ENSOÑACIÓN
Aderezo
José
Rivero Vivas
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CLAVE
Obvia Fidencio hacer de veras cosntar
-con absoluto rechazo de Odón Garrido
y
otros personajes de su entorno-,
que LA MATANZA es en realidad LA
VICTORIA,
y, LA VICTORIA, propiamente, LA MATANZA
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José
Rivero Vivas
LA HORNACINA
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José Rivero Vivas
LA HORNACINA – Obra:
NL.19 (a-94) -Novela-
Ilustración de la cubierta:
Detalle, Bañistas en la
habitación
Óleo
sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.
(ISBN: 978-84-16759-18-7) D.L. TF – 726 -2016
Ediciones IDEA, Islas Canarias. Año 2016
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(Fragmento: Cap. 8 – Págs. 82-87)
Cuando
era más joven, por causa de estar viuda, tuve que ponerme a trabajar. Hacía
labores en casa de gente rica, que me portaban muy bien.
Eran
unos señores, finos y educados, muy cultos, al parecer. Los salones y
habitaciones estaban llenos de cuadros, estanterías atestadas de libros,
cuantiosos instrumentos musicales y... qué sé yo. Siempre celebrando saraos,
con cantos y tertulias y enorme derroche de riqueza. Cuánta gente venía a pasar
largas veladas, de amena tertulia, en las que se debatía infinidad de ideas, en
un departir amistoso y conciliador.
Un
día se me ocurrió llevarles un manuscrito de Fidencio; creo que fue el de la
novela antigua, ese de FORJA VENTUROSA. Lo miraron, sin mucha atención, lo
depositaron sobre la mesilla, en el salón, y me dijeron:
-Bien,
Constancia; lo leeremos.
Al
cabo de seis meses me lo devolvieron, sin pronunciar el mínimo comentario.
Quedé
decepcionada.
Comprendí,
entonces, que la cultura, en cuanto auténtico alimento del espíritu, no debe
ser llevada a la mesa donde sólo caben los manjares elaborados para aquellos
que pueden sufragar su expensa, motivo por el cual se hallan en facultad de
juzgar si el producto aportado, aun siendo de naturaleza exquisita, es digno
merecedor de su consideración y estima.
En parte entendí la
presunción de Fidencio, cuando asegura que el sentimiento independiente es
superior en la faceta editorial de las Islas.
-Solamente aquí
-subraya-, en el pequeño ámbito de Canarias, se publica al autor oriundo del
Archipiélago. El resto de la nación desprecia nuestro quehacer literario,
producto subestimado, que en el fondo es tan bueno como el suyo, muchas veces
dengue en ética y estética, además de proceder su influencia de origen lejano.
Lo paradójico de
esta afirmación, que Fidencio dolido calla, es que, estas editoriales, pudieron
ser pioneras respecto de la independencia que claman. Claro es que, atraídos
por resultados comerciales, necesitados quizá de aliviar su fondo económico
malparado, cometieron el fallo de inclinarse por autores foráneos, de una y
otra orilla indistintamente, lo que dejó al canario arrumbado en el margen que
propicia el recuadro en que se nos advierte incluidos en el mapa de España.
Fidencio se sulfura
tontamente, ignorando que es precisa la confraternidad entre las naciones de
igual idioma, y aun de otras de expresión dispar; de otro modo, el hundimiento
de su cultura sería inevitable. De aquí la consternación que perturba el ánimo
de los dirigentes de organismos y corporaciones, en el instante de sopesar la
posibilidad de introducir este tipo de creadores en sociedad, como
restablecimiento de armonía y entendimiento, respecto de exultante satisfacción
en el criterio elevado, cual sencilla razón esgrimida para la reserva del
alimento cultural, previamente mencionado, en su adulteración colectiva, por
causa de la grave crisis que atraviesa el sector, destituyendo de su cargo al
alto rango de seguridad alimentaria, culpable inconsciente de la tremenda
privación que al mundo asuela.
Es nota resumida,
que expide el Departamento de Buena Lid, según disposición del Ministerio de
Asuntos Varios, la cual aparece incluida en las Bases para optar al Premio de
Edición Franca.
-¿Supone ese diseño
tu referente de la independencia?
-Madre, mi anhelo
es hallar tema que intercalar en la obra que tengo varada.
-¿Esa CRÓNICA DE
LOS ÚNICOS?
-LIBRO DE LOS
BÁSICOS.
-Como sea. Ten
mesura en tu propuesta, por si desbarras.
-Tendré presente la
sugerencia.
*
El día que Fidencio
fue a La Matanza, llevó consigo a Liliosa, quien, al ver a Digno del Moral,
alto y esbelto, airoso y bien plantado, atendiendo al público, detrás de una
enorme pila de libros, se sintió atraída por el hombre, de quien quedó prendada
de inmediato.
Digno del Moral,
miró descuidado, como experto galán, al advertir el atractivo que ejercía sobre
la hembra, lo que le dio pie para interpretar parsimonioso su papel en la
comedia.
Liliosa, casquivana
y pizpireta, coqueta y presumida, no le apartaba la vista un instante,
sorbiendo su imagen con ojos desorbitados, cuya mirada aviesa transparentaba su
apetito y su codicia.
Digno del Moral,
consciente de su reclamo femenino, se dirigió a Fidencio diciéndole:
-Mira entre los
libros, a ver si hay alguno que le guste a ella.
-Me gustan todos
–observó Liliosa-. Hay uno, en especial, que seguro me encantará.
-Cógelo -se
apresuró a decir Digno del Moral.
-¡Ay, si pudiera!
-exclamó ella.
-¿No está a mano?
-insistió él.
-Me gustaría
saberlo.
-Señálamelo.
-Entrañaría riesgo.
-Dímelo aparte.
Liliosa avanzó
presurosa hacia Digno del Moral. Le acercó sus labios al oído, musitó algo, que
el hombre, al percibirlo, rechazó; pero, antes de lograr retirarse, recibió un
mordisco en el lóbulo de la oreja, que apareció rojo, casi morado, doliéndole
un horror, porque se echó mano al punto herido y se frotó con fruición.
-¡Cachonda!
–susurró.
-Seré tuya hoy
mismo.
-Te llamo luego.
Cogió ella un
libro, garabateó su mensaje y se lo devolvió en mano. Él lo guardó
disimuladamente, tratando de que el gesto pasara desapercibido.
Fidencio, mientras
tanto, buscaba un plano en el que se indicaba el lugar exacto de un tagoror
guanche, situado en la profundidad de un barranco inaccesible, perteneciente al
macizo de Anaga.
*
Puede suceder que,
al paso del tiempo, Fidencio haya olvidado su meta, establecida por allá de la
fuente primorosa que Liliosa supone para su entraña.
Ahora, sintiéndose
afrentado por la conducta sostenida durante su visita al puesto de Digno del
Moral, Fidencio intenta disimular su enfado, restando importancia al feo
recibido, ofensa cometida por su novia, sumada a la impertinencia de aquel
pazguato, presumido lechuguino, que apenas vale para ensartar barbaridades
acerca del deporte más popular de esta tierra.
Recogió sus
bártulos, una bolsa llena de libros y revistas, además de fotos y grabados
antiguos, y se dispuso a salir del mercado.
Se dirigió a la
puerta principal, pero Liliosa, al advertirlo, se interpuso decidida; luego, se
llegó a él, mimosa, le dio un beso en el carrillo y lo invitó al bar, a tomar
un vino del país, con unos chicharrones, al estilo de antes, que la señora de
la cocina los hace de rechupete.
Fidencio cedió, sin
gran esfuerzo persuasivo por parte de su novia, y allí distrajeron la tarde
hasta la hora del cierre.
Entonces se les
unió Digno del Moral, que les ofreció llevarlos en su coche, ya que ellos
hubieron de venir en guagua.
-Podemos, incluso,
comer por aquí.
-Estupendo -aceptó
ella.
Fidencio, apocado,
musitó:
-Vale.
Con su manía de
visitar con frecuencia el urinario, se dirigió a los otros y se excusó:
-Vuelvo al momento.
Al regresar del
mingitorio advirtió que la pareja se había esfumado.
Sin alteración que
demudara su rostro, sacó unas cuartillas y escribió:
Recojo, Liliosa, tu
mudo mensaje, al tiempo de expresarte mi sincero deseo de que disfrutes de tu
nuevo arrobo. Ahora he de tornar a casa, por si mi madre se halla intranquila
al ver mi tardanza. Salí esta mañana sin comunicarle el propósito de realizar
esta gira a La Matanza, con el fin de visitar el puesto de Digno del Moral, en
la esperanza de hallar algún libro que me instruyera acerca de la ciudadanía en
Canarias, en tiempos prehispánicos, olvidada también, como la de América;
buscaba asimismo algún grabado ilustrativo, sobre el cual sustentar mi teoría
del pleito entre islas, causa por la cual seguimos husmeando en cuevas y
laderas del barranco de Acentejo.
Un tanto
decepcionado, aunque sin sentirse amargo, echó el papel en el bolso y se
encaminó a la parada, donde tuvo que esperar bastante rato. Mientras, dio
vueltas a su magín, tratando de hallar explicación al motivo de aquella fuga de
Liliosa con Digno del Moral, apuesto galán, sin ser guapo, quien actuó de
inmediato y en un santiamén le birló su manzana, aprovechando un momento de
obligada ausencia, que lo puso fuera de combate.
Se serenó al ver
que se aproximaba la guagua. Subió a bordo y retornó a Santa Cruz.
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José Rivero Vivas
LA HORNACINA
(Fragmento: Cap. 8 – Págs. 82-87)
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José Rivero Vivas
LA HORNACINA – Obra:
NL.19 (a-94) -Novela-
Ilustración de la cubierta:
Detalle, Bañistas en la
habitación
Óleo
sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.
(ISBN: 978-84-16759-18-7) D.L. TF – 726 -2016
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