miércoles, 22 de junio de 2022

ENSOÑACIÓN

 

ENSOÑACIÓN

Aderezo

José Rivero Vivas

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CLAVE

Obvia Fidencio hacer de veras cosntar

-con absoluto rechazo de Odón Garrido

 y otros personajes de su entorno-,

que LA MATANZA es en realidad LA VICTORIA,

y, LA VICTORIA, propiamente, LA MATANZA

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José Rivero Vivas

LA HORNACINA

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José Rivero Vivas

LA HORNACINA – Obra: NL.19 (a-94) -Novela-

Ilustración de la cubierta:

Detalle, Bañistas en la habitación

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

(ISBN: 978-84-16759-18-7) D.L. TF – 726 -2016

Ediciones IDEA, Islas Canarias. Año 2016

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(Fragmento: Cap. 8 – Págs. 82-87)

 

          Cuando era más joven, por causa de estar viuda, tuve que ponerme a trabajar. Hacía labores en casa de gente rica, que me portaban muy bien.

          Eran unos señores, finos y educados, muy cultos, al parecer. Los salones y habitaciones estaban llenos de cuadros, estanterías atestadas de libros, cuantiosos instrumentos musicales y... qué sé yo. Siempre celebrando saraos, con cantos y tertulias y enorme derroche de riqueza. Cuánta gente venía a pasar largas veladas, de amena tertulia, en las que se debatía infinidad de ideas, en un departir amistoso y conciliador.

          Un día se me ocurrió llevarles un manuscrito de Fidencio; creo que fue el de la novela antigua, ese de FORJA VENTUROSA. Lo miraron, sin mucha atención, lo depositaron sobre la mesilla, en el salón, y me dijeron:

          -Bien, Constancia; lo leeremos.

          Al cabo de seis meses me lo devolvieron, sin pronunciar el mínimo comentario.

          Quedé decepcionada.

Comprendí, entonces, que la cultura, en cuanto auténtico alimento del espíritu, no debe ser llevada a la mesa donde sólo caben los manjares elaborados para aquellos que pueden sufragar su expensa, motivo por el cual se hallan en facultad de juzgar si el producto aportado, aun siendo de naturaleza exquisita, es digno merecedor de su consideración y estima.

En parte entendí la presunción de Fidencio, cuando asegura que el sentimiento independiente es superior en la faceta editorial de las Islas.

-Solamente aquí -subraya-, en el pequeño ámbito de Canarias, se publica al autor oriundo del Archipiélago. El resto de la nación desprecia nuestro quehacer literario, producto subestimado, que en el fondo es tan bueno como el suyo, muchas veces dengue en ética y estética, además de proceder su influencia de origen lejano.

Lo paradójico de esta afirmación, que Fidencio dolido calla, es que, estas editoriales, pudieron ser pioneras respecto de la independencia que claman. Claro es que, atraídos por resultados comerciales, necesitados quizá de aliviar su fondo económico malparado, cometieron el fallo de inclinarse por autores foráneos, de una y otra orilla indistintamente, lo que dejó al canario arrumbado en el margen que propicia el recuadro en que se nos advierte incluidos en el mapa de España.

Fidencio se sulfura tontamente, ignorando que es precisa la confraternidad entre las naciones de igual idioma, y aun de otras de expresión dispar; de otro modo, el hundimiento de su cultura sería inevitable. De aquí la consternación que perturba el ánimo de los dirigentes de organismos y corporaciones, en el instante de sopesar la posibilidad de introducir este tipo de creadores en sociedad, como restablecimiento de armonía y entendimiento, respecto de exultante satisfacción en el criterio elevado, cual sencilla razón esgrimida para la reserva del alimento cultural, previamente mencionado, en su adulteración colectiva, por causa de la grave crisis que atraviesa el sector, destituyendo de su cargo al alto rango de seguridad alimentaria, culpable inconsciente de la tremenda privación que al mundo asuela.

Es nota resumida, que expide el Departamento de Buena Lid, según disposición del Ministerio de Asuntos Varios, la cual aparece incluida en las Bases para optar al Premio de Edición Franca.

-¿Supone ese diseño tu referente de la independencia?

-Madre, mi anhelo es hallar tema que intercalar en la obra que tengo varada.

-¿Esa CRÓNICA DE LOS ÚNICOS?

-LIBRO DE LOS BÁSICOS.

-Como sea. Ten mesura en tu propuesta, por si desbarras.

-Tendré presente la sugerencia.

*

El día que Fidencio fue a La Matanza, llevó consigo a Liliosa, quien, al ver a Digno del Moral, alto y esbelto, airoso y bien plantado, atendiendo al público, detrás de una enorme pila de libros, se sintió atraída por el hombre, de quien quedó prendada de inmediato.

Digno del Moral, miró descuidado, como experto galán, al advertir el atractivo que ejercía sobre la hembra, lo que le dio pie para interpretar parsimonioso su papel en la comedia.

Liliosa, casquivana y pizpireta, coqueta y presumida, no le apartaba la vista un instante, sorbiendo su imagen con ojos desorbitados, cuya mirada aviesa transparentaba su apetito y su codicia.

Digno del Moral, consciente de su reclamo femenino, se dirigió a Fidencio diciéndole:

-Mira entre los libros, a ver si hay alguno que le guste a ella.

-Me gustan todos –observó Liliosa-. Hay uno, en especial, que seguro me encantará.

-Cógelo -se apresuró a decir Digno del Moral.

-¡Ay, si pudiera! -exclamó ella.

-¿No está a mano? -insistió él.

-Me gustaría saberlo.

-Señálamelo.

-Entrañaría riesgo.

-Dímelo aparte.

Liliosa avanzó presurosa hacia Digno del Moral. Le acercó sus labios al oído, musitó algo, que el hombre, al percibirlo, rechazó; pero, antes de lograr retirarse, recibió un mordisco en el lóbulo de la oreja, que apareció rojo, casi morado, doliéndole un horror, porque se echó mano al punto herido y se frotó con fruición.

-¡Cachonda! –susurró.

-Seré tuya hoy mismo.

-Te llamo luego.

Cogió ella un libro, garabateó su mensaje y se lo devolvió en mano. Él lo guardó disimuladamente, tratando de que el gesto pasara desapercibido.

Fidencio, mientras tanto, buscaba un plano en el que se indicaba el lugar exacto de un tagoror guanche, situado en la profundidad de un barranco inaccesible, perteneciente al macizo de Anaga.

*

Puede suceder que, al paso del tiempo, Fidencio haya olvidado su meta, establecida por allá de la fuente primorosa que Liliosa supone para su entraña.

Ahora, sintiéndose afrentado por la conducta sostenida durante su visita al puesto de Digno del Moral, Fidencio intenta disimular su enfado, restando importancia al feo recibido, ofensa cometida por su novia, sumada a la impertinencia de aquel pazguato, presumido lechuguino, que apenas vale para ensartar barbaridades acerca del deporte más popular de esta tierra.

Recogió sus bártulos, una bolsa llena de libros y revistas, además de fotos y grabados antiguos, y se dispuso a salir del mercado.

Se dirigió a la puerta principal, pero Liliosa, al advertirlo, se interpuso decidida; luego, se llegó a él, mimosa, le dio un beso en el carrillo y lo invitó al bar, a tomar un vino del país, con unos chicharrones, al estilo de antes, que la señora de la cocina los hace de rechupete.

Fidencio cedió, sin gran esfuerzo persuasivo por parte de su novia, y allí distrajeron la tarde hasta la hora del cierre.

Entonces se les unió Digno del Moral, que les ofreció llevarlos en su coche, ya que ellos hubieron de venir en guagua.

-Podemos, incluso, comer por aquí.

-Estupendo -aceptó ella.

Fidencio, apocado, musitó:

-Vale.

Con su manía de visitar con frecuencia el urinario, se dirigió a los otros y se excusó:

-Vuelvo al momento.

Al regresar del mingitorio advirtió que la pareja se había esfumado.

Sin alteración que demudara su rostro, sacó unas cuartillas y escribió:

Recojo, Liliosa, tu mudo mensaje, al tiempo de expresarte mi sincero deseo de que disfrutes de tu nuevo arrobo. Ahora he de tornar a casa, por si mi madre se halla intranquila al ver mi tardanza. Salí esta mañana sin comunicarle el propósito de realizar esta gira a La Matanza, con el fin de visitar el puesto de Digno del Moral, en la esperanza de hallar algún libro que me instruyera acerca de la ciudadanía en Canarias, en tiempos prehispánicos, olvidada también, como la de América; buscaba asimismo algún grabado ilustrativo, sobre el cual sustentar mi teoría del pleito entre islas, causa por la cual seguimos husmeando en cuevas y laderas del barranco de Acentejo.

Un tanto decepcionado, aunque sin sentirse amargo, echó el papel en el bolso y se encaminó a la parada, donde tuvo que esperar bastante rato. Mientras, dio vueltas a su magín, tratando de hallar explicación al motivo de aquella fuga de Liliosa con Digno del Moral, apuesto galán, sin ser guapo, quien actuó de inmediato y en un santiamén le birló su manzana, aprovechando un momento de obligada ausencia, que lo puso fuera de combate.

Se serenó al ver que se aproximaba la guagua. Subió a bordo y retornó a Santa Cruz.

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José Rivero Vivas

LA HORNACINA

(Fragmento: Cap. 8 – Págs. 82-87)

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José Rivero Vivas

LA HORNACINA – Obra: NL.19 (a-94) -Novela-

Ilustración de la cubierta:

Detalle, Bañistas en la habitación

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

(ISBN: 978-84-16759-18-7) D.L. TF – 726 -2016

Ediciones IDEA, Islas Canarias. Año 2016

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