas, ni ideologías expresadas, se impuso por hechos consumados, se hizo visible cuándo ya estaba instaurado el nuevo orden mundial globalizado, aplicando una ley de eutanasia novelada.

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