OBEDECER O NO OBEDECER. ESA ES LA CUESTIÓN
¿Acatarías una
orden que atentara contra tu propia vida o la de la gente que amas?
JUAN BORDERA / FERNANDO VALLADARES
No deberías, claro. A todos nos gusta pensar que, llegado el momento, sabríamos cómo actuar. Pero en el fondo casi todos claudicamos cada día. Todos y cada uno de los días de nuestra vida tenemos que acatar órdenes, aceptar inercias que sabemos que juegan en nuestra contra. Incluso voluntariamente actuamos callando más de la cuenta, o favoreciendo a las estructuras de poder que, por otro lado sabemos que están poniendo en riesgo la vida en la Tierra.
La situación
climática, ecológica, de biodiversidad y energética es de una gravedad extrema
–y a no mucho tardar se sumará la alimentaria. Pero el diluvio de datos no es
suficiente y estos parecen apilarse uno encima del otro sin causar apenas
efecto. El castillo de naipes cada vez pesa más y más, y la complejidad lleva
aparejada un problema: la fragilidad.
Las olas de calor
llegan cada vez más pronto y más fuertes. Los fenómenos extremos se multiplican
y se agravan. Pero, aunque esto va a empeorar rápido, nada parece interrumpir
el devenir, la inercia de la megamáquina, que prosigue su rumbo perverso e
inconsciente. Una inercia que apesta a cobardía y a muerte.
Entonces, un
colectivo de científicos y divulgadores de estas crisis que se están solapando
–Rebelión Científica– vinimos a intentar parar esa inercia autodestructiva en
más de 25 países, este pasado mes de abril, jugándonos todo: carrera, prestigio,
privilegios, multas, golpes. Lo hicimos porque tirar del freno de emergencia es
imprescindible.
No hacemos esto por
gusto. No nos pasamos horas delante de la pantalla del ordenador o el móvil por
placer. No tenemos discusiones –incluso con compañeros y compañeras que
apreciamos– sobre cómo deberíamos proceder para acertar mejor en la diana de la
activación de la sociedad porque nos apetezca, o porque no tengamos nada mejor
que hacer. Lo hacemos porque comprendemos que no tenemos otra opción mejor. Las
sufragistas ganaron su batalla tras miles de mujeres encarceladas, algunas de
ellas víctimas incluso del propio proceso. Qué decir de los afroamericanos y la
lucha por sus derechos en Estados Unidos. Tenemos los precedentes. Conocemos la
historia y sabemos que el tiempo de la desobediencia civil ha llegado. La lucha
contra la emergencia climática y energética es tan grave que ese tiempo hace
años que debería haber llegado.
Los “daños” no
tardaron ni 15 minutos en ser limpiados simplemente con agua y hay pruebas
gráficas de ello
Por eso se manchó
el Congreso con agua del color de la remolacha. Hoy, por aquello, parece que
somos peligrosos criminales para el Estado. A las personas que la Brigada
Antiterrorista ya nos han detenido y acusado –requiriendo que nos presentáramos
en comisaría en 24 horas o nos detendrían en cualquier momento– nos imputan dos
cargos graves: delito de daños y delito contra las instituciones del Estado.
Añadiendo que alteramos “de forma notoria” la sesión que se estaba realizando
en el Congreso de los Diputados. Pero ambos cargos son falsos.
Los “daños” no
tardaron ni 15 minutos en ser limpiados simplemente con agua y hay pruebas
gráficas de ello. Y, además, el que se indigne por un edificio y por tener que
hacer una limpieza breve, más que por lo que va a suponer perder la estabilidad
climática, que se lo haga mirar en un diván.
Respecto al otro
cargo, el de alterar la sesión parlamentaria –el potencialmente más grave– la
cosa es aún más increíble. Numerosos diputados y diputadas han reconocido que
allí no ocurrió tal cosa. Que se enteraron por los medios y entonces salieron a
ver qué pasaba porque incluso querían solidarizarse. Muchos nos han mostrado ya
su apoyo incondicional.
Todos los años
muere muchísima gente por causas directas relacionadas con el caos
climático.250.000 por año. Aunque ese número en realidad es un espejismo que no
es real, que se queda corto si se contabilizan las muertes indirectas causadas
por el cambio climático (podrían llegar a varios millones de muertos al año), y
que no va sino a incrementarse. Y no es el único gran problema: las crisis
energética y alimentaria están cada vez más cerca de empatar a desastre con el
problema climático. En el fondo –o no tan en el fondo para los que tenemos los
datos– lo sabemos. Intuimos que esto se está hundiendo. Pero no logramos hacer
casi nada porque estamos atrapados como un hámster en una rueda. Los días van
pasando y no encontramos un punto de apoyo desde el cual mover el mundo. Por
eso usamos aquella frase de Albert Einstein como nuestro lema en Rebelión
Científica: aquellos que tienen el privilegio de saber tienen la obligación de
actuar. Solo nos falta gente que lo entienda.
La próxima vez que
toque actuar –no tardará mucho–, tenemos que ser miles. Para que a este
Gobierno y a las “Fuerzas de Seguridad” del Estado no se les pueda pasar por la
cabeza tratar de amedrentarnos como lo están haciendo ahora con todos nosotros.
Necesitamos olas de desobediencia civil no violenta por todo el planeta para
frenar a las olas de calor que amenazan nada más y nada menos que a La Vida en
general. Si alguien conoce un método mejor y más efectivo, ya está tardando en
ponerlo en práctica. Le ayudaremos.
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